Impunidad y prepotencia, lacras frecuentes y poco sancionadas son males endémicos en México. Aunque sea aventurado y equivocado, me atrevo a sugerir que en los cromosomas de la mayoría de nuestros políticos existe un gene "especial" e indispensable, tanto para ejercer la impunidad y la prepotencia como para transmitirla a sus vástagos. Si mi "hipótesis cromosómica" es errónea, mi certeza educativa no lo es: es en casa donde los hijos aprenden cómo comportarse.
Prepotencia e impunidad se ejercen sin cortapisas en nuestra nación; ambas profundizan la división social y económica. Hay un México víctima de la impunidad (léase la tragedia ocasionada por la explosión de una pipa que conducía gas en Xalostoc, cuyo saldo es 25 muertos, familias destruidas y esperanzas sepultadas), y hay otro México donde la prepotencia distingue, protege y encumbra a quienes la ejercen amén de diferenciarlos de quienes adolecen de esas armas (léase affaire Maximo Bistrot). Impunidad es factor subyacente en la brutal tragedia de Xalostoc y prepotencia en el desaguisado ocasionado por la señorita Benítez, hija de Humberto Benítez Treviño, ahora, después de la atinada intervención de Enrique Peña Nieto, ex titular de la Procuraduría Federal del Consumidor: ¿quiénes permitieron reducir a un mínimo la distancia entre la carretera y las casas en Xalostoc?, ¿quién dotó de prepotencia a la señorita Benítez?
Mucho se ha escrito de ambos sucesos. En el caso de los muertos de Xalostoc, antes de la irresponsabilidad del chofer de la pipa que transportaba gas, antes de la voracidad de los dueños de la gasera, antes de la urgencia para entregar el gas, destaca la irresponsabilidad de quienes permiten construir carreteras al lado de casas sin que en ocasiones exista la mínima y necesaria distancia entre ambas. Remontarse al tiempo de la construcción de la carretera, conocer el diagnóstico de los constructores sobre los peligros de los habitantes vecinos a la carretera, no sólo mortales sino salubres, e indagar sobre la indemnización ofrecida a las personas que malvendieron sus casas es imposible.
El (no) accidente, anunciado por sucesos similares en el pasado, a pesar de las sanciones que se ejerzan contra la gasera y el conductor de la pipa, seguirá reproduciéndose. Mientras la impunidad siga siendo un mal endémico de la política mexicana, quienes puedan continuarán usufructuando ese poder. Vivimos en un país donde unos funcionan y hacen todo lo que pueden hacer, escudados por la certeza de saberse impunes, y otros perviven maniatados a sabiendas de que son víctimas de quienes ejercen su impunidad amén de ser doblemente víctimas por su invisibilidad: hagan lo que hagan de nada o poco sirve.
En el caso de la pronta y expedita clausura de Maximo Bistrot por parte de inspectores y abogados de la Profeco cabalga la prepotencia de Andy Benítez y la certeza de que una llamada a la oficina adecuada es suficiente para ejercer su ley. Las prontas disculpas de Humberto Benítez fueron tan bienvenidas como insuficientes. Si bien él no ejerció la movilización ejemplar de algunos miembros de la Profeco por convalecer de una cirugía de cadera, resulta más alarmante el poder de su hija, quien, en ausencia del padre, por medio de una llamada telefónica logró sancionar a los dueños del restaurante por no contar con su mesa (léase su mesa).
Si no fuese por la reciente remoción de Benítez Treviño, el affaire Maximo Bistrot habría terminado como terminan muchos asuntos en México. El dictamen inicial de la Secretaría de la Función Pública exoneró a Benítez Treviño, suspendió temporalmente a cuatro funcionarios y retiró los sellos de clausura. El ex titular de la Profeco concluyó, en su momento: "La colocación de sellos de suspensión se debió a dos rubros en particular. El primero fue el referente al sistema de reservación y de asignación de mesas que por ningún medio o forma se informa al consumidor de las prácticas y mecanismos aplicables. El segundo, por la omisión de no informar en la carta del menú del contenido neto por venta de bebidas alcohólicas". No conozco en México restorán alguno que tenga colgado un letrero o entregue a los comensales un escrito sobre la filosofía y la política acerca de las reservaciones, cuyo título tentativo sería Sobre la asignación de mesas. "México sin mordidas no sería México", habría dicho mi querido Carlos Monsiváis.
Maximo Bistrot reabrió sus puertas con prontitud: Profeco recapituló. Incontables habitantes de Xalostoc seguirán expuestos a la muerte y a los daños por vivir cerca de la carretera. Junto con los muertos la impunidad y la tragedia quedarán sepultadas. No hay dinero suficiente para recomponer la vida de los deudos.
Prepotencia en Maximo Bistrot. Impunidad en Xalostoc. Nuestros políticos no tienen genes que determinen impunidad y prepotencia pero sí abrazan esas conductas y cuentan con elementos para hacer de ellas un mal endémico. La impunidad y la prepotencia de nuestra clase política en algunos casos acaba con sus víctimas, y en otros expone su ética. Debe aplaudirse la conducta de Peña Nieto.