Hay cambio de gobierno federal. Por fin se fue el antipático Felipe Calderón, aquel testarudo que pensó que jugando a policías y ladrones, podría justificar su apretado triunfo electoral y legitimarse. Se marchó ya ese necio de los lentecitos con tufo de inmaculado que metió a México en un polvorín y que ha sido señalado por la vox populi como el causante de las decenas de miles de muertos que ha producido lo que a él le endilgaron y bautizaron como "la guerra contra el narco".
Hoy el jefe del Estado mexicano es un priista, ¡aleluya! Nuevos tiempos se avizoran para el país. Qué fortuna que por vía del voto ha sido expulsado del poder (tal como se hicieron de él) el panismo obtuso e incapaz de realizar un buen gobierno: ¡bienvenido de vuelta al partidazo! Esa gran institución que gobernó en paz ininterrumpidamente a México por 70 años y que trajo el progreso y prosperidad para la mayoría de la población, y que con su gran experiencia, traerá de vuelta la paz social y devolverá la seguridad pública de la que gozamos los mexicanos por décadas.
Así pintaba el panorama hace poco menos de dos meses. Todo era esperanza, particularmente en aquellos votantes que le habían devuelto el poder por la vía democrática a quienes se lo habían retirado hacía doce años, ya que atribuían al calderonismo la desgracia en lo que se ha convertido la vida en la Comarca Lagunera por la violencia.
En tanto, lo que se refiere a la región que hoy vive su peor época desde los tiempos de la Revolución, los hechos han ahuyentado el optimismo de aquellos que pensaron que la inseguridad y el poder del crimen, que tiene en la palma de su mano a la sociedad lagunera, se replegarían simplemente porque Calderón no está más en el poder.
Terrible decepción, las circunstancias cambiaron en la región y ya en la era de Peña Nieto, volvieron a Torreón las ejecuciones a parroquianos de los bares y antros regresaron, trayendo de nuevo la muerte y el pánico de la comunidad toda. En unos cuantos días, los ataques cobraron cerca de 20 víctimas. La más numerosa fue la perpetrada a la negociación denominada Tornado, en la cual el saldo oficial fue de 7 víctimas.
Estos sucesos refrescaron a la memoria colectiva algo que con el pasar de los meses y semanas había sido parcialmente olvidado: en Torreón es peligroso salir de noche, aquí no se puede ya estar tranquilo circulando cuando el sol se ha ocultado.
Pero esto no acababa aquí. Del lado de La Laguna de Durango, se determinó desalojar a todos los reos del penal de Gómez Palacio, con lo que se ponía fin a la negra historia de una penitenciaría que había sido albergue de hechos terribles y donde la maldad pura se había materializado. Sin embargo, esto fue un detonante para que nuevamente se alborotara el avispero.
A los días de la clausura de la prisión, autoridades federales que primero sometieron a la Policía municipal del vecino Matamoros, Coahuila. Decidieron luego desarmar a los gendarmes gomezpalatinos y lerdenses, asegurando que el Ejército y la Policía Federal habrían de resguardar el orden estas dos ciudades hermanas.
El saldo: cinco asaltos bancarios para empezar y un disparo de los delitos patrimoniales. Si Torreón es una de las ciudades más violentas de México, la situación ahora de Gómez Palacio y Lerdo confirma que se vive en este momento en la comarca más peligrosa del país; qué vergonzosa distinción. Enfrentamientos armados que terminan en autos incendiados son acontecimientos que paralizan de pavor al ciudadano común.
El asunto ahora sí arde como nunca. Si uno va a la capital de Durango, los capitalinos al enterarse que uno reside en La Laguna, rápidamente preguntan cómo se vive la situación. Y más aún, aquellos que de alguna manera saben de la vida pública, conocen que el gobernador no tiene garantías para hacer visitas al segundo centro urbano de su estado, ni siquiera se puede contar con la presencia de algún secretario, todos tienen miedo de venir, todos saben que realmente hay que tener miedo de viajar para acá.
Ominoso es el presente de los laguneros, estamos más que nunca a merced del hampa. Lo bueno es que ya no está Calderón, a lo mejor Peña sí nos ayuda cumpliendo su deber como se lo marca la ley, a ver si no encuentra en cenizas a La Laguna que hoy está en llamas.