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La fiesta del presidente

PATRICIO DE LA FUENTE
"El mayor castigo para quienes no se interesan por la política es que serán gobernados por personas que sí se interesan".— Arnold Toynbee

Ya pasó sin mayor algarabía, pues ni los tiempos, ni la contundencia de las cifras poco halagüeñas lo permiten, el Primer Informe de Gobierno de Enrique Peña Nieto. Inicia el domingo, en el marco de un presente volátil y un tanto convulso especialmente en la capital del país, con la entrega al Congreso de la Unión, del documento que detalla los logros, muy pocos, poquísimos, y otros no visibles, a nueve meses de iniciada su administración.

El sexenio que comenzara con bombo y platillo, eventos de relumbrón muy bien comunicados, y las grandes esperanzas características en todo nuevo gobierno, hoy se enfrenta a la cruenta realidad, a las dificultades que implica la toma de decisiones en un México que hoy, no importando el partido político al que pertenezca el mandatario en turno, se antoja como una empresa muy complicada de dirigir, como barco que navega y al mismo tiempo, deriva.

Fuera aciertos y errores, chascos y descalabros, en Enrique Peña Nieto, timonel del buque, reconozco pericia, ganas y plena disposición, las suficientes espero, para sortear las tempestades que se avecinan. Estelunes, tras el discurso pronunciado desde Los Pinos, resulta inevitable no remontarnos a otros tiempos, a otros hombres, al cénit y apogeo del presidencialismo y su posterior declive. Porque ahora, querido lector, justamente en esas andamos: en la presidencia reducida y amagada por la democracia, los contrapesos y las circunstancias que hacen del ejercicio de gobernar eficazmente, casi un imposible.

Ya habremos de analizar, calmadas las pasiones que acompañan este acto, lo dicho por el Presidente Peña ante no más de ochocientas personas casi todas afines, desde la comodidad de su hogar, al no haberse dado las condiciones para realizarlo en un sitio más emblemático. Imperó la prudencia, indican, pues el horno no está para bollos y es ardua la lucha del "nuevo" -si es que existe- PRI, por distanciarse de su pasado autoritario y represor.

Con la CNTE apostada en el Zócalo, Palacio Nacional se convirtió en un imposible que ni siquiera se planteó como opción ante el desgobierno de Miguel Ángel Mancera, cuyos bonos y popularidad caen estrepitosamente al pasar de los días. El Campo Marte, instalación militar, enviaría las señales equivocadas y además, alude y tiene fuerte tufo al sexenio anterior. Honor a quien lo merece, Enrique Peña da muestras de sensibilidad política ajustando el mensaje a las circunstancias actuales.

Muchos de los viejos informes no me tocaron, el paso del tiempo los extravía, se difumina el recuerdo, pero ahí están en los libros de historia a modo de testimonio gráfico y escrito del México moderno, el que supuestamente comenzara entrado el cardenismo.

Aquel país, que recoge en su Constitución de 1917 los sentimientos y plegarias nacionales tras la gesta revolucionaria e intenta darles cauce a través del naciente partido tricolor, ese que por siete décadas y en medio de grandes aciertos y errores, Mario Vargas Llosa luego habría de calificar como encarnación de "la dictadura perfecta".

Fueron, en la mayoría de los casos y salvadas las excepciones a la regla, apología de lo insólito, fenomenología del desastre y el culto a la personalidad. Aplausos, loas y fanfarrias para el tlatoani sexenal, ese hombre que todo lo podía, que durante seis años encarnaba las virtudes celestiales en la tierra. Confeti, matracas, vivas y servilismo al por mayor parael señor presidente el día de su fiesta, la jornada del informe. Seis años de aplausos, después el olvido y la ignominia, la ingratitud de tantos que, al llegar un nuevo monarca, denostaban al anterior.

Desde que a fines de los ochenta el legislador de oposición Porfirio Muñoz Ledo interpelara, por primera vez en la historia moderna, a un Presidente -Miguel de la Madrid- el fin de la fiesta que era el informe, se pudo vaticinar. Vendrían luego ya bien entrados los sexenios panistas, informes que no lo fueron y la oportunidad que los detractores del mandatario en el Congreso, harían suya para injuriar y mostrar su desacuerdo a la figura del Ejecutivo.

Hoy, a la distancia, ahí seguimos. Se precisa de la madurez para transitar, desde los tiempos de la presidencia imperial hasta ahora, cuando se observa al Poder Ejecutivo disminuido, a una suerte de ceremonia republicana donde el Presidente pueda acudir al Congreso a escuchar los posicionamientos de las distintas bancadas, para después dirigirse al pleno, todo en un marco de respeto entre ambas partes.

Porque lo acontecido ayer lunes desde Los Pinos, no fue un informe sino una especie de híbrido entre azul y buenas noches, que esperemos no sea presagio de lo que podría ser, dadas las inercias y coyuntura que enfrenta su gobierno: la puesta en marcha de grandes planes y ambiciosas reformas que en eso se queden, en sueños rotos.

Twitter @patoloquasto

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