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La Creación

GILBERTO SERNA RAMÍREZ

La tierra, empero, estaba informe y vacía, y las tinieblas cubrían la superficie del abismo. y vio Dios que la luz era buena y dividió la luz de las tinieblas. A la luz la llamó día y a las tinieblas noche. Es el primer libro de los inspirados, uno de los 5 de Moisés llamados Pentateuco, a saber el Génesis, el Éxodo, el Levítico, Números y Deuteronomio. Esto me lleva al Torreón antiguo cuando escuchaba en el aula al docto profesor que nos daba la clase de literatura. Las calles, en aquel entonces silenciosas, oscuras, con un foco de 100 wats en el cruce de las que apenas iluminaba su entorno, parecía luz de vela fiada, Un pequeño gato, de pelaje pardo, por las noches dicen que todos lo son, corría alrededor haciendo cabriolas atrapando grillos; no me puedo quitar de la cabeza esos instantes, con una bóveda celeste cuajada de estrellas. Eran noches en que si uno se alejaba lo atrapaban las largas sombras que acechaban el paso de los niños del rumbo.

Era el Torreón de antaño que de seguro la negrura de sus noches, similares a una boca de lobo, provocaba la aparición de almas en pena condenadas a vagar por el mundo eternamente sujetas a fantasmales grilletes y gruesas cadenas, vociferando eternamente contra la vida maldiciendo contra todo y contra todos. Sombras que se espesaban según se caminaba por la orilla de los tajos que atravesaban la aldea, que eso era el Torreón de aquellos años, oliendo a pan ranchero y atole champurrado. La avenida Morelos en ese entonces era el centro social de los laguneros la más poblada de esos años por los que eran una categoría social distinta a las demás, familias constituidas por grandes terrateniente cuyos jefes se dedicaban al tradicional cultivo del algodón.

Los días estivales, cuando la gente de noche sacaba las sillas a la puerta del frente donde las pláticas versaban sobre lo que pasaba en la ciudad, era el chismorreo de todas las tardes. El Torreón de entonces por las noches era extremadamente caluroso.

Mi abuela materna en aquella oscuridad exterior nos narraba cuentos antes de irnos a la cama. Sus preferidos eran de los Hermanos Gremm, que nos llenaba de fantasías, con la peculiaridad de que los personajes residían en nuestra localidad dándoles tales visos de realidad que estábamos convencidos de que Hansel y Gretel eran nuestros vecinos y la bruja que los secuestró vivía a unas cuantas cuadras de nuestra casa. El cuento es de lo más sencillo, sin complicaciones. Dos niños de una pobreza extrema tenían una madrastra que pretendía extraviarlos en el bosque. Los niños fueron a dar a la casa de la perversa bruja que deseaba comérselos, pero Hansel fue más listo e hizo se cayera la malvada mujer en un horno. Hansel y Gretel pudieron escaparse ilesos de su lóbrego encierro.

Una parte de la canción Nada de Zoé dice: Y no sé tú, ni qué dirás, pero no hay nada mucho qué decir. La oscuridad me acecha incrédula. Nada que pueda perder. Nada que no pueda hacer, algo que te alivie, algo que me cure. No hay nada que pueda perder, que no pueda hacer, que pueda soñar. Le agradezco a quien sea por estos días de oscuridad en que las tinieblas se apoderaron de mi cuadra. Otra vez llegaron hasta el frente de nuestras viviendas las frías garras de la luz apagada. Quienes por ahí deambulan no sé si son espectros o quimeras, seres de este mundo o de ultratumba, cuyas voces se escuchan, pero no los veo. Gracias a quienes correspondan porque junto a mis colegas del vecindario por un largo instante viajamos al pasado.

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