Siglo Nuevo

Letras con Beat

El pulso de una generación

Lectura de poesía (San Francisco, 1957)

Lectura de poesía (San Francisco, 1957)

Alfonso Nava

Criticados y revalorados por su producción creativa, los escritores de la Generación Beat dejaron una profunda huella en el ámbito social, político y artístico de la cultura occidental tanto por la naturaleza diversa de sus obras como por el eco que éstas provocaron, vigente para la reflexión de sus herederos dentro y fuera del mundo literario.

A inicios de los cuarenta Orson Welles realizó su famosa lectura de Guerra de los mundos en la radio; y no mentía: los aliens habían aterrizado en el planeta. Allí estaban, invadiendo el Greenwich Village, la zona neoyorquina de cafés; en los pasillos y áreas abiertas de la Universidad de Columbia; en los clubes de jazz y blues de Harlem y el Bronx; se estaban volviendo legión y empezaban a notarse en la otra costa, especialmente en San Francisco y en los pasillos de la UCLA.

La tensa calma de la posguerra trajo en Estados Unidos una dinámica de normalidad hecha a imagen y semejanza de sus modelos de producción industrial: la economía se recuperaba de la resaca de la Gran Depresión, las clases medias (con sus prototipos familiares y sociales manifiestos en los nuevos burgos: los suburbios) se afianzaban, el nacionalismo yanqui y las tendencias conservadoras se robustecían ante embistes extranjeros, la ‘amenaza’ comunista y los nuevos órdenes internacionales.

Los aliens quebraron discretamente esa ‘naturalidad’, incluso desde sus mismas entrañas. Si como afirma Marx todo sistema alberga en sí mismo la semilla de su destrucción, esos individuos diseminados en las costas de Norteamérica fueron lo más parecido a una implosión del sistema o al menos su forma crítica más consumada en la alborada del nuevo capitalismo de posguerra, aunque sus procedimientos a veces lucieran como mera apariencia.

Estos aliens fueron mejor conocidos como la Generación Beat: un grupo de escritores de avanzada que se nutrieron de las polarizaciones provocadas por esa normalidad impuesta, quienes abrieron sus ventanas, como muy pocas tradiciones en Estados Unidos, a lo mejor (y lo peor) de otros mundos.

Si bien la calidad de su producción literaria sigue siendo cuestionada por muchos (aunque altamente apreciada por varios sectores de la crítica), su mayor herencia está vigente en términos de reflexión creativa: ellos pusieron sobre la mesa nociones como la ruptura, la exploración, el aprendizaje continuo y expansión de otros universos, los físicos y los de la mente. Esa idea de tránsito es la que los convierte en aliens. Y aunque su legado no está exento de desaciertos, es incuestionablemente valioso.

LOS NUEVOS ROMÁNTICOS

En 1951, en la Ciudad de México, William S. Burroughs asesinó a su esposa de un balazo en la cabeza mientras pretendían parodiar aquella leyenda en la que Guillermo Tell disparó una flecha contra una manzana apostada en la cabeza de su hijo. Ese hecho sería el eje central de su novela alegórica Naked Lunch (El almuerzo desnudo, 1959) y marcó en buena medida la leyenda de trasgresión, audacia y aventura de la Generación Beat. Si las bellas artes (como sostenía Thomas Mann) son la integración de lo monstruoso y demoniaco en el culto de lo divino, para la literatura mundial del siglo XX nadie encarnó tanto ese principio como la vanguardia francesa, la poesía rusa y la generación Beat.

La imagen pública de este movimiento de escritores se asocia (en parte por desviaciones publicitarias) con la vida bohemia, una derivación del romanticismo europeo que para los Beat opera en dos sentidos, según el Maestro en Letras Modernas Héctor Díaz: “La generación se da a la vida bohemia más por un procedimiento de radicalidad que por una intención romántica. Mann afirma que el romanticismo es creer que el pasado es mejor. Los Beat no asumen dicha postura, de hecho son bastante modernos, pero con la bohemia se manifiestan contra una sociedad que posiciona al empleo como un medio de dignificación y control social, que celebra sus métodos vertiginosos”.

