La venganza de Gaia
Las ideas del inglés James Lovelock han provocado polémicas e invariablemente le han convertido en blanco de virulentas críticas. En los años setenta declaró que la Tierra es un sistema autorregulado al que llamó Gaia, mismo nombre que los griegos daban a la diosa de la Tierra. Y aunque Lovelock nunca dijo que Gaia era un ser vivo dotado de conciencia y voluntad, muchos lo interpretaron así y gran parte de la comunidad científica le trató con desprecio. Los académicos duros creyeron que Lovelock sólo estaba divulgando patrañas metafísicas con un lenguaje pseudocientífico. El hecho de que muchos adeptos a la cosmovisión new age y que miembros de extravagantes cultos religiosos empezaran a hablar de Gaia como si fuera una persona, alentó esa percepción.
Sin embargo, Lovelock -que se define como agnóstico y libre pensador- cuenta con una sólida preparación científica. Estudió y trabajó en universidades de primer nivel, posee un doctorado en Ciencias y sus investigaciones le han convertido en miembro de organizaciones tan prestigiosas como la Real Sociedad Británica. Sus premios y reconocimientos son numerosos. Por si fuera poco, es un fecundo inventor. Entre otras cosas creó el detector de captura de electrones, un aparato de alta precisión que detecta partículas en la atmósfera. Ese aparato fue el que demostró la creciente presencia de cloroflurocarbonatos en los confines del planeta. Por cierto, cuando Lovelock lo inventó, trabajaba para la Universidad de Yale y ésta le propuso que un tercio de la patente fuera para él, otro para la universidad y otro para la empresa que financiaría la fabricación y los costes legales, pero el gobierno norteamericano, considerándolo un dispositivo de importancia crucial, se apoderó de la patente. Eso no amargó a Lovelock quien después colaboraría con la NASA diseñando un instrumento que la nave Viking empleó para analizar la atmósfera de Marte. Es de destacarse que el afán lucrativo nunca ha sido el móvil en Lovelock, pues pudiendo ganar millones con sus inventos se conforma con los 32 mil dólares anuales que la empresa Hewlett-Packard le da por idearlos.
Sus pronósticos son catastróficos. Asegura que el calentamiento global provocará inundaciones, sequías y hambrunas que habrán llevado a la muerte al 80 por ciento de la humanidad a finales de este siglo. Y aclara que no será la muerte de tanta gente el principal problema, pues lo grave radica en que ya no podrán crecer las plantas y casi no habrá comida para el resto de las personas. El desierto de Sahara se extenderá hasta el centro de Europa.
Le parece urgente tomar medidas drásticas para contener el crecimiento poblacional, factor del calentamiento global, aunque eso implique medidas autoritarias. “Incluso los mejores regímenes democráticos concuerdan en que cuando una gran guerra se aproxima, la democracia debe posponerse y ciertamente el cambio climático puede ser un asunto tan severo como una guerra”.
Considera que muchos ambientalistas se expresan en términos religiosos y que centran sus estrategias en generar sentimientos de culpa; a su entender tales ambientalistas se portan como fanáticos y desprecian la investigación científica seria. No se han dado cuenta, por ejemplo, de que la energía nuclear es la que debe sustituir a los combustibles fósiles en la mayor parte del mundo.
Juzga que ya es tarde para procurar el desarrollo sustentable y que debemos conformarnos con el retiro sustentable. Éste consiste en emprender cambios respecto a la manera de obtener nuestro sustento y en disponer la migración de millones de personas a lugares más estables. En sus palabras, el retiro sustentable radica en que cada quien realice su máximo esfuerzo para mantener la civilización, ya que caer en edades oscuras es una fuerte posibilidad. “Hay que poner énfasis en satisfacer las necesidades humanas con recursos reducidos y que no dañen al ambiente; si no lo hacemos podemos perderlo todo”.
Le gustaría estar equivocado en sus pronósticos. Deseando que yerre en éstos, atendamos sus advertencias.
Twitter: @alvarezmesta