El porfirismo, productor de revoluciones
Francisco Ignacio Madero González, el "hombre raquítico y notablemente feo", como le llamaba despectivamente el militar porfirista Bernardo Reyes, se convirtió finalmente en el arquitecto del proceso que terminó con la dictadura. En su largo peregrinar por el país, pudo ir sembrando la semilla de la rebeldía, constituyéndose en una opción real de aglutinamiento de las voces de inconformidad y los anhelos de libertad y de una mejor vida para el pueblo.
Los rebeldes laguneros, ya sin tener nada que perder, se aferraron al Plan de San Luis, trabajando de manera clandestina -a pesar del acecho de los cientos de ojos y orejas porfiristas- decididos a apostarlo todo, se lanzaron a la lucha armada, bajo una declaración de guerra contra Díaz, que no daría tregua al dictador, hasta su justa y necesaria expulsión.
Los nombres de Dionisio Reyes, Jesús Agustín Castro Rivera, Orestes Pereyra y sus hijos Orestes y Gabriel, Manuel N. Oviedo, don Isidro García y su hijo Gregorio, Epitacio Rea, los hermanos José y Cosme Villa, Juan Pablo Estrada Lozano, entre otros, todos trabajadores humildes, sin pretensiones de gloria, iniciaron la rebelión armada maderista en Gómez Palacio, la medianoche del domingo 20 de noviembre de 1910. En pocas horas y días, la rebelión se convirtió en un fuego que ya nunca se pudo apagar. Los héroes surgieron por todos los rumbos. Benjamín Argumedo y Sixto Ugalde en San Pedro, Matamoros y Viesca; Calixto Contreras y Severino Ceniceros en Cuencamé, Velardeña y Nazas; Enrique Adame Macías en Parras. A pesar de que los principales enfrentamientos se suscitaron en la parte lagunera de Durango, como Gómez Palacio, Bermejillo, Mapimí, San Pedro del Gallo, Nazas, Tlahualilo y Sacramento, y en los lugares aledaños a Torreón, como San Pedro de las Colonias, Parras, Viesca, Matamoros, entre otras, en un proceso que duró casi seis meses, la historia la consigna como la "Toma de Torreón", a pesar de que este sitio en realidad era simbólico, por ser la sede del poder militar porfirista en La Laguna.
El 14 de mayo de 1911, el último contingente del otrora ejército "invencible" de don Porfirio, bajo el mando del general Emiliano Lojero, Jefe de Armas en Torreón, ante el temor de ser arrasado por los revolucionarios, que ya habían conquistado toda la región Lagunera, abandonaron Torreón de manera furtiva, dejando a la población a su suerte. La mañana del día 15, hacen su entrada triunfal a Torreón, las fuerzas revolucionarias maderistas encabezadas por Jesús Agustín Castro Rivera y Emilio Madero González. La revolución había triunfado. El fin del tirano estaba cerca.
Con la Toma de Torreón, la revolución maderista demostró lo frágiles que son los regímenes dictatoriales. El imperio de terror de Porfirio Díaz y su ejército, estimado en más de 30 mil soldados en todo el país, temido por el ejercicio abusivo y sangriento del poder en contra de indefensos indígenas, obreros y campesinos, fue aniquilado en menos de medio año.
La revolución maderista en La Laguna, que culminó con la Toma de Torreón del 15 de mayo de 1911. Después de 102 años de aquellos sucesos, nuestra región sigue sintiendo el orgullo de haber sido uno de los primeros lugares en comprometerse en la lucha armada para tratar de cambiar las condiciones de injusticia en nuestro país. El México que ahora disfrutamos, sólo puede comprenderse en el sacrificio de quienes ofrendaron su vida en la hazaña de 1910.
Bibliografía:
Mancisidor, José, Historia de la Revolución Mexicana (1958). 22ª. Edición. Editores Mexicanos Unidos. México, 1973.
Esparza Santibáñez, Xavier I. La Revolución en La Laguna (Primera parte 1910-1913. Impresora y Proveedora Gráfica. Estado de México. México. 1992.
