La Comisión de Árbitros de FIFA acaba de dar a conocer la lista de jueces que dirigirán en la Copa del Mundo Sub-17, a celebrarse en los Emiratos Árabes Unidos este año, destacando el nombramiento de un juez azteca: Marco Antonio Rodríguez.
Cuando a un nazareno que ha asistido a dos copas del mundo y está a un tris de llegar a su tercera, la verdad parece poco que lo lleven a dirigir un evento de chavitos, por muy mundial que sea, demostrando que en la Federación Internacional se está trabajando muy poco con las denominadas "fuerzas básicas".
Lo lógico es que a este tipo de eventos se convoque a aquellos árbitros que pelearán por estar en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro en 2016 y en el Mundial del 2018 en Rusia. Así ha sido históricamente, se van formando "cuadros" de jueces que irán renovando la baraja internacional de silbantes.
El problema radica, a mi entender, en que los señores silbantes son, hoy por hoy, empleados de sus federaciones y, por supuesto, de la FIFA y ésta no quiere correr riesgos en sus torneos. "Más vale malo por conocido, que bueno por conocer", parecen aplicar los viejones de Zúrich y con esa premisa se van para seguir convocando siempre a los mismos.
Además, para "Chiquimarco" esta nominación conlleva riesgos. Imagine que usted que se mande una "regada" de esas que hacen época y de las que ningún juez está exento. Con el Internet y las redes sociales le daría la vuelta al mundo y podría comprometer su participación en Brasil el año que entra.
Luego de dirigir la gran final en el Mundial Sub-20 jugado en Turquía, Roberto García Orozco parecía llevarle ventaja al engominado "Chiqui", sin embargo, al criterio de los "mandamases" arbitrales, este nombramiento vuelve a empatar los cartones.
El proceso al que me he referido se efectuó durante muchos años con éxito. Los grandes mundialistas mexicanos lo siguieron y en muchos casos dirigieron torneos con límite de edad, luego Juegos Olímpicos y entonces los aventaron al Mundial.
Vienen a mi memoria los casos de don Antonio R. Márquez, olímpico en Sydney y mundialista en México 86; Edgardo Codesal, que fue a Seúl en los Juegos y a Italia 90, y un servidor, que asistió a Barcelona como juez olímpico y a Estados Unidos 94, en fin, había una lógica en el crecimiento internacional de los silbantes.
Ojalá que Marco Antonio pueda llevar a este campeonato infantil todo su caudal de experiencia, capacidad y condición física. Ello contribuirá a elevar el nivel del evento y demostrar que uno de los estrellas del arbitraje mundial es precisamente el mexicano. Sólo me resta desearle éxito y que regrese victorioso de un torneo que me sigue pareciendo demasiado poco para él.
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