Sin embargo, Díaz anota que la forma de trabajar de los Beat e incluso su dirección creativa son tan innovadores como el mismo modelo de producción norteamericano. Su sistema apunta a los movimientos europeos, está al pendiente de ellos, se afirma en la renovación constante y la muerte de la tradición. La famosa anécdota respecto a la manera en que Jack Kerouac escribió On the Road (En el camino, 1957) de un solo jalón y en un rollo de papel para no perder tiempo en el cambio de folios, es casi un procedimiento industrial.

Voluntaria e involuntariamente, los Beats reivindican para sí una concepción clásica del romanticismo europeo que tiene que ver con el precepto de hacer de la vida misma una obra literaria. El anecdotario Beat terminará por definir gran parte de su atractivo y será el tema de fondo de casi toda su bibliografía.

En esa concepción hay una nueva voluntad de rebeldía, afirma la Socióloga Marina López: “Los Beat persiguen tramas que rompan con los parámetros de los modelos sociales que ven cotidianamente”.

De tal suerte, asocian el carácter romántico como un afán de trasgresión, es decir, fuera de la norma, lejos de cualquier regulación, incluso legal. Aunque tal percepción social pasaría a la historia casi como una deformación comercial, una actitud o un estilo imitatorio de los ‘poetas malditos’ franceses, asimilados al concepto norteamericano.

No podríamos negar que es también una actitud vital, una toma de partida ante el hastío del suburbio gringo, sin embargo eso no lo volvería superficial: la búsqueda de lo extraordinario indicaría que lo humano está en otro lado, más allá de la satisfacción económica y del ‘bienestar’ clasemediero. Aunque es un procedimiento escritural que les funciona, también es una idea sobre la existencia: la vida no está dada, hay que ganarla en callejones y abismos, combatiendo monstruos e instituciones.

Díaz concluye aseverando que justo esa actitud le abrió las puertas a los subsecuentes movimientos contraculturales, particularmente el florecimiento hippie, altamente influido por los Beat. “Allí la importancia de este grupo. Si muchos insisten en que no tienen libros mayores o importantes, sí podríamos decir que abrió puertas para que otros las produjeran”.

LA MITOLOGÍA BEAT

Los Beat poseen un amplio árbol genealógico en el que figuran personas que nunca escribieron una sola línea. Y es que a menudo son recordados por el mito que los circunda: una trama de episodios no ficticios en los que hay crimen, personajes extravagantes y hasta con padecimientos mentales diagnosticados, viajes a rincones insospechados e incursiones al peligro. Convirtieron su vida en una novela.

El movimiento fue fundado por tres representantes mayores: William S. Burroughs (de Missouri, 1914-1997), Allen Ginsberg (Nueva Jersey, 1926-1997) y Jack Kerouac (Massachusetts, 1922-1969), quienes se conocieron en Nueva York y convinieron pese a sus estilos radicalmente distintos. Lo que los vinculó como generación fue compartir la vida y formar parte de un grupo de gente con quien coincidían en inquietudes existenciales y estéticas.

Algunos de esos individuos aparecen en las obras más conocidas de esta trinidad fundadora y varios de sus temas recurrentes se asocian a ellos. Por ejemplo Joan Vollmer, la esposa muerta de Burroughs, es una presencia mayor (ficcionalizada) en piezas emblemáticas como Howl (Aullido, 1955) de Ginsberg (dedicado a ella) y Naked Lunch.

Asimismo está el asunto de las drogas. El Sociólogo Daniel Juárez, especialista en Historia de la Cultura, opina que tiempo antes del ministerio del célebre Timothy Leary (el llamado gurú del LSD) los Beat pusieron sobre la mesa la reflexión sobre los estupefacientes. Por la comunidad del jazz supieron de la heroína, pues varios músicos (incluyendo a Charlie Parker, su gran influencia) se volvieron adictos a ella. Burroughs tenía además un mentor que lo inició en la heroína, Herbert Huncke, con quien además cometió un par de crímenes menores para pagar la droga. En algún momento Huncke intentó convertirse en escritor, convencido de que tenía suficiente ‘sabiduría callejera’ para superar a su alumno; su obra no pasó a la historia pero él resaltó como personaje en Naked Lunch.

Otro tutor involuntario fue Carl Solomon, un hombre con diagnóstico esquizoide (que en realidad tenía episodios de dispersión mental y extravagancia por culpa de las drogas) al que Ginsberg conoció en el Hospital Psiquiátrico de Bellevue. Éste aparece como figura central en Howl de Ginsberg y Junkie (Yonqui, 1953) de Burroughs.

