Tuvo un final trágico y patético que no le desearíamos a nadie. Considerada como la poetisa non por excelencia de Puerto Rico, su muerte fue precedida de un hallazgo de su cuerpo, no reconocido en su grandeza, hallada moribunda en una calle de Manhattan al poco tiempo se le acabó la vida en un hospital de Harlem, sin ser identificada.. Transcurridas varias semanas, después de una búsqueda incesante, por fin amigos y parientes la reconocieron en un retrato tomado en el anfiteatro de un hospital... que los condujo a la tumba de donde fue rescatada en la que aparecía como desconocida identificándola sólo como Jane Doe transportando sus restos a Puerto Rico y sepultando su cadáver en el cementerio.
Tenía una personalidad apabullante no únicamente por su estatura sino también por la profundidad de su pensamiento impresionando por su gran belleza física y esos ojos que parecían penetrar el alma de las personas. Cuando se le preguntó: ¿de dónde viene usted?, ella sólo respondió: igual que usted:... de ninguna parte. Su personalidad era impactante sobresaliendo por su porte elegante y su gran belleza física. Fue comparada con la célebre Frida Khalo y con la chilena Gabriela Mistral. Se le concedió póstumamente el doctorado Honoris Causa, llevando su nombre varias escuelas y avenidas. En 1946 se le diagnosticó cirrosis de hígado derivada de una depresión en que se vio envuelta por cosas de la vida.
Bien, en estos tiempos de aguas, escribir sobre política, o hurgar en los sentimientos sociales o de crímenes, no se me da. La vida se nos va de las manos a borbotones, Sin embargo, que se preocupen otros. Mientras hagamos un espacio para solazarnos con las musas que eran divinidades femeninas que presiden las artes y las ciencias e inspiraban a los filósofos y a los poetas. Se presentan como cantantes en las fiestas de los dioses y forman parte del séquito de Apolo. Su primer canto fue el de la victoria de los dioses del Olimpo sobre los titanes y el establecimiento de un nuevo orden cósmico. Se decía también que acompañaban a los reyes, dándoles las palabras necesarias para gobernar, inspirándoles sabiduría y otorgándoles la virtud de la justicia y la clemencia con la que se ganaban el amor de sus súbditos. Dejemos la palabra a la poetisa.
"Morir conmigo misma, abandonada y sola, en la más densa roca de una isla desierta. En el instante una ansia suprema de claveles y en el paisaje un trágico horizonte de piedra.---Mis ojos todos llenos de sepulcros de astro, y mi pasión, tendida, agotada, dispersa. Mis dedos como niños, viendo perder la nube y mi razón poblada de sábanas inmensas. ---Mis pálidos afectos retornando al silencio. ¡hasta el amor, hermano derretido en mi senda!, mi nombre destorciéndose, amarillo en las ramas, y mis manos, crispándose para darme a las yerbas.--- Incorporarme el último, el integral minuto, y ofrecerme a los campos con limpieza de estrella doblar luego la hoja de mi carne sencilla y bajar sin sonrisa, ni testigo a la inercia.--- Que nadie me profane la muerte con sollozos, ni me arropen por siempre con inocente tierra; que en el libre momento me dejen libremente disponer de la única libertad del planeta.
"¡Con qué fiera alegría comenzarán mis huesos a buscar ventanitas por la carne morena y yo, dándome, dándome, feroz y libremente a la intemperie y sola rompiéndome cadenas!. ----¿Quién podrá detenerme con ensueños inútiles cuando mi alma comience a cumplir su tarea, haciendo de mis sueños un amasijo fértil para el frágil gusano que tocará mi puerta?---Cada vez más pequeña mi pequeñez rendida cada instante más grande y más simple la entrega, mi pecho quizás ruede a iniciar un capullo, acaso irán mis labios a nutrir azucenas.---¿Cómo habré de llamarme cuando sólo me quede recordarme, en la roca de una isla desierta? Un clavel interpuesto entre el viento y mi sombra, hijo mío y de la muerte, me llamará poeta".
(Del poema Para mi muerte, de Julia de Burgos, en el que tendría un presagio de lo que le ocurriría).