Para la región, 2013 fue un año de luces y sombras. Por una parte, las cifras de la violencia experimentaron una disminución considerable respecto a los registros de 2012, año en el que se cometieron en promedio tres homicidios diarios. Este año cerrará con un promedio de 1.5 que, si bien, no es para presumir, muestra que las cosas no están tan mal como el año pasado. Sin embargo, preocupa el incremento en el número de robos violentos a persona y negocios, lo cual evidencia que en materia de prevención del delito las autoridades aún tienen tarea por hacer.
El panorama en lo económico es mucho menos optimista. La región sigue inmersa en una sequía de inversiones que no le ha permitido crecer y generar los empleos suficientes para los miles de laguneros que año con año se incorporan a la población económicamente activa. Con apenas 100 millones de dólares, más o menos, cierra Torreón y su comarca, cifra que contrasta con los mil 700 millones de la Región Sureste.
La descomposición de la vida pública y los problemas de la región que las autoridades no han logrado resolver, han motivado el surgimiento de organizaciones civiles interesadas en rescatar a La Laguna. Si bien esto resulta muy positivo, aún no es posible vislumbrar a qué puerto se pretende llevar el barco.
La renovación casi simultánea de todas las alcaldías de la comarca plantea un escenario de oportunidad para que, por fin, las autoridades locales se pongan de acuerdo y construyan planes con una visión regional. La lógica local exclusivista debe ser dejada atrás para comenzar a pensar en el desarrollo de todos y cada uno de los municipios de La Laguna. Para esto, la sociedad civil, con su empuje, vigilancia y propuesta, debe jugar un papel de primer orden.
El momento por el que atraviesa la región es, sin duda, de grandes dificultades, pero también de enormes oportunidades. Está en nosotros si sabremos comenzar a aprovecharlas en el año que está por comenzar.
