"Gloria a Dios en las alturas" cantaría Serrat. Miles de personas han festejado en las tardes y noches de agosto la vendimia en el valle de Guadalupe y otros lugares del municipio de Ensenada. Las celebraciones por el inicio de la cosecha de la uva para vino se remontan a los tiempos más remotos de la humanidad, pero en Ensenada han servido en los últimos años para reconstruir el orgullo y el atractivo turístico de una comunidad de trabajo intenso y profundo amor a la tierra.
Las fiestas de la vendimia en Ensenada tienen un poco de todo para todos. En el concurso de paellas en Viña de Liceaga los restaurantes compiten con aficionados para cocinar la mejor paella mientras que los vitivinicultores pequeños presentan sus vinos. La magna fiesta de L.A. Cetto, en una plataforma con vista al valle, incluye cata, corrida de toros, concierto (Lucero en esta ocasión), baile y fuegos de artificio. Hay conciertos clásicos como el de ópera de Santo Tomás y el del crepúsculo de Monte Xanic, este año con dos virtuosos jóvenes chelistas croatas (2Cellos). Quizá lo importante es que toda la comunidad se une a las fiestas y celebra con alegría el inicio de la cosecha.
La humanidad siempre ha necesitado de festejos y los ha realizado con regularidad en determinadas épocas del año. Las fiestas de la vendimia, al acercarse el fin del verano, marcan el punto crucial en la vida de las comunidades agrícolas cuando el descanso estival termina y comienza el intenso trabajo de la cosecha. Las celebraciones del solsticio de invierno, de las que habrían de surgir las saturnalias romanas y la Navidad cristiana, señalan el momento en que la cosecha y la preparación de alimentos debían terminar para que las comunidades se encierren durante los meses más fríos del invierno.
Las fiestas del verano y la cosecha son por naturaleza alegres y sensuales. "Y al darles el sol la espalda -canta Serrat-- revolotean las faldas como un manto de guirnaldas para que el cielo no vea." Las comunidades humanas, que siempre se han dado reglas estrictas de comportamiento, suelen aprovechar las fiestas para librarse de esas mismas reglas. "En la noche de san Juan cómo comparten su pan, su mujer y su gabán gentes de cien mil raleas."
Los vitivinicultores mexicanos aprovechan la vendimia para pregonar los premios que han recibido en el año. Y con buenas razones. En los concursos internacionales sus vinos compiten en catas ciegas. No están sujetos a los prejuicios o al malinchismo. La cosecha de medallas es signo de la mejora en la calidad de sus vinos.
Pero las fiestas de la vendimia de Ensenada van más allá. Han colocado en el panorama turístico una región golpeada por la violencia y la negativa cobertura de los medios. Hoy cada vez hay más gente que acude a estas fiestas. La ruta del vino de hoy, me dice un estadounidense de San Francisco, es como Napa Valley hace décadas, cuando era realmente auténtico.
Los vitivinicultores mexicanos viven una lucha constante. No sólo no reciben los subsidios de los productores europeos, sino que enfrentan impuestos mayores. Las limitaciones al tamaño de las tierras agrícolas así como la falta de certeza jurídica en el campo hacen también incierta su tarea.
Pero como vemos un producto muy antiguo, que tiene el don de "traer alegría al corazón de los hombres", según dijo el obispo de Tijuana Rafael Romo Muñoz en la misa de vendimia de L.A. Cetto, puede transformar de manera positiva una comunidad. Hay razones para festejar. La cosecha de la uva es por eso tan importante hoy en Ensenada como en las culturas de la antigüedad.
¿DEFENDERÁN?
La Sección 22 del sindicato de maestros decidió no regresar hoy a clases y en cambio multiplicar los bloqueos en Oaxaca y la ciudad de México. ¿Se atreverán ahora sí los gobiernos federal, estatal y capitalino a defender los derechos de los niños de Oaxaca y de los ciudadanos de esa entidad y del Distrito Federal?
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