Joan Didion, dueña de una prosa implacable
El nombre de la escritora norteamericana Joan Didion siempre ha estado presente como ensayista, periodista y académica, una de las intelectuales más destacadas de la primera mitad del siglo XX.
Criticada y aplaudida por su capacidad fría y alucinante de desprenderse de sentimentalismos, y darle al dolor una voz personalísima, dos de sus obras maestras, vomitadas desde el dolor de la ausencia, abordan la muerte de su marido y su hija, como una crónica voyeurista de brutal honestidad.
Es la víspera del año nuevo de 2003, un 30 de diciembre, la escritora Joan Didion y su esposo John Gregory Dunne, novelista y crítico literario, cenan en su departamento de Nueva York. De repente, el corazón del amigo, amante, compañero y esposo, se detiene, se desvanece sobre la mesa ante la mirada incrédula de su mujer, heredándole el horrible vaho de la ausencia. Didion se refugia en el papel y escribe El año del pensamiento mágico.
Dos años más tarde, en 2005, la muerte se vuelve a ensañar con Joan Didion, esta vez le arrebata a su hija Quintana Roo, quien después de dos años de médicos, hospitales y tratamientos, muere a los 39 años de edad. Destrozada, la escritora norteamericana regresa al papel, se mira frente al espejo y, sin piedad, registra uno a uno los momentos que compartió con su hija, el resultado: un blues funerario que tituló Noches Azules.
En ambos libros, un verdadero clavado a las emociones personales de la autora, no buscando explicaciones sobre la muerte, más bien registrando su reacción sobre la ausencia, su poder narrativo conduce al lector a un abismo de dolor, nostalgia, ausencia y muerte, que hacen de la lectura un instante de reflexión íntima. Con la publicación de Noches Azules algunos críticos estadounidenses cuestionaron la sinceridad de la escritora y la culparon de exhibicionista, por aprovecharse del tema.
Ambos libros autobiográficos de Didion se convirtieron en un éxito. Aun cuando algunos comentaristas literarios dijeron tener dudas éticas sobre su escritura, como si el dolor, la muerte y la soledad, como máximas tragedias, pertenecieran al ámbito de lo privado.
DE LA VIDA A LA MUERTE
En El año del pensamiento mágico, que obtuvo el codiciado Premio Nacional de Estados Unidos a la Mejor Obra de No-ficción en 2005 (The National Book Award), Didion hace una acuarela de la muerte, desde su experiencia personal, retrata un fenómeno universal que mantiene al lector atrapado en el vértigo de las emociones. Un libro donde además reflexiona sobre su matrimonio, con un balance de buenos y malos momentos tratados por igual en la balanza de la soledad.
Más allá de explotar la tragedia como tal, la escritora recrea los actos cotidianos previos a la pérdida de su marido. Recuerda incluso sus conversaciones la noche de su muerte, cuando ambos regresaban de visitar a su hija Quintana, que se encontraba recuperándose de una enfermedad en el hospital de Nueva York. Con un manejo sencillo del lenguaje, y haciendo permanentes referentes sobre su idea previa de la muerte, la autora entrega una crónica de dolor y angustia alucinante.
Imaginar la existencia sin la persona con la que durante más de cuarenta años ha compartido su vida, se vuelve en el libro un elemento universal para cualquiera que haya tenido un acercamiento con la muerte. Didion, quien sabe que en el terreno de las palabras ella se mueve con la facilidad estética que muy pocos dominan, recuerda cómo después de la ausencia, una calle, una fotografía, el título de algún libro, se convierten en un estimulante para la memoria.
La escritora aterriza su dolor, lo huele, lo analiza, incluso lo cuestiona con constantes referentes médicos y psiquiátricos, pero no logra más que traducirlo de manera literaria. “El matrimonio no es sólo tiempo; paradójicamente, es también la abolición del tiempo”, recuerda en un grito que encuentra eco en la reflexión del propio lector.
EL SEGUNDO DOLOR
“¿Puede haber para un mortal un dolor mayor que ver a sus hijos muertos? Lo dijo Eurípides. Cuando hablamos de mortalidad, estamos hablando de nuestros Hijos”. Es la pregunta de Noches Azules que no busca respuesta, el dolor que no quiere anestesia, el canto despiadado del que se desprende una novela vertiginosa que no pierde la lucidez para interrogar de manera serena igual los avances médicos, que el sentido de la existencia.
El mismo diciembre de 2003, en que la escritora se encontró de frente con el rostro de la muerte, su hija Quintana contrajo aparentemente una gripe cualquiera, que rápidamente se trasformó en neumonía y en un shock séptico, que la postró en días en estado de coma en la unidad de cuidados intensivos. Después de eso, todo se convirtió en tratamientos médicos, salas de espera y cuartos de hospital, hasta que su hija murió de pancreatitis en agosto de 2005, a los 39 años.
En su segunda reflexión sobre la muerte, explora la relación con su hija, el concepto de felicidad, maternidad y mortalidad. Conduce al lector por los caminos de la nostalgia, a través de los gustos de una pequeña, que va creciendo de la mano de sus padres. De la cama del hospital donde está conectada con tubos y sondas, regresa a través de su memoria al día de su boda, al patio de la casa donde observa jugar a su pequeña, sin inmutarse, pareciendo querer trasladar al lector su desgarrador dolor.
“Cuando hablamos de nuestros hijos, ¿qué estamos diciendo? ¿Estamos hablando de lo que significó para nosotros tenerlos? ¿De lo que significó para nosotros no tenerlos? ¿De lo que significó dejarlos ir? ¿Estamos hablando del enigma de comprometernos a proteger lo que no puede protegerse? ¿De ese gran misterio que es tener hijos?”.
Lejos de la literatura complaciente que busca atrapar al lector con una prosa deslumbrante y en ocasiones complaciente, el estilo personal de Didion, en sus dos libros sobre la muerte, la hacen merecedora de un importante lugar en la historia de la literatura universal. Una autora que se desprende de la prosa adornada que la caracterizó en obras como Run, River o Democracia, para darle paso a una desbocada serie de descripciones emotivas, que recurre incluso a su propio instinto.
Es precisamente la muerte de su esposo y su hija, lo que la conduce a mover la pluma con una intención terapéutica, más allá de esa capacidad intelectual que le permitió el reconocimiento como una de las ensayistas más importantes de Estados Unidos. Con un papel destacado como guionista, que en 1971 hizo que el director Jerry Schatzberg llevará a la pantalla grande la historia que escribió junto a su marido, The Panic in Needle Park (1971), protagonizada por Al Pacino.
UN DESTINO EN LA ESCRITURA
La forma en la que presenta su prosa, llena de subidas y bajadas, con algunas lagunas intencionales, es una forma de ver la memoria. A pesar de que los fantasmas de su esposo Juan y su hija Quintana son heridas que sangran, Didion no logra exorcizarlos, aun cuando lo intenta. En Noches Azules no es sólo el origen de su pena, sino el proceso de la agonía de ésta, una crónica que puede resultar incómoda para el lector convencional.
Dos libros que parecen ser un tratado de dolor. Con un estilo y ritmo muy parecidos, donde las emociones son mezcladas con las imágenes de la pena. Frases repetitivas y un bombardeo permanente de aforismos que cuestionan la felicidad y el duelo desde la experiencia de la propia autora.
Twitter: @uyohan