Las palabras son seres vivos: nacen, se reproducen e incluso a veces, mueren. Viven, porque al hablar les damos vida y se enferman cuando les damos mal uso, causándoles deformaciones, amputaciones y otros defectos.
Las palabras nacen siendo amadas pero a veces también, con demasiada frecuencia, se sienten desairadas, se llenan de ansiedad porque las distorsionamos, las olvidamos y las menospreciamos, porque no las dejamos crecer y evolucionar como es natural en todo ser que tiene corazón, que vibra y se emociona como se emocionan las palabras porque están en este mundo para comunicar sentimientos, para viajar llevando buenas nuevas y para describir lo que pasa en el mundo, lo que sucede en nuestras vidas. Debemos preocuparnos por saber el qué, el cómo y el porqué de las palabras.
Si me perdona el lector que por esta ocasión me exprese en primera persona, le diré que son ya 17 los títulos que tengo publicados, enfocados principalmente a mi tema favorito que es el uso adecuado del idioma español
Desde el año 2001 he procurado –y afortunadamente lo he logrado- poner en circulación por lo menos un nuevo libro cada año, el cual se presenta como parte de los eventos de la Feria Internacional del Libro en Monterrey.
La característica que en estos libros se vuelve denominador común es que están enfocados al buen uso del idioma, a poner –si se me permite el lugar súper común- un granito de arena para que el público, la gente que me hace el favor de leerme, en los libros o a través de mi columna periodística o de ver y escuchar mis comentarios en la TV y en el radio, tenga cada vez más elementos para conocer mejor (y tratar mejor) a esa magnífica herramienta de la comunicación que es la palabra.
Yo quisiera compartir con todo el mundo mi concepto del “amor a las palabras” porque son ellas –las palabras- las que nos abren la posibilidad de comunicarnos y entendernos con nuestros semejantes. ¡Imagínese usted cómo sería el mundo si no existieran las palabras, si toda la comunicación entre los seres vivos fuera la llamada “comunicación no verbal”!
Sería un mundo silencioso y más lleno de malinterpretaciones de las que ya tenemos ahora. Quiero decir que, si con palabras no nos entendemos bien, no superamos fácilmente la barrera del idioma y en muchas ocasiones decimos una cosa queriendo decir otra, ya me imagino lo que sucedería si todo fueran gestos y señas.
Espero no verme mal si le digo que le recomiendo tener y leer mis hijos editoriales, todos los que he puesto en circulación, que no me juzgue pretencioso si le digo que le “van a caer bien”, que le van a gustar sus comentarios y los va a leer varias veces… Que así sea es lo que más deseo para que podamos juntos –usted y yo- echarle un vistazo a ese tema apasionante que es el uso adecuado de nuestro bello idioma.
Escríbale a Don Juan Recaredo: La dirección de su correo electrónico es donjuanrecaredo@gmail.com
¡REGALE LIBROS SOBRE EL APASIONANTE TEMA DEL IDIOMA! Todos con un poco de humor. Pida información a libros@comodijo.net o bien al teléfono (0181) 8148 8141 de Monterrey, N. L.
PREGUNTA DEL PÚBLICO:
Carmen F. de Castro pregunta en qué casos o si siempre debemos acentuar la o, como cuando decimos por ejemplo ¿Quieres un café o un té?
RESPUESTA:
La o sólo se acentúa cuando hay posibilidad de confusión, como el caso en que al expresar un número pueda ser confundido con un cero. Por ejemplo la frase “Escribí 20 ó 30 frases” que sin el acento podría parecer que dice “Escribí 20030 frases”
Termino con esta reflexión: Los que cambian su libertad por su seguridad, no merecen libertad ni seguridad ¿Cómo dijo? LAS PALABRAS TIENEN LA PALABRA