Stuart little: un ratoncito en la familia, 1999.
Legendario por colaborar con cineastas como Guillermo del Toro y Robert Rodríguez, poseedor de una amplia trayectoria y ganador de un Óscar, Guillermo Navarro destaca entre los fotógrafos mexicanos, pues ha demostrado ser uno de los más talentosos en cualquier género fílmico que aborda.
El director de cinematografía (o director de fotografía) es una pieza clave para cualquier película. Lo que vemos ha sido captado mediante sus cámaras, registrado a través de su selección de filtros y lentes, bajo sus criterios de iluminación. Junto con el realizador del filme, debe planear cómo se registrarán las escenas y secuencias: si habrá cámara al hombro o costosas grúas, si la toma quedará fija o corre, si mostrará un plano panorámico o un close-up; cada decisión generará ciertos resultados.
En México, durante la época del cine de oro Gabriel Figueroa elevó el nivel de la cinematografía. En años recientes, una nueva generación ha destacado de manera internacional con nombres como Rodrigo Prieto y el Chivo Lubezki. Pero Guillermo Navarro es quien posee una trayectoria más amplia en el extranjero y hasta ahora, el único premiado con el Óscar.
Nacido en 1955 en el Distrito Federal, Navarro se interesó desde muy joven en la fotografía fija. Su primer trabajo fue tomar fotos en el set de una cinta producida por su hermana, Bertha Navarro. Tras ese acercamiento al séptimo arte, participó en documentales y se desenvolvió como fotógrafo de moda y para portadas de discos. Viajó a Londres en busca de oportunidades en la cinematografía; después a París, donde fue asistente y aprendiz del argentino Ricardo Aronovich. Tras ese periodo formativo regresó al país y se involucró en filmes como Amor a la vuelta de la esquina (Alberto Cortés, 1985) e Intimidades de un cuarto de baño (Jaime Humberto Hermosillo, 1991). Su despegue profesional llegó con Cabeza de Vaca (Nicolás Echeverría, 1991), reconstrucción de la complicada expedición del conquistador español Álvar Núñez Cabeza de Vaca, su naufragio y la excursión a pie de Florida a México. El largometraje estuvo en el Festival de Cine de Berlín y obtuvo reconocimientos en el Festival de Cine de Guadalajara y los Premios ACE.
MANCUERNAS LEGENDARIAS
Navarro fue contratado por su tocayo Guillermo del Toro para hacerse cargo de la fotografía de Cronos (1993), su ambiciosa ópera prima. Pese a que no fue bien recibida por la crítica mexicana, obtuvo muy buenos comentarios de la prensa extranjera y ganó 21 premios, entre ellos un reconocimiento especial en Cannes. Esta cinta marcó el inicio de una larga serie de colaboraciones: solamente dos proyectos de Del Toro (Mimic y Blade II) no han sido fotografiadas por Navarro. Además, Cronos mostró la diversidad estética que el fotógrafo puede ofrecer: desde encuadres con una función ‘documental’ hasta imágenes cercanas a la estética hollywoodense. Se manifestó además su preferencia por los tonos azules y amarillos.
Emigró a Los Ángeles con miras a continuar su carrera desde allá. En 1995 se estrenó su primera contribución con Robert Rodríguez: Pistolero (Desperado), que tuvo un presupuesto de siete millones de dólares y recaudó 25. Ahí hizo más contrastante su paleta, la cual abarca de dorados intensos a azules muy oscuros.
También colaboró con Rodríguez en Cuatro habitaciones (Four Rooms, 1995), comedia de antología formada por cuatro historias (cada una dirigida por un cineasta distinto); y en la disparatada Del crepúsculo al amanecer (From Dusk Till Dawn, 1996), filme noir con vampiros que obtuvo críticas divididas pero mostró la versatilidad de Navarro al incorporar frenéticos movimientos de cámara, encuadres radicales y originales, y una gama de colores más amplia. Visualmente es un tour de force que mantiene al espectador atento al dinamismo de la película.
