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La crisis de los sistemas de salud pública

JESúS CANTú

 E L pasado jueves 25 de julio, el periódico regiomontano El Norte dio a conocer que los consultorios de las cadenas de farmacias y tiendas de autoservicios atienden diariamente a aproximadamente 250 mil personas, cifra muy similar a los 290 mil del IMSS y casi tres veces las 89 mil del ISSSTE.

Los consultorios en las farmacias iniciaron hace aproximadamente 15 años; en México los popularizó la cadena de Farmacias Similares, que en 1998 apenas brindaron unas 250 mil consultas al año, sin embargo, su crecimiento ha sido exponencial, pues para el 2005 ya contabilizaba casi 22 millones al año y en el 2010, más de 45 millones.

Pero a partir de 2010, año en que entraron en vigor las disposiciones que obligan a presentar receta médica para la venta de antibióticos, casi todas las cadenas de farmacias y algunas de autoservicios, como HEB, colocaron consultorios médicos a un costado de sus farmacias, sin mayor regulación que la obligación de dar aviso de su instalación y colocarlo fuera del local del establecimiento farmacéutico, lo que no siempre se cumple.

Las principales razones por las que los pacientes deciden acudir a estos consultorios son: el costo de la consulta, la cercanía, la falta de tiempo y la ausencia de un médico familiar.

El mismo diario, en una nota publicada el 27 de noviembre del 2012, señala que Gustavo Adolfo Oláiz, asesor de Alianza Médica -organización que agrupa a más de 30 mil médicos mexicanos- e investigador del Instituto Nacional de Salud Pública, afirma que "el hecho de que una de cada cuatro consultas a nivel nacional se proporcione en consultorios anexos a farmacias, evidencia la amplia disponibilidad de servicio y la baja calidad de las instituciones públicas".

De acuerdo a la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2012, referida en la misma nota informativa, el 41.5% de los consultorios independientes pertenecen a las farmacias; el tiempo de espera para recibir atención médica es de 21.2 minutos y en el 74.6% de los casos las farmacias surten los medicamentos que les recetan los médicos a su servicio.

Estos datos son altamente preocupantes porque revelan en todas sus dimensiones la grave crisis por la que atraviesan los sistemas de salud públicos en el país e, incluso, algunas de las razones de ello.

La primera revelación es la gran necesidad que existe de atención médica en el país, pues es evidente que estos consultorios llenaron un vacío, pero el problema es que lo hacen sin ninguna regulación y con grandes riesgos, pues en términos generales los médicos que atienden estos consultorios son recién egresados de las facultades de medicina del país; ningún control sobre sus horarios de trabajo; y tienen un evidente conflicto de interés, ya que reciben el sueldo de la farmacia (aunque sea bajo) por lo que no es casualidad que la Encuesta detecte que los pacientes que acuden a estos consultorios presentan el mayor porcentaje de medicación y también de lo que se denomina polifarmacia, es decir, 3 o más medicamentos.

Por otra parte, al contrastar los tiempos de espera se evidencia una de las razones de las preferencias: el mismo diario, el 3 de abril del 2011, revelaba que los afiliados al Seguro Popular en Chihuahua (la entidad con menor tiempo de espera) tenían que aguardar 42.4 minutos, es decir, exactamente el doble del promedio en los consultorios de las farmacias, y en San Luis Potosí (la entidad con mayor tiempo de espera), era de 3 horas y 13 minutos, es decir, nueve veces más.

El florecimiento de los consultorios de las farmacias no es más que el reflejo de la crisis de las instituciones públicas de salud, pues de otra manera los pacientes acudirían directamente a éstas. Su expansión fue producto de la prohibición de vender antibióticos sin receta médica, lo cual desde luego es muy loable, pues la automedicación genera graves problemas; pero el que sean estos consultorios los que llenen el vacío es muy preocupante y, eventualmente, puede ser contraproducente.

En el pasado el riesgo era la automedicación, hoy es la sobremedicación; ambas pueden ser igualmente dañinas para la salud y provocar problemas mayores a los que resuelven. En el primer caso, la mayor consecuencia es la creciente resistencia de los organismos causantes de las enfermedades a los antibióticos y, desde luego, el surgimiento de mutaciones muy resistentes; pero en el segundo, hace su aparición la llamada némesis médica, es decir, las enfermedades provocadas por los medicamentos, la dependencia de los mismos y el deterioro general del organismo.

Expertos en el tema hablan de la necesidad de regular el funcionamiento de estos consultorios: primero obligándolos a cumplir con las normas ya establecidas, que en principio es que no estén en el mismo local que las farmacias, ni exista comunicación directa; en segundo, verificar que los médicos cuenten con su título profesional; y tercero, establecer lineamientos mínimos que garanticen una adecuada práctica médica, como son: garantizar condiciones mínimas del espacio, un protocolo de atención, un expediente clínico, seguimiento, costo y prescripción.

Sin duda los resultados de la prohibición de vender antibióticos sin receta son buenos y la existencia y éxito de estos consultorios lo evidencian; pero no se conocen los impactos, ya son 3 años de su establecimiento y es un buen tiempo para empezar a evaluarlos, es decir, con esta práctica se corrigieron los problemas que se atacaban y en general ha mejorado o empeorado la salud de los mexicanos. Esto es lo más importante y hoy se desconoce.

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