Siglo Nuevo

La obligación de la falsa alegría

NUESTRO MUNDO

La obligación de la falsa alegría

La obligación de la falsa alegría

Jacinto Faya

¡Ha de andar muy mal la Felicidad, para que necesite de tantas recetas para que pueda darse! Me imagino que los seres humanos de hace 3,000 años rarísima vez pensaban en ella. Tenían tareas más importantes.

La estructura de la sociedad capitalista salvaje de nuestros días, finca su atractivo en cómo hacernos más felices. Este capitalismo es absolutamente dictador en torno a nuestra felicidad. Nos quiere obligar a ‘ser felices’. Y sucede lo mismo que con todo aquello a lo que se nos obliga tiránicamente: fracasa en sus mandatos.

La sociedad de consumo se sintió envidiosa de los griegos que crearon sus maravillosos dioses mitológicos y creó un dios al que ‘estamos obligados’ a idolatrar: el de la felicidad. Leamos los diarios de cualquier nación capitalista y veremos infinidad de recetas para obtenerla: desde cómo reducir 10 kilos en una semana, seminarios para contactar a las fuerzas del cosmos o fórmulas para llevarnos bien con los hijos y hasta cursos para alcanzar la felicidad en una inmersión de 16 horas seguidas o tomando el taller del último iluminado de los gurús que acaba de llegar de Oriente.

Además, qué mejor para curar una depresión crónica, un luto no superado, una aguda angustia o un profundo sentimiento de culpa no entendido, que comprar los nuevos modelos de automóviles con precio de ganga, adaptables a todas las clases sociales.

La nueva ‘tiranía de la felicidad’ provoca que muchos se sientan amenazados y fracasados al no poder ver esa deslumbrante ‘lluvia de estrellas’ que sí perciben los adoradores fanáticos del dios de la felicidad. La orden: “Tienes que ser feliz”, paraliza de miedo al que lo intenta según las ‘recetas infalibles’ que nos prescribe nuestra sociedad de consumo.

En la misma medida en que el mercado amplía la base de sus ofertas a fin de que vivamos con ‘mayor plenitud’, el consumo le exige al individuo esforzarse para alcanzarla. El mercado va a continuar inflando sus ofertas y los individuos se deslizarán en esa rampa rápida de aprovecharlas. La sociedad margina a quienes no pueden seguir el paso a las gangas: son las personas con menor ingreso y las menos aptas para lograr la plenitud; aquellos con ingresos suficientes o sobrados serán los devoradores insaciables de un consumo sin fin.

Los marginados se sentirán incapaces y frustrados. Los glotones consumistas estarán siempre hambrientos de consumir más bienes y servicios. Ninguno de los dos habrá alcanzado la felicidad. La incitación al consumo se convierte en un proceso diabólico: marginados con sentimientos de fracaso y glotones a los que no surten efecto las ofertas.

Considero que si por arte de magia o por mandato divino esa ‘tiranía’ de ser felices a toda costa terminara, sí contribuiría a un mayor bienestar nuestro, pues desaparecería la presión constante por alcanzar la plenitud. Nuestra sociedad por sí misma produce una serie de patologías psicológicas en todos los seres humanos, incluso en los más ricos, que abrigan un sentimiento de desolación al no tener certeza de qué pasará con su riqueza cuando ellos mueran.

Debemos estar advertidos de que es absolutamente imposible gozar de un estado permanente de felicidad. Ésta es elusiva, esporádica y depende de múltiples factores fuera de nuestro control: violencia, pobreza, enfermedades, hastío, rompimiento de relaciones, muerte de seres queridos, fracasos, la vejez que se nos acerca y muchas causas más, impiden que podamos acceder a una felicidad ‘asegurada y permanente’.

Los seres vivos evolucionados están en lucha constante contra inclemencias de todo tipo. Sólo la ayuda mutua, la solidaridad, los lazos de amistad, el amor a la familia, constituyen los factores más importantes.

Aristóteles en su obra Ética a Nicómaco escribió: La felicidad es, en cierta manera, accesible a todos, porque no hay hombre a quien no le sea posible alcanzarla mediante cierto estudio y los debidos cuidados, a menos que la naturaleza le haya hecho incapaz de toda virtud. Aristóteles fue un genio y uno de los más grandes educadores de la humanidad, pero no por eso tiene razón en todo lo que haya escrito. En esta reflexión se equivoca, pues la felicidad no es accesible a cualquiera. Es un traje hecho a la medida. Ciertos bienes y deleites proporcionan momentos de felicidad a determinadas personas, mientras que a otras lo mismo les causa infelicidad.

¡La tiranía de ‘tener que ser’ felices mata todo intento de poder llegar a serlo, aun de manera esporádica! ¡La tiranía del capitalismo salvaje, que nos quiere vender la idea de que podemos ser felices si consumimos lo más posible, es una locura!

Twitter: @palabrasdpoder

Leer más de Siglo Nuevo

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Siglo Nuevo

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

La obligación de la falsa alegría

Clasificados

ID: 833453

elsiglo.mx