Cultura Cultura columnas editorial

La tradición del kamishibai

La tradición. Enrique González estudió periodismo y fue reportero en diferentes ciudades, ahora se dedica a conservar y difundir en todo el país el kamishibai, una técnica milenaria de narración japonesa. Para promoverla, Enrique ha impartido un par de talleres con niños en El Herreño, Coahuila, por parte del Programa Nacional Salas de Lectura de Conaculta, donde los participantes elaboraron su teatro con cartón.

La tradición. Enrique González estudió periodismo y fue reportero en diferentes ciudades, ahora se dedica a conservar y difundir en todo el país el kamishibai, una técnica milenaria de narración japonesa. Para promoverla, Enrique ha impartido un par de talleres con niños en El Herreño, Coahuila, por parte del Programa Nacional Salas de Lectura de Conaculta, donde los participantes elaboraron su teatro con cartón.

DIANA L. NáPOLES

"Cuentos, historias, retales de Francia, Rusia, Bombay, éste es mi kamishibai, yo soy Enrique González". Después de pronunciar estas palabras, Enrique relata que en el antiguo Japón, los narradores llegaban en sus bicicletas, se estacionaban en alguna esquina y llamaban a la gente por medio de un 'hyoshigi', instrumento parecido a dos tablas pequeñas unidas por un cordel que se golpean una con otra.

Enrique estudió periodismo y fue reportero en diferentes ciudades. "Estuve en 'La Voz de la Frontera' en Mexicali". Una vez tomada la decisión de convertirse en narrador de kamishibai, el cual conoció gracias a un escritor japonés al que ayudó a corregir unas traducciones, Enrique renunció al periódico donde trabajaba y se fue a Puerto Peñasco, Sonora.

El cuentista confiesa haber realizado hasta el momento cerca de tres mil representaciones en diferentes estados del país. También señala que la primera vez que vio una función de kamishibai fue en televisión. Se trataba de un video y le pareció una técnica muy difícil. "Parecía que el narrador iba a matar a un tigre con las manos. Se percibía el gusto que le infundía estar narrando y todo ocurría en un lapso de treinta segundos".

Su primer pensamiento fue: "Nunca voy a poder hacer esto". Al inicio, Enrique pensó que sería dificilísimo. "La primera vez que lo intenté en público estaba muy tenso de pie junto al teatro de madera, y no me animaba a decirle a nadie: 'Escuche esta historia'. Pasaron quizá unas cuatro horas para que me animara a hablarle a la gente".

Cuando empezó a contar su primer cuento, tenía la garganta cerrada y apenas podía hablar. "La primera función fue afuera de un restaurante llamado El delfín amigable, en Puerto Peñasco". La gente se juntó y les gustó.

En una de sus presentaciones, pasó por ahí el dueño de un barco que hacía recorridos turísticos. "Al señor le gustó mi trabajo y me invitó a contar mis cuentos en el barco durante los recorridos alrededor de la bahía".

El narrador comenta que "Era todo un relajo porque con el oleaje el teatro se caía, entonces el dueño me propuso hacer tres agujeros en la cubierta para meter las patas del teatro y que pudiera sostenerse mejor".

Enrique cuenta que aquella acción le pareció un "detallazo", ya que prácticamente tuvo que alterar el barco para adaptarlo a su espectáculo.

 CÓMO RESCATAR ESTA TRADICIÓN ORAL

Al hablar acerca de si sería posible preservar esta tradición oral en nuestro país, el narrador señala que sí. Además, indica que la cultura mexicana, más que visual, es sonora. "El mundo nos entra por las orejas. Cuando somos niños y nos llevan al mercado, lo primero que conocemos de la comunidad son los sonidos. Aquí en la región es muy famoso el pregón de los comerciantes: '¿Qué anda llevando?'. En otros lugares es: '¿Qué va a llevar reinita?, pásele güerita'".

El promotor itinerante explica que aprendemos la vida por las canciones que escuchamos, "nos despertamos con las mañanitas que cantaba el Rey David", es decir, tenemos una riqueza auditiva muy valiosa. "Las abuelas y las tías, acostumbran contarnos cuentos o leyendas. Todavía creemos en aparecidos y demás, precisamente porque estas historias forman parte del imaginario colectivo que se va transmitiendo oralmente de generación en generación".

Comenta que a pesar de que han pasado más de quinientos años, todavía hablamos de La Llorona como una entidad viva y cercana. "Creo que el kamishibai sí puede tener un espacio propio dentro de la cultura mexicana. Evidentemente no será el mismo, porque cambia la sensibilidad del narrador, del público, cambian las historias. Sin duda hay cuentos que otros podrán contar".

Adaptar

Sin duda, la técnica tiene sus complicaciones, como todo. Enrique dice que un cuento para kamishibai debe tener una duración aproximada de ocho imágenes, no más. "A veces uno puede extenderse a doce o catorce imágenes, pero se tiene que ser muy ágil para cambiar las imágenes de manera que no produzcan tedio en el público". Es una combinación entre brevedad, amenidad, agilidad y énfasis.

Los favoritos

El narrador reconoce entre sus cuentos preferidos:

⇒ "Tlacuache ladrón del fuego".

⇒ "Como en las películas francesas".

⇒ "Romance del enamorado y la muerte".

Leer más de Cultura

Escrito en: kamishibai Enrique González

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

La tradición. Enrique González estudió periodismo y fue reportero en diferentes ciudades, ahora se dedica a conservar y difundir en todo el país el kamishibai, una técnica milenaria de narración japonesa. Para promoverla, Enrique ha impartido un par de talleres con niños en El Herreño, Coahuila, por parte del Programa Nacional Salas de Lectura de Conaculta, donde los participantes elaboraron su teatro con cartón.

Clasificados

ID: 946391

elsiglo.mx