Después de la caída de la Unión Soviética, Fidel Castro se vio en la necesidad de hacer importantes ajustes a la economía cubana. Se había terminado el apoyo de Moscú, las compras de azúcar a precios preferenciales y el abasto mismo de petróleo. En esa época, llamada el periodo especial, el líder cubano comenzó a cortejar inversionistas internacionales para que inyectaran recursos a la debilitada economía de la isla. Y entonces vino una de esas genialidades políticas de Fidel.
Los empresarios extranjeros le preguntaron por qué deberían de invertir en un país como Cuba. Fidel les respondió que porque ya había pasado lo que más temen los capitalistas: es decir, una revolución comunista. Ya no podía ponerse peor, era el mensaje de Castro.
A pesar de lo ingenioso del mensaje, pocos se animaron a meter su dinero en la isla. El mercado interno era muy precario. La única rentabilidad real podía venir de los turistas extranjeros y por ello se construyeron algunos hoteles, la mayoría españoles e italianos. México había hecho aportaciones, sobre todo en el rubro petrolero y más tarde un intento fallido por controlar la compañía telefónica. Bancomext fue soltando recursos para reanimar los flujos comerciales, sin mayor éxito. México podía exportar una gama amplia de artículos, mientras que Cuba se concentraba en los envíos de azúcar. El daño para los ingenios mexicanos fue considerable, pues México tenía suficiente dulce para abastecer su mercado.
La deuda se fue acumulando, al igual que el número de negociaciones para acordar un esquema de pagos. Después de los roces entre México y La Habana, primero por las críticas a los derechos humanos en Cuba y más tarde por el incidente del "Comes y te vas" de Vicente Fox, el gobierno de Fidel Castro simplemente ignoró el asunto de la deuda, abrigado por las discrepancias políticas que existían con el panismo.
El gobierno de Peña Nieto hereda una auténtica reliquia financiera. Lo cierto es que la economía cubana tiene prioridades y urgencias mucho más evidentes que pagar sus deudas pasadas a México. Los pequeños negocios y changarros que se han autorizado en Cuba han reanimado la actividad económica, pero no podría decirse que existe un mercado vibrante y en plena expansión. Cuba está al margen de los principales circuitos comerciales y financieros del mundo: nada de consideración llega a la isla, nada sale tampoco.
Así las cosas, el gobierno mexicano decidió condonar 70% del adeudo cubano y tratar de cobrar el resto a lo largo de 10 años. Si logra rescatar ese 30% restante ya será ganancia. En verdad era poco práctico y desgastante insistir en un pago que Cuba es incapaz de honrar. Mediante esta quita, el gobierno de La Habana ha reaccionado positivamente a los mensajes que le envía nuestro país. Sin embargo, por el momento es poco preciso en qué se traducirá esta mejoría en el clima de la relación bilateral.
Existen tres vías en las que Cuba puede ser de utilidad política para México. La primera y más evidente es enviando mensajes a los integrantes del ALBA (Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua) de que en México soplan vientos políticos más amables hacia sus posturas y por ende pueden retomarse relaciones más estrechas y productivas. La segunda está en los foros multilaterales, donde Cuba tiene una importante ascendencia sobre países de África y Medio Oriente en los que México tiene poca influencia y una muy pobre representación diplomática. Y finalmente, en un tono más casero, influyendo sobre activistas y agrupaciones políticas mexicanas que ven a La Habana como referente de sus aspiraciones y su ideología. Siempre ha sido un terreno misterioso hasta dónde incide Cuba sobre estas organizaciones, aunque se sabe que tradicionalmente algunos de ellos se han indoctrinado en la isla. La condonación de la deuda pudiera reflejarse en estos ámbitos de interés para México. En la respuesta cubana de los próximos años se verá si el negocio resultó redituable para nuestro país.
(Presidente del Comexi)