El tema homosexual y las proyecciones homoeróticas son igualmente comunes en la bibliografía Beat. Como posible antecedente tenemos la historia de Lucien Carr y David Kammerer, encargados de reunir a la tríada Beat en sus tertulias de los jardines de la Universidad de Columbia. Carr asesinó a Kamerer (1944) quien “era sujeto de una violenta obsesión homosexual” de su parte. Sobre ese incidente Kerouac escribiría la novela The Town and the City (La ciudad y el campo, 1950) y otra más en colaboración con Burroughs, And the Hippos Were Boiled in their Tanks (escrita en el 45, publicada apenas en 2008).

On the Road, novela fundacional de la generación, autoría de Kerouac, integra a dos personas que tienen un lugar preponderante en el Partenón de este grupo. Neal Cassady es el auténtico paradigma Beat: un tipo promiscuo, dado a la aventura, liberal, desparpajado y asiduo de drogas y alcohol, con ‘conocimiento de calle’. Nada más lejano que el arquetipo del Beat que todos conocemos, de camisa rayada y boina. Kerouac desarrolló por él un instantáneo enamoramiento (que se consumó a pesar de que Neal era casado) y ello se advierte en On the road. La fascinación por figuras trasgresoras en la literatura Beat empieza con él. Los pioneros del movimiento se involucraron con él, Ginsberg incluso se convirtió en su tutor literario, aunque Cassady nunca llegó a escribir una pieza legible.

La otra figura mayor de la mitología Beat es justamente la esposa de Neal, Carolyn Cassady, que también fue amante de Kerouac. Era una esposa devota, madre de dos hijas, dedicada a la casa, que por un lado consintió las aventuras de su esposo, se involucró sentimentalmente con su amante (¿qué más transgresión se puede pedir?), y a la vez era quien más se preocupaba cuando Neal tomaba largos periodos de salir a la aventura con sus amigos.

SONIDO Y VISIÓN

Varias son las versiones en torno al significado del nombre Beat, aunque sólo tres se reconocen como acertadas. La primera de ellas sería a partir de la expresión beated up, que se traduce como estar devastado, cansado, agobiado.

La segunda se asocia al slang jazzístico, donde un beat es un golpe de percusión que marca el ritmo, como cuando se habla de latidos (heartbeats); su relación con el jazz es directa, como se verá más adelante.

La tercera sería una apócope de beatific, la santidad, en un sentido medianamente irónico frente a su trasgresión pero hiperbólico ante la idea de martirologio que acompaña a las tramas de sus obras. Además aquí abrevaría su interés por temas místicos, así como su devoción por figuras tutorales.

Esta posibilidad de significados diversos da una nota directa de las influencias del movimiento. Si bien a lo largo de todos los tiempos las disciplinas artísticas han encontrado vasos comunicantes entre sí, en Estados Unidos los Beat tomaron como fuente ámbitos que no sólo estaban forjando nuevas rutas (el jazz), sino que en la época aún no se veían como disciplinas con suficiente categoría para ser ‘arte’ (de nuevo el jazz, e incluso el cine).

Según la Socióloga López allí hay otra afirmación de rebeldía de cuño modernista en el arte americano: la ruptura con una tradición y el surgimiento de una distinta. En Estados Unidos ese quiebre casi siempre ha iniciado cuando un movimiento decide quitarle de las manos a la academia el monopolio de la percepción artística y de la crítica. Mucho del mejor arte estadounidense ha nacido con esos quiebres.

El propio Kerouac llegó a afirmar que le interesaba (y se nota particularmente en On the Road) generar una frecuencia escritural que se asemejara a las frecuencias rítmicas y melódicas del jazz. Los jam sessions, prácticamente inventados por el legendario jazzista Charlie Parker, ejercieron un influjo importante en la escritura de los primeros Beat y luego en todo su catálogo de poetas. Son actos irrepetibles de composición libre y efímera en los cuales hay una base melódica que ‘dialoga’ con la improvisación y se van ajustando mutuamente conforme transcurre una pieza. Los Beat abrevaron este recurso junto a otros tomados del surrealismo francés: la escritura automática (anotar palabras en bruto, sin estructuras, “como van saliendo”) o el cadáver exquisito (un ejercicio donde frases de diversa índole, escritas en momentos diversos, pueden ser acomodadas con fines literarios).

