“Es triste llegar a viejo, pero es más triste no llegar…” así decía festivamente mi querido compadre Lalo González “El Piporro” y no solamente él, lo han dicho muchos otros y otras, celebridades o no, algunas veces festivamente y otras no tanto.
Es que vivimos siempre con la amenaza del calendario, cumpliendo años y viendo “qué rápido se pasa el tiempo” y cómo nos vamos acercando a la vejez, hasta que nos encontramos con que “la edad se nos vino encima” y empezamos a “chochear”, verbo que en México entendemos como “llegar a la edad en que disminuyen las facultades físicas y mentales y cuando empiezas a ser maniático, terco y medio excéntrico como un anciano”, es decir que tienes que aceptar que ya estás viejo cuando haces cosas inexplicables que no parecen llevarse muy bien con la lógica o con el sentido común.
Bueno, pero ¿qué es un viejo? Pues en el Diccionario de la Real Academia dice que la palabra viejo viene del latín vetulus y que “dícese de una persona de edad”. Eso está muy bien, pero la observación que me llegó al alma es la que se agrega diciendo “comúnmente puede entenderse que es vieja la persona que cumplió los 70 años”, porque como éste “su seguro servilleta” acaba de cumplir 71, pues ya no queda “ni para donde hacerme”.
A veces, cuando a un viejo no le queremos decir así, (viejo) porque el término suena tremendamente despectivo, entonces le decimos anciano.
Y la verdad es que nunca he visto un lugar que diga “Asilo de viejos” y sí he visto algún “Asilo de ancianos”, aunque aún esta denominación se siente un poco ruda y para hacerla más tierna se le llama “Casa de reposo” o se le asigna algún otro eufemismo que disimule un poco la verdad de que el lugar está lleno de gente de edad, cargada de achaques y que pronto va a tener que despedirse de este canijo mundo.
El anciano es el antiguo, el que vive “desde antes” o yo diría “desde mucho tiempo antes”, aunque este vocablo-anciano- no puede usarse cordialmente como la palabra viejo que no siempre se refiere a una persona de edad, sino que puede llamársele así a un amigo, un “cuate” al que se le aplica el adjetivo para decir que es un “viejo amigo”, no porque sea de avanzada edad, sino porque desde hace mucho tiempo que me brinda su amistad.
Cuando se usa la palabra viejo en ese sentido hay que precisar bien que se trata sólo de “un buen amigo” porque si dices que “Fulanito es mi viejo”, la gente maliciosa puede entender que es tu pareja, o sea que hay una relación íntima y vergonzosa entre ambos. Finalmente cito el caso de la señora que en lugar de decirle a su esposo, gordo, querido o mi vida, le dice precisamente así y se refiere a él como mi viejo y es correspondida con el mismo adjetivo que da lugar a esas tres formas que cambian según el tiempo que tengan de casados: ¿cómo amaneciste vieja? como tierna pregunta. ¡Cómo amaneciste vieja! como triste observación y ¿Cómo? ¿Amaneciste, vieja?, una expresión de cruel sorpresa.
Escríbale a Don Juan Recaredo: La dirección de su correo electrónico es donjuanrecaredo@gmail.com
PREGUNTA DEL PÚBLICO:
Gelasio Cruz González pregunta cuál es el gentilicio de los nacidos en Puerto Rico, portorriqueños o puertorriqueños.
RESPUESTA:
El Diccionario Geográfico Universal dice que el gentilicio de Puerto Rico es puertorriqueños, aunque el Diccionario de la Real Academia Española admite que lo podemos decir de las dos maneras: portorriqueños o puertorriqueños.
Me retiro con esta reflexión: no hay recuerdo que el tiempo no borre ni pena que la muerte no acabe ¿Cómo dijo? LAS PALABRAS TIENEN LA PALABRA