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Las reformas solo legales no bastan

JULIO FAESLER

La probable aprobación de la reforma energética, con cualquiera de las alternativas que los partidos políticos están presentando a los legisladores, es el banderazo para echar a andar las expectativas, tan vivamente prometidas en todos los medios, que habrán de producirse en la economía y hasta en la sociedad en general. No parece haber rincón de ésta que no florecerá en un rotundo esplendor.

Hay una curiosa diferencia entre la forma en que un país desarrollado y otro que no lo es enfrenta un problema. En tanto el desarrollado le avienta dinero, el pobre le avienta una ley.

Nosotros los mexicanos nos caracteriza la reacción pavloviana de legislar para todo. Mientras más se involucra a la Constitución mejor. México es el paraíso de las leyes… no cumplidas.

Hasta ahora, en estos primeros meses de la administración de Enrique Peña Nieto la cosecha de grandes reformas legisladas es buena: educación, control presupuestal, telecomunicaciones, laborales…no importa que aun les falten las legislaciones secundarias para aterrizarlas a su aplicación práctica. Pero damos cobertura publicitaria con el primer paso, incluso desde antes.

En el caso de la reforma energética, ya comenzó la di fusión de sus proclamadas virtudes para convencer a los reticentes como para atraer desde ahora, sí, desde ahora mismo, a los inversionistas privados nacionales y extranjeros. Necesitamos realizar la liberada producción y abrir la compuerta de beneficios a todo el pueblo sin distinción.

Hay que andarse con cuidado y resistir la tentación a la grandilocuencia. Los legisladores no tienen en sus manos todos los hilos que las reformas exigen. Hay muchos factores, intereses, estructuras socioeconómicas, mucho más allá de los decretos que tienen que alinearse para que éstos funcionen.

Aun si el gobierno tuviera todas las riendas de la economía o al menos reuniera todos los proyectos que gracias a la reforma energética se pondrían en marcha, la verdad es que a las manos privadas toca movilizar los recursos para expandir la producción de energéticos de origen fósil o renovable e invertir, contratar a los cientos de miles de individuos desocupados en la actual informalidad.

A los empresarios no se les recluta con simple oratoria aunque, por conveniencia, unan sus voces al coro oficial.

Una vez aclarado si las leyes y sus reglamentos estuvieron a la altura de las necesidades, sus beneficios se difundirán por todos los ámbitos para entonces ver si las empresas van a transformar a país, con su esfuerzo inspirado en las reformas salidas del Congreso.

Hay, empero, un área donde el gobierno sí tiene el dominio de la situación: el de la instalación de las infraestructuras de las que México tiene una gran urgencia. Las obras de carreteras y líneas ferroviarias, los aeropuertos, los sistemas de comunicaciones de todo tipo, las instalaciones portuarias, las de almacenamiento de cosechas, las de los centros logísticos de desarrollo regional.

La inmensa derrama económica que se desata con un ambicioso programa de infraestructura empleando talentos nacionales, mano de obra y materias primas nacionales será la respuesta que todo el país espera a la coyuntura que ahora vivimos y que a la recesión suma una tanda de reformas ambiciosas.

Sin tal gran programa de infraestructuras la tardanza en percibirse los efectos de las reformas agravaría el bajo crecimiento que hoy se registra resintiéndose más el desempleo y el decaído ritmo económico.

Es particularmente oportuno lo anterior en momentos en que la reducción de ingresos fiscales para el gobierno por la autonomía que se busca para Pemex. La obra púbica encontraría su financiamiento en la aplicación de una parte de las crecidas reservas que guarda el Bando de México y un estricto programa de deuda pública conforme al principio constitucional de la recuperación garantizada.

Un programa masivo de obras públicas, inteligente y honestamente diseñado y administrado, es el imprescindible compañero de la reforma energética. Sin él los inflamados anuncios que desde ahora, sin siquiera haberse iniciado la discusión parlamentaria, quieren incendiar la imaginación nacional, quedarán en el aire.

juliofelipefaesler@yahoo.com

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