“Quizá la mayor evidencia de esa búsqueda está en la poesía Beat, donde tales ajustes ocurren casi entre verso y verso pero además agregan otras exploraciones musicales que, supongo, provienen de sonidos relacionados con cantos rituales, como el poema Kaddish de Ginsberg”.

En la costa este, la propuesta Beat vio una extensión viral de su influencia en el llamado “San Francisco Renaissance”, un movimiento cultural impulsado por un florecimiento de las artes y una lucha política por los derechos civiles (de ese tiempo viene la asociación de San Francisco con el apoyo mundial a la comunidad gay). Desde finales de los cincuenta la agitación en California provenía de las aulas de la escuela de cine de UCLA y los estudiantes de ciencia política en Berkeley y Brown.

La tradición Beat encontró aires renovados en las ciudades californianas, donde su ideología se vio fortificada con otras manifestaciones artísticas. Gregory Corso y Lawrence Ferlinghetti, quienes se integrarían al movimiento, realizaban lecturas apoyadas con videos y música; los recitales de la librería City Lights (fundada por Ferlinghetti, responsable de publicar a todos los autores Beat) incluían performances y happenings bajo la idea de dotar a la palabra escrita con una experiencia sensorial integral.

Vale mencionar aquí que si bien no se ha analizado a fondo la existencia de un vínculo entre los Beat y el cine, sin duda lo hay. La imaginería de Burroughs está ampliamente ligada al cine surrealista; varios autores llegaron a realizar videopoemas y On the Road es sin duda un punto de partida para las road movies, como Busco mi destino (Easy Rider, Dennis Hopper, 1969).

Punto y aparte son las películas basadas en literatura Beat o inspiradas en los miembros de la generación, con títulos como El almuerzo desnudo (Naked Lunch, 1991) dirigida por David Cronenberg; Heart Beat (1980), de John Byrum; Howl (2010), de Rob Epstein y Jeffrey Friedman; y En el camino (On the Road, 2012), del brasileño Walter Salles. Filmes que más allá de su resultado final, documentan el impacto de sus protagonistas en la cultura popular.

VIAJE A LA SEMILLA

Las drogas jugaron un papel muy fuerte para la creación de los Beats, más allá de darles un tópico sobre el cual escribir. La visión que desarrollaron a partir de su relación con ellas rebasó los círculos literarios. Para entenderlo es preciso revisar el entorno en el que todo sucedió.

A principios de los sesenta, un grupo angelino multidisciplinario conocido como los Merry Pranksters, liderados por el novelista Ken Kesey (autor del libro de culto One Flew over the Cucko’s Nest) rentó un autobús para trasladarse hasta Harvard a fin de sostener un encuentro con Timothy Leary. Se estimaba como el “gran cónclave del ácido lisérgico”. En el vehículo viajaban pintores, escritores, artistas del performance y el grupo musical The Grateful Dead. En el camino se aplicarían varias dosis de LSD a fin de generar obras creativas y al llegar a su destino expondrían la experiencia al gurú. El encuentro fue un fracaso pues Leary, profesor de Harvard, aseguraba que sólo había un uso que daría justificación moral a las drogas: lo que llamaba “la expansión de la conciencia”. Pontificaba que los narcóticos podían acercar al hombre a lugares insospechados de la mente y cuando conoció a los Pranksters, le pareció que sólo los usaban como entretenimiento.

El acercamiento Beat con los estupefacientes estaba entre Leary y los Pranksters: para ellos era un acto de expansión de conciencia y a la vez de rebeldía, dice Juárez, “pero tenía un agregado que explora bien Burroughs en el Naked Lunch: las drogas como mera experiencia hedonista, como proveedoras de placer, quizá lo más cercano a la explicación de su uso actual”.

Marina López ataja que la mencionada novela de Burroughs “hay una reflexión sobre la degradación que viene con el placer y con la idea de que, en contraparte a la opinión de Leary, la ‘expansión de la conciencia’ también puede ser una apertura de puertas a los infiernos”, un tema que obsesiona a Kerouac en novelas como Tristessa (1960), a Burroughs con Junkie. El famoso verso mayor de Howl es emblemático: He visto a las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura.