THE LONG KISS GOODNIGHT
En 1996 puso su experiencia al servicio de Sueños apasionados (Dream for an Insomniac), de Tiffanie DeBartolo; la trama romántica es inicialmente narrada en blanco y negro y a la mitad cambia a color. Mientras que el excéntrico Quentin Tarantino lo buscó para Jackie Brown, la estafa (Jackie Brown, 1997), donde Navarro se valió de acentos cálidos y sepias para revivir la estética de los años setenta.
Lo siguiente fue una malograda cinta inspirada en un clásico del cómic: Spawn (Mark A.Z. Dippé, 1997); aun así, para él fue una excelente oportunidad de incursionar en el cine de efectos especiales análogos y digitales, y así preparó el camino para Stuart Little: un ratón en la familia (Stuart Little, Bob Minkoff, 1999), donde se combinaron actores con personajes digitales en una colorida producción, basada en los libros de E. B. White.
Tras su éxito, fue invitado una vez más por Del Toro para encargarse de la fotografía de El espinazo del diablo (2001), historia de fantasmas ubicada en la Guerra Civil española. Navarro empleó en ella una paleta similar a la de Cronos y creó con Del Toro una impresionante cinta con un fantasma infantil como nunca antes había visto la pantalla grande.
Con Rodríguez volvió a colaborar en Mini espías (Spy Kids, 2001), filme lleno de recursos digitales que resultó un sorpresivo éxito de taquilla. Y para Imagining Argentina (Christopher Hampton, 2003), cuya trama aborda los años de la ‘guerra sucia’ durante la dictadura militar en dicho país, optó por una técnica sobria en cuanto al manejo de cámaras y matices sepias de tintes ‘retro’.
Del Toro lo llamó para Hellboy (2004), adaptación del cómic de Mike Mignola. Navarro se vio de nueva cuenta sumergido en el mundo de los efectos visuales, con una fotografía que combinaba lo mejor de su tonalidad oscura en contraste con el colorido aspecto de los personajes.
La experiencia acumulada hasta ese punto le permitió desarrollar su labor más ambiciosa y reconocida a la fecha: El laberinto del fauno (2006), su cuarta colaboración con Del Toro, parábola acerca del poder libertador de la imaginación. Además de las inmejorables críticas, la película consiguió varios galardones, entre ellos el Óscar a mejor maquillaje, mejor dirección de arte y mejor cinematografía. Navarro se colocó así en el selecto grupo de mexicanos que han sido reconocidos con la estatuilla dorada. Asimismo, obtuvo nominaciones a los premios BAFTA, Goya, Ariel e Independent Spirit.
CONTAR HISTORIAS
“Mi estilo es no tener estilo”, declaró en 2007 en una entrevista donde además explicó que no recurre a ‘recetas’ para trabajar, y que su estilo estaba al servicio de la fotografía.
Otros filmes beneficiados por su visión son Una noche en el museo (Night at the Museum, Shawn Levy, 2006), Oculta obsesión (The Resident, Antti Jokinen, 2011) y el documental It Might Get Loud (Davis Guggenheim, 2008), sobre los guitarristas de rock Jimmy Page, Jack White y The Edge.
En más de una ocasión Navarro ha afirmado que lo suyo es “contar historias con imágenes” o “encontrar las imágenes que la historia requiere”. Más aún, desea “crear una realidad”. Por ello suele escoger cintas de ciencia ficción o universos paralelos, pues le ofrecen mucho campo de acción. Se declara fotógrafo de celuloide, prefiere basarse en el negativo que en la tecnología digital.
Al día de hoy, Guillermo Navarro se ha consagrado como un conocedor de que la historia es protagonista. Habrá que esperar en este 2013 la llegada a cartelera de Pacific Rim, su más reciente colaboración con Del Toro.
Twitter: @hectorexafm