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Las lagunas de Mercedes

A la ciudadanía

MANUEL VALENCIA CASTRO

Una estimada persona llamada Mercedes, se cuestionaba a sí misma sobre la existencia de lagunas de grandes dimensiones en los valles y llanuras que probablemente se extendían desde lo que hoy conocemos como Tlahualilo, con la Laguna del Lagarto, hasta San Pedro de Las Colonias con la Laguna de Mayrán. Sin mucho pensar Mercedes no sólo se imaginó las lagunas, de inmediato vino a su mente una avenida extraordinaria del Río Nazas que alimentaba los mencionados cuerpos de agua y recordó de paso la bellísima Laguna de Viesca que se asociaba a las crecidas temporales del Río Aguanaval y probablemente también al Nazas a través de veneros subterráneos. ¿Se lo puede usted imaginar?

Como Mercedes, los que habitamos en la paradójica Comarca Lagunera, sin lagunas, seguramente no batallamos en imaginarnos los grandiosos cuerpos de agua que se formaban en las desembocaduras de nuestros ríos. Somos habitantes del desierto, vivimos permanentemente añorando los lugares con mucha agua y con grandes terrenos enverdecidos como los gigantescos árboles de los ríos y el sotobosque que crece en los espacios de suelo que quedan entre las copas de los árboles por donde logra pasar la luz del sol.

Tal vez por eso, en estos días nos acercamos según nuestras posibilidades a lugares con vegetación como el Bosque Venustiano Carranza, el cual, gracias a las aguas tratadas que Peñoles conduce hasta él, se ha mejorado notablemente y se ha convertido en un sitio visitable y que es justo comentar, se visita durante todo el año por deportistas y por gente como usted y como yo que queremos disminuir la grasa abdominal y recibir buenas noticias en los análisis de colesterol, triglicéridos y glucosa.

Pero muchos laguneros buscamos ir más allá y disfrutar de los altísimos valores ambientales de los Ríos Nazas y Aguanaval. En este último, los lugares más bellos sobre el Río se encuentran en el Cañón de la Cabeza, en el Cañón del Realito y en la Presa de la Flor. Aunque son lugares reducidos, a partir del Jueves Santo se recibieron más de mil visitantes diarios, verdad que añoramos el ruido del agua, la fresca sombra de un álamo o ahuehuete, la abundancia de diversas aves que no vemos en la ciudad y sobre todo la invitación a un rato de ocio sin estrés.

En el Río Nazas se han perdido o restringido muchos de los sitios cercanos a los que acudíamos, el Parque Nacional Raymundo en el que quizá se disfrutaba la mayor planicie de inundación con árboles dispersos en una gran superficie y con agua emergiendo del suelo en diferentes puntos, formando piscinas naturales en las que la gente y los niños chapoteaban sin arriesgarse en la corriente del cauce principal; cuando te quedabas hasta tarde, el espectáculo de las luciérnagas era indescriptible. De pronto, Raymundo se convirtió primero en un bosque de eucaliptos que se encargó de secar el humedal y después de que no fue posible sostenerlo se tuvo talar, luego se modificó en lo que actualmente es, un parque de diversiones que sigue cumpliendo por lo menos con una función fundamental: reducir la carga de visitantes en otros sitios del río. El Parque Nacional Raymundo fue la primera víctima de la construcción de las presas aguas arriba, de la presa San Fernando aguas abajo y de malas decisiones de manejo que decidieron reemplazar las especies nativas por especies exóticas como el eucalipto que dicho sea de paso, en otros sitios han sido utilizados como desecadores del suelo.

Los sitios más atractivos del Río Nazas se encuentran ahora más alejados. Es necesario llegar hasta los límites orientales y norteños del Parque Estatal Cañón de Fernández para internarse a lugares con una elevada condición ecológica. Cuando esto suceda, encontrará letreros con leyendas en las que se le invita a respetar algunas restricciones encaminadas a conservar la buena integridad ecológica que actualmente tiene la mayor parte del tramo de río que se incluye en el parque y que llega hasta el Ejido Nuevo Graseros, antes de la presa Francisco Zarco. En este último punto nuevamente el gran atractivo es el gran lago artificial que se forma en el vaso de la presa, el agua que antes se encontraba en las lagunas del valle principal ahora se retiene aquí para regular el gasto de agua conforme lo requieren los cultivos que se siembran y cosechan precisamente en los valles.

El agua es vida, repetimos casi sin darnos cuenta que es cierto, que no se trata de una frase vacía como tantas otras de moda y por lo tanto, si el agua deja de pasar o deja de llegar, desaparecerán los ecosistemas y se suspenderán las actividades encaminadas a su aprovechamiento.

La restricción del agua avanza con rumbo a la desertificación y amenaza con ello, a los escasos sitios que aún podemos disfrutar en un sencillo día de campo.

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