Hace unos meses platicaba con un reputado criminólogo avecindado en la ciudad de la eterna primavera, como se conoce a Cuernavaca, y me decía que los datos oficiales en torno a una supuesta disminución del delito, más que equivocados, surgían de una falsa apreciación.
En general, afirmaba el experto, los ilícitos cotidianos son el asalto con violencia, el robo a casa habitación, el secuestro en sus diversas modalidades, el robo de vehículos y son perpetrados por individuos en solitario o en bandas agrupadas para esos fines.
Los delitos que tienen que ver con el narcotráfico, como los levantones y homicidios, sin soslayar su gravedad, suelen tener como común denominador un ajuste de cuentas entre sus miembros.
Lo que disminuye notoriamente es la denuncia de aquellos delitos que impactan al ciudadano común. Cuando una persona es asaltada, lo primero que se dice es: "Bueno, gracias a Dios no lo golpearon" o si le roban su carro: "Finalmente no lo secuestraron" o si se meten a su casa: "Qué bueno que no había nadie".
Por considerar que recibieron un mal menor, los afectados prefieren guardar silencio a tener que asistir al ministerio público, institución desprestigiada y con altos índices de corrupción, donde se tienen que dejar una cantidad de datos personales que nadie asegura queden en la secrecía, pudiendo ser blanco de venganza por parte del delincuente o sus compinches.
Es ahí donde la autoridad, de forma falaz, asegura una disminución en los ilícitos que no tiene otra forma de comprobación que el número de denuncias presentadas.
Esto viene al caso, en el tema del futbol, cuando la alta dirigencia de la nueva Liga MX afirma que los encuentros del actual torneo se juegan con menor número de faltas gracias a que los árbitros se han convertido en "facilitadores" en la conducción de los mismos.
Para empezar, que haya más o menos faltas en un partido no depende del juez. Son los jugadores quienes tienen la palabra y si se les pasa la mano, entonces sí el silbante tendrá que echar mano de los recursos técnicos y disciplinarios para meterlos en cintura.
Lo que en realidad está sucediendo es que los nazarenos, obedeciendo las instrucciones emanadas de la oficina central, se están absteniendo de marcar faltas evidentes e incluso graves, so pretexto de dar continuidad al juego y eso puede hacer que, a la larga, salga peor el remedio que la enfermedad.
La regla de juego previene que el árbitro se abstenga de marcar faltas insignificantes o dudosas que sólo llevan a interrupciones sin sentido y quitan el placer al espectador, siendo la "ley de la ventaja" el máximo referente de esta disposición, pero se está cayendo en el extremo de dejar sin sanción incluso acciones violentas.
Deseable será siempre ver juegos con menos interrupciones pero no a costa de poner en riesgo la integridad física de los participantes.
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