*Nota al lector: publico dos editoriales por semana, uno para el portal de Pedro Ferriz de Con, y otro para esta casa editora. Ambos son distintos, abordan diferentes temas. Esta columna, la que hoy someto a tu amable consideración, fue publicada el pasado martes en www.ferriz.com.mx, sin embargo estuvo en línea menos de una hora. Si la replico, es a modo de denuncia.
Tras una semana de reiterados ataques cibernéticos, una de mis casas de trabajo, www.ferriz.com.mx, se ha visto en la necesidad de cerrar temporalmente sus puertas, para así garantizar la seguridad de sus lectores. Ello es, por donde se le mire, una afrenta a la libertad de expresión de mi gremio y de los compañeros que ahí trabajan. Ni qué decir de quienes generosamente visitan el portal.
Podemos o no estar de acuerdo con la línea editorial y estilo de Pedro Ferriz de Con, un comunicador a toda suerte polémico a quien mucho le debo y agradezco por su constante apoyo a lo largo de mi carrera, pero nadie podemos permitir que ningún medio de comunicación de este país, sufra ese tipo de censura no importando de quien venga. Porque en el México de hoy, democrático y plural, se necesita más que un puñado de hackers y ataques orquestados y claramente dirigidos, para acallar al buen periodismo, a las voces críticas, y a quienes consignan los tiempos que vive el país.
Vaya pues la columna y mi solidaridad hacia los compañeros de www.ferriz.com.mx:
Para muchísimas cosas soy pragmático, ello me lo han dado la madurez y la incipiente calvicie que traigo a cuestas, pero también queda mi mente, brincona e inquieta, a la que tanto le gusta hacer asociaciones extrañas. "Lo malo conmigo es que esperan que sea serio, sesudo y bien documentado", y por eso luego se llevan tremendos chascos, apuntaba un amigo.
"Y es que como siempre fuiste fantasioso", decía otro amigo, de cara a las distintas versiones sobre la reforma energética emanadas de nuestra ilustre clase política, y hoy lunes al escribir sobre el particular, resulta difícil no asociarlas con cierto y colorido mercado de uno de nuestros pueblos mágicos, conocido por la rica barbacoa que ahí venden. Como te estaba diciendo, querido lector, bien pude haber sido compinche de Buñuel o Dalí: igual de pirado y barroco. "Un toque de locura", cantó El Puma.
Pero permíteme regresar al tema que nos ocupa, el de la barbacoa de ese mercado del que te doy cuenta. Los borregos son los mismos, casi hermanos de rancherías aledañas, de puesto en puesto la carne se prepara bajo la técnica artesanal de siempre, su sabor se replica y hasta las salsas y condimentos que la aderezan, parecen venir del mismo lugar.
El chiste estriba en cómo la anuncia el taquero, en su habilidad o no para cacarear la mercancía y hacerla apetecible al comensal, al visitante que por ahí se pasea, indeciso, no sabiendo cuál de los puestos elegir. Finalmente es la misma barbacoa, sabe igual, pero de la manera cómo engole la voz, seduzca y la venda, en mucho dependerá el éxito o fracaso de cada puesto y su propietario.
Y es que ahí en ese mercado encontramos, desde el vendedor tímido e inexperto que no sabe cacarear el huevo y mira vacío su local, hasta el comerciante versado en las artes amatorias y de incipiente sentido fenicio, que con un guiño cómplice atrae a las féminas con un "pásele güerita, aquí tenemos la mejor carne, se irá satisfecha con todo y su pilón", anuncian. No resulta fortuito ni obra de la casualidad, el que puestos así, los que tienen a taqueros envalentonados y proclives a exagerar, siempre estén llenos.
Lo mismo pasa hoy, en los tiempos de las redes sociales y la revolución digital, con la reforma energética y la estrategia de comunicación de cara a la opinión pública, que han emprendido tanto el gobierno, como los partidos políticos en su conjunto. Hace pocos días, el PAN presentó su propuesta energética; hoy hace lo propio el Gobierno Federal en voz de Enrique Peña Nieto y a fines de esta semana, vendrá el turno de la izquierda representada por el partido del Sol Azteca. Morena, corriente vinculada a Andrés Manuel López Obrador, en consistencia con su discurso de férrea oposición, ya ha descalificado cualquier intentona de modificar los estatutos de Pemex y, sobre todo, a la Carta Magna en lo referente a la propiedad de la nación sobre los recursos petroleros.
Salvadas ciertas diferencias, a la larga casi todos pretenden lo mismo para Pemex: una reingeniería en sus procesos que la haga eficiente, rentable, menos castigada en lo fiscal y no tan burocrática, ni a merced de un sindicato leonino y su liderazgo por todos sabido, corrupto y ventajoso. Porque bien coincidimos en la ineficiencia de Pemex, de su rezago tecnológico y pérdidas monetarias que rayan en el absurdo, de que otros nos llevan años de ventaja en temas como la exploración en aguas profundas y producción de gas. Nuestra gasolina es cara y se encarece día con día, y seguimos comprándola a terceros. En resumen, hoy a Pemex no lo concebimos como a una empresa eficiente y de la que nos sintamos orgullosos, sino como a una idea más identificada con romanticismos y postulados nacionalistas de antaño. Y todo lo que apunto, por donde se le mire, es urgente revisarlo.
Por ello, hacia los siguientes meses, asistiremos a dos batallas: una al interior de los poderes de la unión y otra, muy distinta, de los líderes políticos hacia la opinión pública. Tratarán de explicarnos, como le hacen en el mercado los taqueros con su barbacoa, por qué una es mejor que otra. Si pretenden ganar y sumar adeptos a su causa, cada partido, como símil de un puesto de tacos, tendrá que hablarnos sobre las bondades de su mercancía.
Ya decidiremos nosotros, espectadores de este circo, a qué puesto nos acercamos a comer y quién vende la mejor carne. Porque es la misma, pero no es igual. Todo depende cómo nos la canten. Y para eso, vendiendo ilusiones y exagerando, nadie como los políticos…y los taqueros.
¿A poco no?
Twitter @patoloquasto
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