EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

La Navidad

Archivo adjunto

LUIS F. SALAZAR WOOLFOLK

En la fiesta del nacimiento de Jesucristo, los cristianos celebramos la presencia de Dios en la historia universal, en medio de esta familia que es el género humano.

El advenimiento de Cristo fue anunciado a todas las civilizaciones antiguas mediante una labor de siglos que se contiene en la Biblia, y que se puede resumir en la profecía de Isaías 7.14: "He aquí que la virgen concebirá y dará a luz a un hijo que será llamado Emanuel, que significa Dios con nosotros...".

La venida del Verbo Encarnado es un misterio que los cristianos aceptamos porque es congruente con el milagro que implica nuestra propia vida, así como la existencia del universo y de las cosas que nos rodean. Si existimos y tenemos vida sin que haya mediado al respecto nuestra voluntad y por experiencia propia nos sabemos dotados de una naturaleza animal y otra espiritual, la fusión de las naturalezas divina y humana en la persona de Cristo se torna posible y razonable a la luz de la Fe.

Jesús viene al mundo en circunstancias que en la propia celebración de la Navidad recordamos, y nos encargamos de representar en la imagen de los peregrinos José y María, en su trayecto hacia la gruta de Belén. El Salvador se manifiesta por igual a los humildes pastores que fueron los primeros en recibir la buena noticia, que a los sabios del Oriente que guiados por las profecías y la lectura de los astros, acudieron a reconocer la condición divina del Niño y como consecuencia a adorarle.

La Fe es un regalo que alcanza a la persona sencilla o a la más docta, porque la sabiduría de Dios es diferente a la nuestra y con frecuencia discurre a contracorriente de la sabiduría de los hombres.

El hecho de que la celebración de la Navidad empate con el festejo ancestral del equinoccio de invierno, que en otro tiempo llevó a los paganos a celebrar el triunfo del Sol Invicto, confirma que Cristo no vino a cambiar el ritmo de las estaciones ni a trastocar el orden natural, sino a darle un sentido renovado a la creación y reorientarla hacia Dios, restaurando nuestra naturaleza caída, afectada tanto por el mal que nos rodea, como el que procede de nuestros corazones.

La salvación que el Dios Niño nos ofrece se concreta en el mensaje de paz que los ángeles anunciaron a los hombres de buena voluntad. Cristo disipa las tinieblas y nos compromete a que construyamos el Reino de Dios desde nuestro interior y en el aquí y ahora del mundo, desde una visión que pasando por la Cruz trasciende a la vida eterna, en los términos de la predicación que el mismo Jesús llevó a cabo durante su vida pública y que hoy permanece en el pueblo de Dios que llamamos Iglesia.

El testimonio de Cristo fue sellado con su sangre en el sacrificio en la Cruz y con su gloriosa Resurrección venció a la muerte. Dios nos ha creado para la vida después de esta vida, y esta verdad da sentido a la historia de la humanidad con sus luces y sombras, en sus múltiples dimensiones: Personal, social, económica y política.

En medio del torbellino de emociones que nos asaltan en la Navidad, son legítimas aquellas que tienen que ver con el encuentro con nuestros seres queridos o con las manifestaciones de solidaridad con nuestros hermanos, porque en esa medida están vinculadas directamente con el Misterio. Otras de esas manifestaciones son de evidente frivolidad, como las relacionadas con el consumo excesivo de bienes materiales que nos asedia.

Hoy es día de fiesta porque Dios está con nosotros y corresponde celebrarlo con alegría, rescatando de la vorágine del mundo y de la vida agitada, la esencia de nuestra Fe.

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 946402

elsiglo.mx