Parece que el Presidente Obama está avanzando en cumplir su compromiso de campaña de arreglar el asunto de la migración. Ha lanzado una valiente iniciativa que inspiró un pacto histórico entre legisladores demócratas y republicanos para sacar adelante la reforma que traza una vía, ciertamente larga y costosa, para regularizar a más de once millones de indocumentados.
El tema de la migración lleva años de ser el dolor de cabeza para nuestros dos países. México lleva años de exigir a las autoridades norteamericanas a todo nivel un trato justo y digno, sin discriminaciones, para nuestros connacionales que constituyen una proporción cada vez más importante dentro de la composición social y por ende política de los Estados Unidos.
La oposición a dar facilidades a los "ilegales" radica en una clara repugnancia hacia los latinos, ya más de quince millones, con su mayoría de indocumentados. El creciente uso del español, hasta por los políticos en campaña es muestra, empero de una inevitable erosión de las raíces anglo-europeas, tradicional esencia de Estados Unidos. El paquete de la legislación propuesta dispone, en compensación, más controles fronterizos migratorios.
Al lado de cuestiones sociológicas, el aspecto económico es también determinante. Ciertamente las actividades de los nuestros en Estados Unidos se han ido diversificando hacia los servicios aun cuando los trabajos agrícolas y en construcción son importantes. Peo ya muchos se dedican a los servicios, a los negocios o a lo técnico. Muy significativos, empero, son los cientos de miles de jóvenes que están escuelas secundarias o preparatorias, o los también miles inscritos en niveles profesionales y doctorados, todos los cuales no tienen derecho a permanecer en el país y por ley deben regresar a México. La reforma migratoria les ofrece la ciudadanía norteamericana y con ella su residencia por fin legal en el país.
La necesidad en Estados Unidos de contar con nuestra mano de obra mexicana no ha disminuido ni aún estos tiempos de recesión.
Menos aún pueden perder la oportunidad de aprovechar a miles de ilegales ampliamente preparados en tecnológicos y universidades y que aspiran a quedarse en ese país si se les acepta.
Los beneficiados por la nueva reglamentación en ciernes serán los mexicanos que hallen un lugar en ramas especializadas, médicos, científicos, ingenieros, técnicos computación etcétera. Son, sin embargo, precisamente los mismos que a nosotros interesan.
Ley de Obama resuelve los cientos de miles de casos de familias que viven en la clandestinidad. Servirá para aflojar el tremendo congestionamiento administrativo que se ha provocado disposiciones vigentes.
La resonancia verdadera se expresará en la incorporación a su comunidad de un acervo de talentos que reforzará la competitividad no sólo de su aparato económico sino de su prestigio técnico y cultural.
Es sin embargo irónico que al cumplirse por fin lo que ha sido exigencia mexicana desde hace tantos años, trato justo, no discriminación de nuestros compatriotas, la solución que se asoma consolida una importante ganancia en talentos para Estados Unidos que resulta es en pérdida para México.
Nuestra incapacidad para ofrecer oportunidades de trabajo a los mexicanos que tienen deseos y fuerzas para superarse y enfrentar retos explica el éxodo hacia Estados Unidos desde principios del Siglo XX. No es necesario repetir la responsabilidad de nuestros empresarios de crear puestos de trabajo, a todos los niveles, desde los más sencillos agrícolas hasta los de mayor calificación profesional es la única solución verdadera.
Aplaudiremos el que, gracias a nuestras presiones diplomáticas a lo largo de muchos años, la correlación política norteamericana favorable, la valentía de un Obama que se enfrenta a sus enemigos, hay buenas perspectivas para los nuestros que allá viven. Hay que tener muy presente que lo que Estados Unidos gana en individuos que aportan a su crecimiento económico, lo pierde México. Es tiempo de reaccionar.
juliofelipefaesler@yahoo.com