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La enésima reforma política

En tres patadas

DIEGO PETERSEN FARAH

En este país tenemos una patética fascinación por las reformas políticas. No hay elección que no termine en conflicto ni legislatura que no le meta mano a las leyes electorales. Al igual que las misceláneas fiscales, que cada año agregan las ocurrencias, negociaciones o intereses particulares de los grupos de poder en turno, las misceláneas electorales buscan resolver casuísticamente los problemas de la elección anterior. Si el Peje se enojó porque no le gustó cómo votaron los consejeros el IFE, hagamos una reforma para quitarlos y poner a otros; si al PAN no le gusta cómo se eligen los senadores, hagamos una reforma para que tenga senadores, aunque sea de representación proporcional, lo más absurdo que ha parido la eterna reforma electoral; si el PRI quiere más tiempo aire, hagamos otra reforma, etcétera. Las reformas electorales se ha usado para resolver problemas de coyuntura en esta creencia, muy nuestra, de que los problemas culturales se resuelven con leyes.

Siempre que nos planteamos hacer reformas estructurales al Estado terminamos haciendo una muy coyuntural reforma electoral. Todo parece indicar que esta vez no será la excepción. En medio de la reforma fiscal y la reforma energética, las dos más complicadas y que realmente le pueden cambiar el rostro al país si las hacemos bien, los partidos ya metieron la enésima reforma electoral. La lógica es muy sencilla: PAN y PRD están dispuestos a ceder en algunas cuestiones de la leyes de energía y hacienda, en las que en corto todos están de acuerdo, sí y sólo sí les dan a cambio algunas concesiones en el tema electoral.

El país no necesita una nueva reforma electoral. En todo caso lo que necesita es una reforma al Estado mexicano, mucho más profunda y de fondo. El PAN está planteando la segunda vuelta como una de las condiciones para seguir con la agenda del pacto. Y está bien, la segunda vuelta puede ser un mecanismo de gobernabilidad muy importante para el país, pero que por sí sola no resuelve el problema de gobernabilidad sino el cálculo político de Acción Nacional de que a pesar de estar en tercer lugar en las preferencias electorales en la última elección siegue siendo la mejor segunda opción entre los electores. El PRD buscará acotar a la presidencia dándole más facultades al Congreso, un tema que traen desde hace el menos diez años, pero, otra vez, que por sí solo no es solución de nada.

Si vamos a entrarle a una reforma del Estado perfecto, pero eso va mucho más allá de una reforma electoral, debe implicar a los tres poderes, la relación entre éstos y de ahí debe surgir una nueva República. Eso no se hace en un período legislativo y mucho menos al mismo tiempo que reformas del calado de la fiscal y la energética. La enésima reforma electoral no es pues sino una ventanilla de cobro que abren los partidos a los "favores" que tendrán que hacer en las otras dos reformas.

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