Al respecto, el Psicólogo Juan José Cabrera apunta que la búsqueda de placer está asociada a una pulsión de muerte. “Es como un juego de mesa donde el nivel de riesgo detona emociones insólitas de dominio o rendición. La teoría psicoanalítica remite la satisfacción del placer a una exploración del paraíso originario y sus consecuencias se asocian al pecado y al infierno. En esa medida, las manifestaciones placenteras o su búsqueda, en términos culturales, tienen una fuente mística”.

Bajo esta explicación, podemos aseverar que los Beat hallaron otro camino para esa búsqueda en una muy particular vocación de índole religiosa o espiritual. Influenciados por el surrealista francés Antonin Artaud (que Burroughs y Ginsberg leyeron gracias a Carl Solomon), los Beats fundadores llegaron hasta nuestro país interesados por el mundo prehispánico y por un territorio al que vaticinaban lleno de expresiones preoccidentales. Pero encontraron mucho más, particularmente en la temporada en que vivieron en la Ciudad de México: una noción de la fiesta en sus rincones más soterrados. “Frecuentaban el Garibaldi donde aún de pronto alguien soltaba tiros; ingerían bebidas que consideraban tonificantes y espirituales como el mezcal o el sotol; vivieron en zonas que todavía hoy son de riesgo, como la colonia Guerrero; departían con yonquis y prostitutas. Vinieron a buscar el país de Malcolm Lowry y lo encontraron”, dice Juárez.

DE BEATS, HIPSTERS Y BEATNIKS

Es preciso hablar de los beatniks, una deformación del nombre Beat, acuñada como una manera despectiva de referirse a este grupo y a sus simpatizantes. Los beatniks son un estereotipo producto de la tergiversación de los ideales Beat. La famosa postal de un recitador vestido de camisa a rayas o cuello de tortuga y ropa negra, lentes redondos, boina, barba en pico y con un juego de bongós, es la caricatura típica de tales imitadores. Irónicamente, muchos consideran ésta la imagen tradicional de los Beat.

“El estilo es ya un clásico”, asegura la especialista en moda Lina Rodríguez; “los cuellos altos, los sacos de tweed o pana, incluso los lentes de pasta, forman parte de ese mismo perfil, con sus variaciones. Están asociados a la tendencia otoñal y casual para adultos, es la base por excelencia para generar trends relacionados con el tipo de hombre intelectual, contemporáneo, que participa de labores académicas y trabajo de oficina”.

Por otro lado, los primeros Beats llegaron a ser hipsters, un término que hoy se difunde entre la moda para designar a un cierto sector ambiguamente definido.

En la época en que despuntaba el jazz de los clubes, figuras revolucionarias como Charlie Parker y Dizzy Gillespie se presentaban en clubes especializados, con auditorio definido, en el cual se empezaron a colar universitarios con afanes de integración y quizá poco conocimiento de causa, muchos de ellos blancos, a los que pronto se les puso el mote de hipsters.

Todo fenómeno cultural causa una interpretación, incluso en los niveles más superficiales. Los hipsters generaron una pequeña subcultura al tratar de integrarse a un escenario que podían entender desde sus medios y esto no es negativo: allí empieza la oportunidad de una nueva tradición. Esta generación es producto de la descodificación de varios ámbitos de la cultura. Muchos de sus mentores y contemporáneos afirman que los Beats eran jóvenes privilegiados y universitarios que no podían entender el blues o el jazz como la comunidad negra. Mientras ellos encontraron compases, formatos nuevos, melodías, los negros hallaban además emociones, episodios, legados asimilados. Y aún así ni desvirtuaron el jazz ni lo volvieron superficial ni trataron de suplantarlo e imitarlo: lo hicieron suyo, bajo otras reglas. En esto hay un homenaje a esa música y una vocación de conocimiento.

El ascendiente Beat se esparció rápidamente, amparada más en su mito que en una visión crítica que los posicionara como un grupo artístico de avanzada.

