Hace década y media que algunas personas de esta región decidimos involucrarnos en la gestión del ambiente desde una perspectiva ciudadana, y lo hicimos en forma paralela a la actividad académica y de investigación que también realizamos en los espacios universitarios; consideramos que el estudio y la enseñanza sobre la sustentabilidad del desarrollo no era suficiente para recuperar nuestros recursos naturales, por lo que era una encomienda en la que valía la pena participar.
En aquel entonces los problemas ambientales no eran conocidos o, quizá, la información que se generaba en los ámbitos académicos no fluía al exterior, como también sucedía con la que se obtenía en los entornos gubernamentales; eran tiempos marcados por el aislamiento en que encontraban los primeros o la opacidad que privaba en los segundos.
Lo cierto es que los estudios en que se basaba esa información ya destacaban el grave deterioro en que se encontraban recursos naturales que desempeñan un papel clave en el desarrollo económico, la salud de los ecosistemas y la vida de la población de esta región; ya se conocía la gravedad de la disminución en la calidad del agua, el suelo y el aire por la contaminación que sufrían, como también la pérdida de biodiversidad provocados por las propias actividades humanas.
Entonces la problemática que aquejaba a los dos primeros recursos presentaba mayor relevancia que las otras, probablemente porque se tenía mayor información sobre ellos, porque ésta fluía más a la ciudadanía debido a los impactos directos que tenía en la población, o porque el conocimiento de la salinización y disminución en la fertilidad de los suelos agrícolas era, al igual que, la alteración del hábitat en que residían especies silvestres, temas propios sólo de los especialistas. Destaquemos este último.
Considerando las crónicas históricas o estudios recientes sobre las condiciones ambientales que prevalecían antes de la colonización hispánica de los territorios que conforman la actual Comarca Lagunera, el flujo de los ríos Nazas y Aguanaval que atravesaban la gran planicie desértica a través de su cauce y sangrías de acequias y canales, inundando sus depresiones y formando lagunas de distinto tamaño, es posible dieran lugar a una rica diversidad biológica.
Es también probable que algunas de las especies que conformaban esta biodiversidad tuvieran una antigüedad mayor a la propia presencia humana basada en los grupos nativos nómadas de cazadores, recolectores y pescadores que encontraron los frailes y conquistadores españoles al cruzar estos territorios, incluso de otras épocas geológicas.
La abundancia de agua dulce y tierras fértiles en medio de grandes extensiones áridas atrajo los colonizadores y les motivó a ocupar estos espacios físicos, creando poblados, ranchos y haciendas a la vez de roturar tierras para el cultivo y utilizar otras en el pastoreo de ganado; con ellos llegaba la civilización como parte de la lógica colonizadora europea que aprovechó la disponibilidad de recursos existentes en la región, algo que también implicó la inevitable alteración de los ecosistemas naturales a los cuales en menos de dos centurias antropizó.
Dentro de esa lógica que a la fecha destaca por la ausencia de planeación alguna, la especie humana desplazó o eliminó a una parte de las otras especies que residían en estos espacios, aquellas que conformaban la vida silvestre de lo que posteriormente sería una región económica, o se les sustituyó por la otra parte de las especies con las que el hombre ya convivía producto de su domesticación. Tal parece que la antropización de este medio natural, como en la mayor parte del planeta, se hizo con una visión antropogénica, donde la especie dominante sometía a aquellas que competían con ella o aprovechaba a las que sometía.
Esa visión antropogénica que le hace pensar a la especie humana ser el centro de la vida, ha causado la extinción de las otras especies que no le son útiles o aprovecharse de las que lo son, y es este concepto utilitario maximizado durante el capitalismo lo que ha minimizado su importancia, que a fin de cuentas no es más que una concepción silvestrada dentro del período civilizatorio en que vivimos.
Quizá no podemos aspirar a más cuando ni siquiera somos capaces de proteger y/o crear una relación armónica entre los mismos miembros de nuestra especie, puesto que la historia de los pueblos ya en el período de evolución cultural civilizatorio en esta cuestión no se distingue, en esencia, de los previos a él; aún recientemente algunas sociedades construyen jerarquías demenciales como lo hicieron los fascistas con el ideal absurdo de la raza superior, o sólo basta voltear a las poblaciones paupérrimas de casi todo el planeta para observar ese menosprecio interespecífico.
Lamentablemente, tal parece que en nuestra región prevalece la visión antropogénica de la naturaleza, y en tanto no la superemos nos regiremos por ese concepto silvestrado de la vida, como se observa en la altanera destrucción que hemos hecho de los hábitat en que residen las otras especies, las que conforman los pocos reductos de la vida silvestre que nos quedan, sin pasar por alto el trato que damos a las también otras especies, particularmente de vertebrados, que hemos domesticado.
En estos ecosistemas antropizados hasta hace tres años se ha descubierto que en La Laguna existen 1,205 especies (Hernández y García, 2010) aquella parte de las otras especies, las silvestres, a las que habrá de agregar las domesticadas, cantidad que quizá no esté completa porque sólo refiere a las que se tiene registro.
Los laguneros que creemos en la necesidad, hablando racionalmente, es decir, con base a una lógica que supere la absurda visión antropogénica, de proteger y conservar los saldos de nuestra relación con las otras especies en esta región, primero debemos sentirnos orgullosos de que aún contemos con ellas y, segundo, que también nos preocupemos por hacerlo con los ecosistemas y hábitat que ocupan, hoy confinados a reservorios naturales que han tenido que ser declarados formalmente para que resistan la ambición humana de quienes quisieran lucrar con ellos o de quienes faraónicamente evaden la responsabilidad de asignar recursos públicos para cumplir ese fin.
Hernández, L. y García, Abel 2010 Especies biológicas representativas: potencialidad y riesgos actuales.
De: Comarca Lagunera. Procesos regionales en el contexto global. Ed. UNAM-UIA. México.