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La vida después del huracán

GENARO LOZANO

Ocho años después del paso del huracán Katrina, Nueva Orleans, la ciudad más multicultural del sur de Estados Unidos, sigue sintiendo los efectos de ese desastre que dejó más de 1,800 muertes, unos 109 mil millones de dólares en pérdidas económicas y que hizo que su población se redujera dramáticamente después de agosto de 2005.

Apenas en marzo pasado la Oficina del Censo de Estados Unidos emitió un boletín en el que señalaba que la población de la también llamada "ciudad del pecado", y cuna del jazz, superó los 369 mil habitantes, un 81% del total de la población total de Nueva Orleans antes de agosto de 2005, cuando Katrina entró en el territorio del estado de Louisiana e inundó a su paso el 80% de la superficie de esta ciudad.

Con menos habitantes y con la típica tranquilidad de una ciudad sureña, en un lunes Nueva Orleans parece un gran pueblo fantasma.

De día, los barrios contiguos al célebre barrio francés, con sus casas de arquitectura creole, sus calles mal pavimentadas y poco iluminadas, así como sus históricos tranvías- que atraviesan la calle "Deseo" que inmortalizara Tennessee Williams- parecen sacados de la serie The Walking Dead. Como si fueran zombies, son pocas las personas que se mueven al trabajo, las calles están medio vacías, no hay tráfico, pero sí muchos ciclistas urbanos, y los porches tienen las ventanas y sus puertas cerradas. La intensidad se vive de noche.

A unos cuantos kilómetros al este, del otro lado del río Mississippi, se encuentra la zona del noveno distrito, la parte por debajo del nivel del mar de la ciudad y la que fue más devastada por Katrina. Casi una década después, el noveno distrito sigue parcialmente vacío. Donde antes había casas de madera endebles, hoy hay lotes de tierra, vegetación que crece sin control y comercios cerrados. Los residentes que siguen en la zona no superan los 5 mil 500 habitantes, de los más de 15 mil que ahí vivían antes de Katrina, y los indicadores de nivel socioeconómico siguen igual o peor que en 2005. Incluso Fats Domino, uno de los padres del rock and roll que mantenía su hogar ahí desde los años 60, hoy ha dejado su casa abandonada, mientras las autoridades de la ciudad evalúan convertirla en un museo para atraer turistas.

Sin embargo, la ciudad sigue con su espíritu de celebración y su joie de vivre. Por las noches turistas y locales abarrotan el barrio francés y prueban un poco de la decadencia y la libertad que se permite en Nueva Orleans durante el carnaval del Mardi Gras. A lo largo de toda la calle de Bourbon la gente va tomando cervezas y bebidas alcohólicas sin ninguna restricción. Nadie pide identificación para venta de bebidas, como sucede sin excepción en otras ciudades estadounidenses. El reciente cierre del gobierno federal aquí no parece haberse sentido. Los habitantes de Nueva Orleans parecen ajenos a la crisis política de Obama y del Capitolio. Por las calles pululan las jóvenes que vienen a festejar su despedida de soltera y que van de bar en bar hasta que los tacones se les rompen en la borrachera y después de que algún stripper les haya dejado el cuerpo oliendo a feromonas. La ciudad sigue siendo "la capital flagrante del vicio y la decadencia", como la describe Ignatius J. Reilly, el antihéroe de La conjura de los necios, la novela póstuma y de culto escrita por John Kennedy Toole.

Entre esa decadencia y las ganas de regresarle la vitalidad a Nueva Orleans se encuentran algunos proyectos para reconstruir las partes más afectadas por Katrina. Uno de ellos es el de Make it Right 9, que ha construido 86 casas, de bajo costo- y que no parecen de interés social como las de las compañías constructoras mexicanas que hoy son en parte culpables del desastre en Guerrero- sino que son edificadas con nuevas medidas de seguridad para enfrentar los próximos huracanes y generan prácticamente toda la energía que necesitan mediante páneles solares.

Ese proyecto ha reconstruido una pequeña parte del distrito 9 y se le ha dado casa a 350 personas que para vivir ahí puede solicitar un préstamo a bajo interés si cumple con el requisito de ser un trabajador en el sector de la educación pública o en servicios de rescatistas o haber vivido en el distrito 9 antes del paso del huracán Katrina. El actor Brad Pitt donó dinero en este proyecto de reconstrucción y todavía sigue involucrado en él, hasta que se construyan las 150 casas prometidas. El éxito del modelo de Make it Right 9 se ha extendido a Newark, Kansas City y a una comunidad de pueblos originarios de Estados Unidos en Fort Peck.

Ronald Lewis es uno de los guardianes culturales del Mardi Gras y de la historia del distrito 9. Su casa, en la calle de Tupelo, tiene un museo construido por él en el que resguarda la memoria de su barrio, del paso de Katrina, y el del huracán Betsy de 1965, así como parafernalia de los carnavales. Sentado en una esquina de su museo, no duda en decirme algo que en México aún lidiamos por entender: no hay desastres naturales, los desastres son ocasionados por los errores de los humanos. Katrina fue un error de los ingenieros militares que construyeron diques deficientes en la ciudad y un error de Bush, que tenía desplegada a la Guardia Nacional de Louisiana en Irak. Vendrán otros huracanes, pero Nueva Orleans está lista para renacer…

Politólogo e Internacionalista

Twitter @genarolozano

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