Una de las expresiones del hablar popular, sobre todo en chilangolandia, que más aplicaciones tiene, es la que da origen a esta columna. ¡Chale! se puede usar para mostrar pesadumbre, sorpresa, enojo, alegría, miedo, incredulidad y muchas variantes más del estado de ánimo de una persona.
Cuando se anunció oficialmente la muerte del presidente de Venezuela, Hugo Chávez, el chale vino a la mente de muchos de nosotros. ¿Cuánto tiempo llevaría finado?, ¿por qué hasta ahora nos avisan?, ni modo, no había forma de creer a pie juntillas el boletín emitido por el alto mando bolivariano.
Otro ¡chale! salió cuando vimos la impresionante peregrinación para rendir homenaje al líder fallecido. El fervor popular en toda su magnitud aunque los opositores lo tacharan de fanatismo.
Pero la exclamación superlativa surgió cuando se hizo el anuncio que, al igual que a Lenin, Mao Tse Tung y Ho Chi Minh, el cuerpo del mandatario sería embalsamado y preparado para ponerse en exhibición permanente con el fin de eternizar el amor que el pueblo le profesa.
Con el respeto que merece tal decisión, me parece una desmesura, pero eché a volar la imaginación con los personajes de la vida pública mexicana que merecerían vivir eternamente bajo el cristal, convertidos en momias.
Dudo mucho, para empezar, que el pueblo mexicano quisiera seguir viendo a la mayoría de los ex presidentes. Imagino el ataúd de López Portillo con graffiti de un perro defendiendo al peso, o al de Díaz Ordaz con consignas como "2 de octubre no se olvida".
Quizá Pedro Infante o Mario Moreno "Cantinflas" hubieran merecido la gloria de la eternidad, aunque la mera verdad yo prefiero ver "Nosotros los pobres" que ir a empañar el vidrio de la "piyama de madera" del ídolo de Guamúchil o recordar al inolvidable mimo en "Ahí está el detalle".
El deporte aportaría un buen número de candidatos al sarcófago, ya que para fabricar ídolos, la etnia azteca se pinta sola y de esa manera podríamos viajar a Tepito para presentarle los respetos a Rubén "Púas" Olivares, cuando Dios no lo quiera, se cambie de cabaret o a Tlatilco a venerar el santo sepulcro de Cuauhtémoc Blanco.
Un poco más caro saldría el tour para hacer la genuflexión de rigor ante los restos de Javier Hernández ya que, seguramente, el "Chicharito" preferiría permanecer en Inglaterra, y qué decir de Hugo Sánchez, quien pediría quedar en la sala de trofeos del Real Madrid.
A algunos dirigentes tendríamos que ponerlos bajo vigilancia especial para evitar actos vandálicos. Aquellos que permitieron el "cachirulazo", impidiendo a México asistir al Mundial de Italia 90 y a los que inventaron la Copa MX, más aburrida que bailar con una hermana.
En fin, hágame saber si usted tiene algún candidato a la inmortalidad; sólo respete mi derecho a decir: ¡chale!.
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