Dicen que la mejor manera de enfrentar los problemas es no evadirlos, los sicólogos incluso recomiendan hablar de ellos sin miedo, para de esa manera empezar un proceso de sanación del espíritu. En lo personal, hice caso a los profesionales del psique y no sólo volví a ver el partido sino que me chuté la narración de los goles por Willie González, no me ayudó en nada, caí en un abismo existencial donde llegué a pensar que no había ya punto de retorno, el inframundo de la desesperanza, una y otra vez De Nigris cabeceaba y una y otra vez Oswaldo en su vuelo estéril, la voz de todas las esposas de La Laguna martillando en mi fundido cerebro "te dije, siempre es lo mismo, al final siempre la riegan y pierden". ¡Dios crucificado! Vaya tortura medieval.
Viendo el juego en vivo me negué a observar la ceremonia de premiación, otra vez los méndigos Rayados luciendo sus medallas con sus insultantes sonrisas, no, no, era demasiado pero en un alarde de enfermizo masoquismo la vi, al menos esta vez no era el hígado de Fernandito Schwartz quien gritaba loas a los regios, no, ahora fue un errático Raúl Orvañanos quien mostró cierta imparcialidad. Después, entrevistas con Vucetich y Luis Miguel Salvador llenos de beneplácito porque van al Mundial por tercera vez consecutiva, ya no pude más, me sentí enfermo, con decirles, y esto es estrictamente cierto, que de mi mano sin fuerzas cayó mi Victoria y simplemente ya no tenía estómago para nada, dejé mi postre (brownie con helado) sin tocar; afectado por el intenso dolor presa de alucinaciones veía mi postre favorito como un plato de gordos gusanos.
Y vinieron a mi mente las palabras de mi apreciado compadre Isauro, tigre hasta la preocupación, en una reunión le hacía la misma pregunta una y otra vez, "¿qué sentiste cuando Oribe les anotó los dos goles?". Me respondió por fin, con un gesto que era una mezcla de dolor y odio, como un sobreviviente de Viet Nam asaltado por los más espantosos fantasmas del pasado. Me dijo: "es indescriptible, sólo pasando por algo semejante se puede entender". Ahora lo entendí perfectamente, al momento del gol tres del Monterrey es como si apareciera no uno, sino varios Dementores, sí, esos seres que se alimentan de la felicidad de los demás, dejando sólo tristeza y desolación.
Sólo nos queda seguir, a los que descolgaron presas de la frustración del momento sus banderines del Santos Laguna, que rompieron en pedazos los posters de Jared o de Oribe y que horas después arrepentidos por el arrebato los volvieron a colocar con gran cuidado en la pared de la recámara y amorosamente buscaban cada pedazo de papel de las imágenes de sus ídolos para volverlas a pegar y colocar en la pared de honor, a esos Guerreros indestructibles nuestro reconocimiento. Sólo nos queda emprender juntos el viaje hacia la quinta estrella.
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