Historia. La película cuenta el arduo viaje de tres jóvenes humildes de Guatemala rumbo a Estados Unidos en busca de una vida mejor.
Diego Quemada-Díez, burgalés de nacimiento, conoció hace diez años, en un viaje a México, a un taxista de Sinaloa, y se quedó a vivir en su casa, situada en las vías de un tren, desde la que a diario veía pasar trenes llenos de inmigrantes rumbo al norte.
Fue así como empezó a recopilar los testimonios que le han servido para rodar su primer largometraje, La Jaula de Oro, que abrió ayer viernes la sección competitiva Horizontes Latinos, del Festival de Cine de San Sebastián.
La película, que cuenta el arduo viaje de tres jóvenes humildes de Guatemala rumbo a Estados Unidos en busca de una vida mejor, dejó buen sabor de boca en Cannes, donde su joven e inexperto reparto se llevó el Premio de Interpretación en la sección Una cierta mirada y desde entonces no ha dejado de viajar por festivales del mundo.
A medio camino entre la ficción y el documental, su director se confiesa heredero de Ken Loach, con quien trabajó como asistente de cámara en Tierra y Libertad, según contó en una entrevista.
"Me influyó mucho su método, el trabajo en continuidad con no actores, el compromiso político, que los protagonistas no conozcan la historia con mucha antelación, sino que se la vas dando día a día", explica.
Después de vivir un tiempo en Barcelona y Madrid, Quemada-Díez viajó a Estados Unidos a rodar con Isabel Coixet Cosas que nunca te dije, y ya que se quedó, empezó a estudiar y a hacer cortos, y llegó a trabajar como operador con otros directores como Spike Lee o Alejandro González Iñárritu antes de embarcarse en su primer proyecto personal.
"La cultura anglosajona me resultaba vacía", asegura al explicar su viaje inverso al de los protagonistas de su película.
Escuchando esos testimonios desde la vía del tren de Sinaloa, Quemada-Díez fue tomando conciencia del problema de la inmigración y de la "hipocresía" con que se aborda desde los países del norte.
"Quería mostrar el absurdo de esta línea que divide la Tierra, que está cada vez más militarizada y que supone el mayor muro de la vergüenza del mundo", denuncia el cineasta en una sala del hotel donostiarra María Cristina.
Y cita a Kapuscinsky, otro maestro, para reafirmar que se trata del "problema más importante del Siglo XXI".