En los años sesenta arrancó una importante reivindicación de los caricaturistas de la prensa diaria: dar a sus obras valor en sí mismas, para que dejasen de ser consideradas por los editores como ilustración de textos de los articulistas. Hasta donde recuerdo -mis compañeros caricaturistas podrán rectificarme-, fue Abel Quezada en "Excélsior" quien desplegó las primeras batallas en esa dirección, logrando la inserción de sus obras en lugar editorial. Al mismo tiempo batallaron por igual objetivo dibujantes como Rogelio Naranjo y Helio Flores, quienes con su trabajo editorial resolvieron publicar colecciones de sus trabajos en valiosos volúmenes. Entre los primeros caricaturistas que reclamaron el reconocimiento de la autoría de sus obras, se encuentra Eduardo del Río (Rius), quien por otra parte publicó sus revistas "Los Agachados" y "Los Supermachos".
Tuvieron la mayor importancia en ese empeño el papel que jugó la gráfica en el movimiento estudiantil-popular de 1968 y el auge de las luchas obreras y sindicales en los setenta; de estas acciones surgió una generación de caricaturistas ligada a la lucha política de izquierda y a las publicaciones que la reflejaron. Bulmaro Castellanos (Magú), Antonio Helguera, Rafael Barajas (El Fisgón), José Hernández, Gonzalo Rocha, Manuel Ahumada y Gerardo Portillo (Alán) figuran entre los principales representantes de esa generación.
No se ha producido lucha democrática del pueblo durante las últimas décadas en la que no haya estado presente alguno o algunos de estos autores de la gráfica progresista de nuestro país. La alianza con las acciones de los oprimidos y explotados han contado siempre con el apoyo solidario y la contribución de esa gráfica a través de "La Jornada", El Universal y en la edición de las revistas de agrupamientos políticos de izquierda, combatiendo siempre el fraude y la imposición, ya fuera priista o panista, como lo hicieron, por ejemplo, en la defensa de triunfos electorales de Cuauhtémoc Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador y en acciones de lucha por los derechos de los pueblos indígenas. Sin embargo, esta larga tirada no sería necesaria si no estuviéramos ante una más de las batallas de la caricatura política: la que hoy se da en defensa de los recursos naturales, el petróleo y la electricidad, en manos de nuestro pueblo, y en la denuncia de su entrega a los grandes monopolios internacionales.
La caricatura no admite disimulo: allí está claramente la denuncia que hace Helio de los héroes transnacionales: "Acuérdense, dice la Shell, que les hagamos un gran monumento a Penchyna, Camacho Quiroz y a Gamboa Patrón allá en Washington", y la incongruencia del régimen: homenaje a Mandela, con flores y todo, mientras pisotea la herencia cardenista; Rogelio Naranjo descubre la fórmula de los magnates para incrementar sus ganancias ahora, con esta reforma: "PRI + PAN = $$$", como ha quedado demostrado en la productiva alianza para sacar las reformas. Eso en El Universal; pero en "La Jornada" nos topamos con el pasado, desde el cual Antonio López de Santa Anna (en el momento que se publica la artera aprobación del negocio petrolero) nos dice: "La pérdida de Texas, California y Nuevo México y la venta de 'La Mesilla' incrementarán la soberanía... e impulsarán la productividad y el crecimiento económico", tal como se oye en el lenguaje peñista que es denunciado por el lápiz de Helguera, y más adelante El Fisgón nos revela las conciencias tranquilas de quienes han legalizado el atraco diciendo: "No nos preocupa pasar a la historia como traidores a la patria... si dentro de unos años ni patria va a haber". Todo eso y mucho más en la gráfica de los caricaturistas el jueves negro, cuando se aprobó mutilar a la Constitución.
Mas quienes tal hicieron: "No pasarán". Los espera la consulta con la que pueblo y caricaturistas los podrán en su lugar.