Por otra parte, el grupo creció simultáneo a un ambiente de descontento generalizado y es probable que muchas personas se alienaran a ellos más por acreditar descontentos similares, que por una cuestión de gusto o afinidad estética. Eso explica que los Beats pudiesen ejercer una influencia notoria de costa a costa, pero que se ve radicalmente diferenciada en los movimientos a los que influye, como los hippies, por ejemplo. Incluso entre los poetas Beat de San Francisco (Ferlinghetti, Corso, Philip Lamantia y otros) y los de Nueva York hay diferencias enormes. Cabe subrayar que entre los fundadores (Burroughs, Kerouac, Ginsberg) el vínculo es más amistoso que estético. Quien quiera ver un movimiento desde el punto de vista estrictamente artístico, hallará muchas fisuras.

Dicha “integración parcial”, señala el Psicólogo José Juan Cabrera, es la más susceptible de ser malinterpretada y luego deliberadamente transformada. Sociólogos como Marshall Berman han sostenido que hay fenómenos socioculturales que pueden ser convertidos en una forma-mercancía: su falta de solidez ideológica o de integración completa deja huecos que la publicidad puede usar para ‘torcer’ el significado. Un ejemplo es el rock, que pasó de fenómeno contestatario a industria. Eso pudo suceder con el fenómeno Beat.

La Socióloga Marina López agrega que quizá tal posibilidad ocurrió con el permiso de ellos mismos: “Su vocación mítica, esto de inventarse su propia leyenda, tiene a la vista una intención protagonista. Burroughs aparece en videos de U2 y R.E.M., Ginsberg en películas, y ha participado junto a Bob Dylan o Patti Smith en recitales u otros espectáculos; la gente de San Francisco vive de rentar sus glorias Beat, la librería City Lights se mantiene de esa reputación aunque siga sin ser un referente para la gran tradición literaria norteamericana. Es evidente que se explota el mito y que no tienen problema en hacerlo”.

No obstante, esto no tendría que ser un factor negativo sino parte de lo que desentrañaron sobre la América que les tocó narrar, una América que persigue esos valores y los celebra. Como indica Héctor López: “Podríamos decir que su presencia en videos y demás productos de la cultura pop es porque en buena medida ellos son también fundadores de la cultura pop”.

ARTE DE FORMACIÓN

Casi en todos los casos, la bibliografía Beat contempla historias que en la crítica literaria se conoce como Bildungsroman: novelas de aprendizaje en donde los personajes despliegan una serie de inquietudes vitales que se resuelven durante el viaje o durante el trance. On the Road es el ejemplo más notable, desde el título mismo.

Para algunos el valor mayor de la generación Beat es que define un arte que siempre está preguntando: tramas que parten de un punto cero y arriban a un destino trascendental donde nace un nuevo cuestionamiento. Es un arte que siempre se comporta como alumno, no sólo en los libros sino en su formación entera como tradición.

Héctor Díaz comparte: “Las vanguardias son tradicionalmente cerradas. Para hacer valer sus postulados hablan como si tuvieran verdades impostergables. Los Beat no. Su carácter es abierto a disciplinas, formatos, horizontes culturales y temas. Cualquiera puede notar que su rango de influencia es muy amplio por esas mismas características: va de Charles Bukowski a Robert Pirsig (celebrado autor de Zen y el arte del mantenimiento de la motocicleta), de Roberto Bolaño a Patti Smith; en México, de La Onda a Guillermo Fadanelli”.

Diversos autores señalan que la rebelión Beat o las inquietudes que plantean en sus obras ‘contra la norma’ sustentan de una vez y para siempre el fenómeno que en Estados Unidos se conoce como counterculture, el cual tradicionalmente se traduce como contracultura pero en realidad no se define como una postura opuesta a la naturaleza de los sistemas que critica: sólo transita en una dirección diferente.

Los escritores Beat pusieron sobre la mesa el tema de la homosexualidad en tiempos de segregación; hablaron de las drogas desde el placer y el martirio. La América alienada y ocupada por los modelos de los suburbios es la misma contra la cual se dirigieron (y la atacada por los autores de la Generación X). Independientemente de lo que la crítica pueda afirmar sobre sus posibilidades artísticas es innegable su valor social. Es quizá la única revolución cultural mayor de la Norteamérica contemporánea.

Fuentes: Maestro en Letras Modernas Héctor Díaz; Socióloga Marina López; Sociólogo Daniel Juárez, especialista en Historia de la Cultura; Psicólogo José Juan Cabrera; Lina Rodríguez, especialista en moda.

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