Una de las frases más usadas por aquellos encargados de la procuración de justicia es que nadie estará por encima de la ley, sin embargo, falta leer lo que dicen las letras chiquitas, que es que la disposición solamente tendrá efecto para los ciudadanos de a pie, como usted y yo, pero no para los grupos de presión o detentadores de algún tipo de poder.
Ejemplos sobran y uno de ellos es el de los maestros afiliados a la CNTE, quienes amparados en su poder para movilizarse, bloquear carreteras y realizar actos vandálicos, tienen postradas a las autoridades estatales y federales. Baste ver que de los innumerables plantones en la autopista del sol, sólo en uno ha actuado la fuerza pública.
Si usted o yo faltamos a nuestras labores, se nos descuenta el día. A ellos no. Si nuestro trabajo es de baja calidad, se nos reprende o llama la atención. A ellos no. Si cometemos algún ilícito, por menor que este sea, respondemos ante la autoridad. Ellos, apoyados por otros igual de gandallas, no.
Un grupo de encapuchados se mete a la torre de Rectoría, en la Universidad Nacional Autónoma de México y, so pretexto de exhibir sus peticiones, dañan instalaciones, rompen vidrios y pintarrajean las paredes. Nadie osa tocarlos y el abogado general de nuestra máxima casa de estudios les entrega un documento conminándolos a entregar las instalaciones. ¡A los jóvenes no se les reprime, se les orienta!
Quiero empatar el comentario con lo que sucede en el arbitraje mexicano, donde los representantes de la autoridad y el orden, al igual que en el gobierno, han abdicado al legítimo derecho a ejercer la fuerza.
No hay partido de futbol donde la indisciplina, la falta de respeto y la majadería hacia la investidura arbitral dejen de ser moneda de curso común y los jueces, representantes de la ley en el campo de juego, guardan un cómplice silencio con el fin de tener contentos a sus dirigentes.
De pronto, a alguien le da un ataque de dignidad y, como en el caso de Paul Delgadillo, no permite que un estrella como Rafael Márquez Lugo le aplauda tras mostrarle el cartón amarillo y decide echarlo.
Entonces las voces del periodismo y del aficionado común, en lugar de criticar al irresponsable y grosero futbolista, increpan al árbitro por hacerse el exquisito y no tener "manejo de partido".
Lo que falta es congruencia. Cuando los agitadores profesionales sepan que el gobierno les pone un hasta aquí, dejarán de tomar por rehenes a los ciudadanos. El día que no sólo Delgadillo sino todos los de negro impidan que menoscaben su autoridad, los jugadores, estrellas o no, se lo pensarán dos veces antes de hacer señas de que están locos, que no ven nada o aplaudirles.
El tema parecería demasiado sencillo. Lo único que hay que hacer, es aplicar la ley. ¿No cree usted?.
apbcarter_1@hotmail.com