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La hora de América Latina

GERARDO UNZUETA

El deceso de Hugo Chávez puso al orden del día la cuestión de la lucha por los destinos de América Latina. El impacto por la noticia destacó el significado de los avances logrados en décadas recientes por las luchas de nuestros pueblos en el ejercicio de su soberanía e independencia: el coloniaje y la dependencia en nuestros territorios están en la picota de la historia y el acontecer cotidiano.

El sepelio fue un acto de homenaje al hombre y a su obra en voz y acción de su pueblo, un compromiso de continuidad. Mas no sólo para los millones que inundaron las calles de Caracas, sino también para nuestros movimientos liberadores. La presencia de los mandatarios que de una manera u otra están en lucha y la compartieron con Chávez expresa la decisión soberana de no admitir más dependencias ni injerencias de los países "fuertes".

Los jefes de Estado de Brasil, Cuba, Bolivia, Argentina, Ecuador y Nicaragua en las exequias del presidente venezolano representan más que lazos solidarios; establecen un mayor acercamiento de los países que han echado andar por el camino de las relaciones de iguales y frente a otros regímenes. Y también en la búsqueda de mecanismos económicos y financieros, en la cual fue activo protagonista Chávez; díganlo si no, instrumentos como Alba, Unasur, Telesur, Petrocaribe, y Celac. Cuál haya sido la suerte de tales iniciativas, no importa, pues lo primordial es que se continúe insistiendo en ellos con el espíritu bolivariano.

Característico del propósito social con que actuó uno de sus iniciadores, hoy muerto, es el sentido popular, enraizado en las necesidades y aspiraciones de los sectores más necesitados de cada una de las naciones en que prendió la luz de Bolívar, Hidalgo, Morelos, Maceo, José Martí. En el caso venezolano, las esperanzas de los revanchistas de que muerto Hugo Chávez se abrirá la puerta a la derecha, habrán de topar con el legado popular que éste supo labrar. El más preciado legado de Hugo Chávez es el vigor popular con que el pueblo de Venezuela manifiesta hoy su fuerza en la defensa de esa soberanía y esa independencia. Y es también la argamasa de la unidad revolucionaria de los pueblos que han conquistado el poder como de los que aún luchamos por él, y que Chávez puso de la más pura manera en las relaciones de Venezuela con Cuba de Fidel y de Raúl Castro.

- Otro tema: el arrastre de los principios.

Considero un deber político escribir acerca de la gravedad de los hechos ocurridos a partir del 26 de febrero, día de la promulgación de la reforma educativa por Enrique Peña. Comenzó entonces lo que llamo un "arrastre de los principios", porque al día siguiente -para que la ley pasara sin oposición- fue aprehendida Elba Esther Gordillo, hasta entonces presidenta del sindicato de maestros. Y no sólo eso, después de ese acto de nauseabundo ventajismo político se le sometió a juicio por delincuencia organizada y lavado de dinero (¡vaya inocencia del procurador y "su presidente"!). Eso sólo por una parte, porque el día 2 de marzo el redivivo revolucionario institucional acabó con la "sana distancia" entre el ejecutivo, Peña Nieto, y el partido gobernante, éste lo endosó en sus filas y resolvió suprimir lo que consideró hasta entonces "principio": no cobrar IVA en alimentos y medicinas… y todos los especuladores con el hambre popular hincharán sus bolsas y los laboratorios (extranjeros la mayoría) ganarán más aquí con la enfermedad de los mexicanos.

Pero faltaba la cereza del pastel, la que parcialmente ha escapado a uno u otro presidente: suprimir de los documentos básicos prianos la prohibición de permitir la inversión privada (¡vivan las siete hermanas!) en hidrocarburos, esto es: en todo lo que huela a Pemex.

Y así terminó el arrastre de los principios: éstos quedaron en harapos.

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