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La Columna de Brizio

LIBRE TRÁNSITO

Arturo Brizio Carter

El asistir a un espectáculo público, en especial al futbol, se ha convertido para el ciudadano común en un verdadero martirio. Los grupos de animación, eso que antaño se conocía como "porra", actualmente cuentan entre sus filas con vándalos profesionales que van con toda la intención de hacer de todo, menos apoyar a su equipo.

Las redes sociales, útiles para muchas otras cosas, sirven para el siniestro propósito de juntar a la "banda" y provocar a los rivales que, desde luego, se han organizado al otro lado. De esa manera, las inmediaciones del estadio se convierten en el campo de batalla donde estos descerebrados van a dirimir sus controversias que, dicho sea de paso, nada tienen que ver con el aspecto deportivo.

Estas "barras bravas" son una lamentable importación de lo que pasa en otros lares, principalmente en Sudamérica y como otros grupos porriles, se les han salido de las manos a aquéllos que irresponsablemente las crearon. Para colmo, muchas de ellas cuentan con financiamiento de los propios clubes, lo que hace más difícil de comprender el problema.

Del otro lado están las autoridades y la cosa no está mejor. Por el lado de la FEMEXFUT aplican la vieja "ley del avestruz", práctica que consiste en esconder la cabeza en la tierra y dejar la cola al aire. De esa manera, dejan sin sanción alguna a los clubes cuyos seguidores agreden y golpean no sólo a sus antagonistas, sino a seres inocentes cuyo único "pecado" es querer ver a su equipo favorito en el estadio.

La policía en nada abona a la adecuada solución de este fenómeno. En lugar de elaborar protocolos de seguridad que tengan como base la prevención, prefieren usar el garrote y devolver golpe por golpe a los rijosos, nomás con la poca madre de que casi siempre son los visitantes, importándoles un rábano si en la tribuna hay niños y mujeres.

Esta semana hubo incidentes en Guadalajara, San Luis Potosí y Querétaro pero la que entra pueden presentarse cuando sus rivales actúen como local y esa perversa cadena parece no tener fin.

Los porristas argumentan que se coarta su libertad al libre tránsito puesto que la policía, como en el caso de Pumas, no los dejó entrar ya no diga usted al estadio, ni siquiera a la ciudad.

La bronca radica en que, en los viejos tiempos, si el autobús era revisado, lo más que encontrarían los gendarmes sería un "pomo". Hoy, la inspección más rutinaria nos habla de armas, bengalas, solventes que pueden ser usados como estimulantes o para fabricar un explosivo y drogas de todo calibre que bastarían para llenar la "canasta básica" de cualquier adicto.

Finalmente, no puedo entender para qué asiste un aficionado común al estadio con la cara cubierta. Nada bueno puede esperarse de quien va embozado a animar a su equipo. Urgen medidas extremas.

apbcarter_1@hotmail.com

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