A juzgar por lo denunciado por los profesores de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) y lo difundido por medios de comunicación, la aplicación de la Evaluación Nacional de Logro Académico en los Centros Escolares (Enlace) estuvo plagada de irregularidades y deficiencias.
La primera irregularidad afloró el domingo 2 de junio, en la víspera de que iniciara la aplicación de la prueba, cuando maestros de la CNTE denunciaron, con las pruebas en la mano, la venta del instrumento de evaluación para que los profesores lo tuvieran con anticipación y, por lo mismo, sus alumnos lo presentaran en condiciones ventajosas.
Pero durante la semana de la aplicación aparecieron otras denuncias en algunos medios de comunicación. El jueves 6 de junio, el periódico regiomontano El Norte publicó en su primera plana que un niño de tercer año de primaria, de la Escuela Ignacio Morones Prieto, de Linares, Nuevo León, fue sancionado por cuestionar que la profesora les estuviera dictando las respuestas de la prueba. En la misma edición reportan que otro niño y su mamá denunciaron que en una escuela del sur de Monterrey, el profesor también les ayudó a resolver el instrumento.
Al día siguiente, el viernes 7 de junio -último día de aplicación de la prueba-, el diario capitalino Reforma denunció que profesores de Nuevo León, utilizaron una página de Facebook, denominada "Esperando bono de Enlace", para intercambiar las respuestas y apoyarse para auxiliar a sus alumnos.
Seguramente los hechos denunciados son únicamente una muestra de todas las irregularidades que se vivieron durante la semana en la que se aplicó la prueba y, desde luego, son suficientes para cuestionar la validez de los resultados. Pero más allá de éstas, lo más grave es que evidencian claramente la mayor deficiencia de estas pruebas estandarizadas: no evalúan el nivel de aprendizaje y comprensión de los estudiantes, sino su capacidad de memorización y/o perspicacia.
El mismo jueves 6 de junio el profesor Eric Mazur, físico de la Universidad de Harvard, en una videoconferencia ofrecida a profesores y directivos del Tecnológico de Monterrey, enfatizaba la necesidad de modificar la forma y los instrumentos de evaluación de los alumnos.
Para recalcar la importancia de ello relataba una anécdota que aplica perfectamente al caso: se encontró en un aeropuerto a una ejecutiva de ventas de una compañía dedicada a preparar a los alumnos para aprobar este tipo de pruebas estandarizadas; el académico de inmediato se remitió a un artículo publicado en una revista científica que acababa de leer en el que se demostraba que al mes de haber presentado la prueba los alumnos habían olvidado el 65% de los conocimientos; y la ejecutiva le respondió de inmediato que lo que ellos garantizaban era aprobar la prueba, no el aprendizaje de los alumnos.
Eso es precisamente lo que sucede con gran parte de los exámenes actuales: evalúan memorización, que obviamente no significa aprender y mucho menos comprender; y/o el ingenio de los alumnos que en pruebas de opción múltiple desarrollan distintas prácticas para escoger las respuestas, sin que tenga absolutamente nada que ver con la materia en evaluación o el examen. Haciendo figuras; contestando en diagonal o cualquier otra que se les ocurra.
Obviamente el problema se agudiza conforme se repite la aplicación de la prueba, pues los profesores empiezan a detectar la lógica que está detrás de la misma y a desarrollar estas técnicas que permiten obtener calificaciones aprobatorias. Es decir, la prueba que debiese ser simplemente un instrumento de evaluación que permitiese a los profesores y el sistema educativo identificar las fortalezas y debilidades y actuar en consecuencia y a los alumnos conocerse más, se convierte en un fin en sí mismo.
Es evidente que esto es lo que sucedió con la prueba Enlace. En Nuevo León hubo un tiempo en que la evaluación incluso se aplicaba dos veces al año y se presumía la supuesta mejoría en el nivel de aprendizaje de los alumnos, cuando en realidad era una farsa.
Seguramente los expertos que hoy integran el órgano de gobierno del Instituto Nacional de Evaluación Educativa ya conocen todas estas irregularidades y deficiencias y esperemos que actúen en consecuencia.
Para mejorar la calidad de la educación en México es imprescindible no únicamente modificar la forma de evaluar el aprendizaje, sino el mismo modelo educativo que hoy está totalmente orientado a la transmisión de conocimientos y no al desarrollo de competencias, como es deseable. Dicha transformación no es sencilla ni se podrá hacer de la noche a la mañana, pues requiere un cambio de fondo en la pedagogía y, por lo tanto, en la formación y preparación de los profesores.
A juzgar por las primeras respuestas de las autoridades, federales y estatales, las irregularidades detectadas en la aplicación de la prueba Enlace serán otro escándalo mediático más que no tendrá ninguna consecuencia para los infractores, lo cual de por sí es reprobable. Pero más lamentable será que éstas no se tomen en cuenta para el indispensable rediseño del modelo educativo nacional, si la verdadera intención de la reforma constitucional y legal es el mejoramiento de la calidad educativa.
En esta ocasión los maestros de la CNTE sí tienen razón: la prueba Enlace sí debe cancelarse por su falta de sustento pedagógico y las irregularidades que envuelven su aplicación. Aunque no atiendan su queja para esta aplicación, su denuncia sí debe tomarse en cuenta para el rediseño.