Dos cosas destacan del nuevo Papa, Francisco I: el que sea jesuita y latinoamericano. Dos características que pueden provocar que nos vayamos con la finta, por lo que más vale ir con cuidado. No todos los jesuitas son, como dicta el imaginario, liberales y progresistas. Más aún, en el caso del hasta ayer cardenal de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio, podemos decir todo lo contrario: es un hombre profundamente conservador y que como provincial de los jesuitas en los años de la dictadura fue un freno a los impulsos progresistas de la época. El hoy Papa Francisco I se enfrentó de manera clara y decidida con los Kirchner, tanto el expresidente Néstor como ahora la presidenta Cristina, por temas de moral sexual, en concreto por matrimonios del mismo sexo y aborto. Por oro lado el periodista de Página 12, Horacio Vertsbisky, ha documentado de manera muy precisa cómo el entonces provincial jesuita cooperó con la dictadura y le acusa incluso de haber provocado la detención de otros miembros de la Compañía.
¿Qué vieron en Bergoglio los cardenales que fueron, es sus propias palabras, a buscar el nuevo papa al fin del mundo? Francisco I tiene estos equilibrios que pueden parecer contradicciones, pero que lo hacen un hombre ideal para conducir a una Iglesia con grandes problemas. Es jesuita, pero es conservador. Es carismático, gran comunicador, sabe ser cercano y al mismo tiempo es un hombre directo, que no teme el enfrentamiento cuando defiende sus posiciones y entiende, como todo buen jesuita, los temas del poder.
Bergoglio fue, durante su años de cardenal, un hombre alejado de la curia Vaticana, lo que le permite romper con un grupo que se había enquistado en la burocracia de la Santa Sede. Será, se espera, un Papa que, viniendo de fuera, podrá poner orden, o si se prefiere, un nuevo orden en la poderosa burocracias vaticana formada en los últimos años de Juan Pablo II y el período de Benedicto XVI. No se le ve como un renovador sino más bien como un continuador de las directrices de sus dos antecesores, pero su gran aporte será su visión periférica. Si el eurocentrismo definió en gran medida los pontificados de Ratzinger y Wojtyla, de Bergoglio se espera una visión más universal y comprensiva de la iglesia.
Nombre es destino, y en la selección del nombre Francisco el nuevo Papa envía un gran mensaje: la búsqueda de una iglesia más humilde y cercana a los pobres.