El 5 de noviembre de 2012 murió en Argentina uno de los grandes románticos de nuestro añorado siglo XX: -Leonardo Favio. Como es natural los jóvenes de las nuevas generaciones casi no saben quién fue Leonardo Favio, e incluso a algunos de nuestros contemporáneos para que lo ubiquen habrá que cantarles un pedacito de… “… o quizá simplemente le regale una rosa” una amorosa canción que invadió los mercados discográficos del mundo hispano allá por los años sesenta.
La voz grave y caballerosa de Fuad Jorge Jury –su verdadero nombre- nos conmovía y nos hacía suspirar al escucharlo medio cantando y medio platicando: “… cuando llegue mi amor, le diré tantas cosas, o quizá simplemente le regale una rosa.” Esa era la fórmula maravillosa: Al ser que amas le quisieras decir tantas cosas, mientras caminan abrazados por las calles lluviosas vacías de gente que corrió a guarecerse para no mojarse y allá van los dos enamorados por en medio de la calle, con el pecho lleno de palabras y frases, te quiero, te amo, eres lo mejor que me ha pasado en la vida y finalmente él escoge el lenguaje más breve y más intenso: simplemente le regala una rosa y ya con eso queda dicho todo.
Otras canciones famosas de Favio no eran muy amorosas, sino que le cantaban al amor frustrado: “Ella, ella ya me olvidó, yo la recuerdo ahora… Era como la primavera…”. “Fuiste mía un verano, solamente un verano, yo no olvido la playa ni aquel viejo café…” Aparte de cantante y compositor, Leonardo Favio era cineasta y de los buenos.
Sus películas “Crónica de un Niño Solo” y “El Romance del Aniceto y la Francisca” fueron puestas a juicio entre los especialistas argentinos de cine y resultaron ser las grandes ganadoras: En la encuesta se les preguntaba a los más reconocidos actores, directores, críticos, investigadores y hasta reflectoristas y escenógrafos: ¿cuáles son los 100 mejores filmes del cine sonoro argentino? y más del 75% de los votos fueron para la “Crónica del Niño Solo” como la mejor película en toda la historia del cine de ese país. Nació en 1938 en un barrio pobre.
Fue abandonado por su padre. Era un niño conflictivo que se escapaba de las escuelas en las que estuvo. O se escapaba o lo expulsaban. Incluso en su etapa de raterillo fue encarcelado. Intentó estudiar en un Seminario y luego en la Marina, pero siempre fracasaron sus intentos. Ahora, después de una penosa enfermedad, Leonardo Favio se fue “caminando por las calles vacías” a descifrar el misterio de la vida y de la muerte.
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PREGUNTA DEL PÚBLICO: Una amiga mía presume de ser muy mundana. ¿Qué quiere decir eso? Más o menos lo entiendo, pero me gustaría que usted me lo confirme. Ileana Arámburu.
RESPUESTA: Una persona mundana es alguien que ha viajado mucho por el mundo, que pertenece a la alta sociedad y que atiende mucho fiestas y placeres.
Me retiro con esta reflexión: lo más difícil de este mundo es decir y pensar lo que todos dicen sin pensar. ¡Fíjese! ¿Cómo dijo? LAS PALABRAS TIENEN LA PALABRA