La Ciudad de México es un lugar de referencia para el turismo nacional e internacional, caminar por Chapultepec, recorrer el Paseo de la Reforma con sus imponentes monumentos y esculturas o caminar por el Centro Histórico que es Patrimonio Mundial de la Humanidad, es una gran experiencia. Un lugar obligado para visitar es el zócalo capitalino, en donde está la Catedral Metropolitana que este año, cumple 200 años de la finalización de su construcción así como el Palacio Nacional sede del poder ejecutivo de la nación.
Desgraciadamente se ha hecho una mala costumbre, encontrar el zócalo repleto de manifestantes, con casas de campaña, anafres para cocinar y basura al por mayor producto de la estancia prolongada de esos manifestantes. La vista de la bandera monumental ha sido mermada por la ocupación así como la ceremonia, tan vistosa, del arreamiento del lábaro patrio, a las 18:00 horas de todos los días, evento que es muy concurrido por los turistas por su formalidad.
La semana pasada el zócalo aumentó el campamento de maestros a 19 mil haciendo este lugar intransitable, alejando a turistas y a personas que visitan el Centro Histórico para hacer alguna compra en los alrededores. Dichas manifestaciones ya han empezado a afectar a muchos comerciantes y personas que sin deberla ni temerla han sido víctimas de esos eventos.
Por si fuera poco, la semana pasada se trató de tomar el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM), punto estratégico para la movilidad en la ciudad más importante del país y de las más grandes del mundo. Al no poder tomar dichas instalaciones se tomó las vías que llegan a dicho lugar y por varias horas desquició a miles de viajeros que perdieron sus vuelos o que al llegar no podían dejar las instalaciones, pues no había taxis para sus traslados. El derecho a manifestarse es un derecho construccional, pero no debería de afectar a personas que nada tienen que ver en el problema.
Los maestros manifestantes de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) exigen que se reviertan las leyes ya aprobadas en materia de educación y que se revisen las demandas de los maestros disidentes. Un punto importante de su protesta es que no se hagan las evaluaciones obligatorias a los docentes y otros más radicales es que se dé marcha atrás a las reformas al artículo tercero constitucional.
En cualquier trabajo en este país tus empleadores te tienen en constante evaluación y en caso de no desempeñar tu trabajo adecuadamente te despiden, entonces ¿Por qué los maestros quieren tener el privilegio de que no los evalúen?, acaso el hecho de ser maestros les exime de la responsabilidad que tiene cualquier persona que día a día trabaja, que se tiene que esforzar por conservar su trabajo, porque ahora más difícil encontrar uno bueno y bien pagado, que tiene que cumplir con requerimientos e inclusive con horas extra de trabajo.
Independientemente de los pros y contras de la reforma educativa en conjunto, es este punto que demandan, sobre la evaluación de su trabajo, en el que deben de aceptar como cualquier mexicano que día a día lo vive en sus trabajos, sin distinción. O acaso estimado lector, si en su trabajo, no está desarrollando una labor a la altura, responsable y eficiente, sus patrones les dicen pues "ánimo, ahí lo que puedas hacer, no pasa nada", pues claro que no pasa eso, si eso llegase a suceder lo más probable es que le den las gracias (o ni eso) y a buscar otra chamba.
Sin embargo, en este problema, está la contraparte y es que el gobierno debe de garantizar, mediante más recursos económicos una educación más eficiente, con escuelas, libros de textos y programas de calidad. Es necesaria la evaluación de los maestros, pero también una evaluación al gobierno sobre la forma en que administra los recursos, que son producto de todos los mexicanos, para el rubro educativo, no es una mentira que muchas escuelas tienen muchas deficiencias y problemas que le corresponde atender al gobierno.
Los países que en la actualidad son más desarrollados, son aquellos que le han apostado a una educación de calidad y a una formación integral a sus ciudadanos. Sólo cuando el gobierno haga lo que está pidiendo a los maestros, tendrá la calidad moral de exigir, eso de lo que ahora carece.
Es necesaria esa evaluación a los maestros, pero también es necesario que el gobierno garantice una educación de calidad, que no solamente se le exija a los maestros, sino que en una responsabilidad moral, el mismo gobierno se exija a sí mismo, poner los medios faltantes para lograr esa educación integral en México, porque ya lo decía Edmund Burke, "la educación es la menos cara de las defensas de una nación".