Lleva Club Sándwich a San Sebastián
El director Fernando Eimbcke presentó en San Sebastián su tercer largometraje, Club Sándwich, una muestra de cine sutil y contenido de la que el realizador se siente responsable sólo al cincuenta por ciento, y no por modestia, explica, sino porque cree sinceramente en el equipo.
"Me gusta discutir, llegar al meollo: no es una cuestión de humildad, es que el cine es una tarea en equipo, en la que el director es el guardián del tono, y eso lo disfruto mucho", afirma el mexicano.
Club Sándwich cuenta mucho y dice poco. Es la historia de una relación entre una madre y un hijo (padre "no hay", dice el niño) casi de amigos, cómplices cariñosos y compinchados, que se desmorona ante los ojos de la madre cuando el hijo conoce a una chica y aparece el deseo sexual.
"Habla de una de las relaciones más complejas que tenemos los seres humanos, pero también de la separación inminente a que obliga la naturaleza. A veces hay gente que la acepta y otras que no, como pasa en 'Psicosis'" , bromeó Eimbcke.
Aunque curiosamente, confiesa, sí hay una cosa que hubiera copiado de la obra de arte de Hitchckok: el blanco y negro. "Estuve a punto, porque tengo mucho miedo del color, me parece una cosa complicadísima generar esa armonía", afirma y, por eso, explica, para dar esa "pulsión dramática" , recurrió a un maestro del color.
Se refiere a su director artístico, Eugenio Caballero, que ha trabajado, entre otros, con Guillermo del Toro en El Laberinto del Fauno y con Juan Antonio Bayona en Lo Imposible.
Con un tiempo que es "el que necesitan los actores y la historia" y mucha improvisación -"no hay que aferrarse tanto al texto"-, la película va de la monotonía de las vacaciones baratas que ha contratado la madre al sobresalto de los primeros escarceos sexuales del hijo, que ella interrumpe, a veces, inconscientemente.
La actriz protagonista, María René Prudencio, dramaturga y novelista -también madre de una hija de ocho años en "una pubertad aceleradísima"-, confiesa que se apoyó en sus propios sentimientos para encarar este papel: "Crecen tan rápido que uno se está despidiendo constantemente. La de la película es una sensación familiar: fue todo como muy orgánico".
Eimbcke, que ya sedujo con su primer filme, Temporada de Patos (2004), declarado admirador de Jim Jarmusch y Aki Kaurismaki, acepta el calificativo de "sutiles" para sus películas y añade que "la contención viene solita".
"Había escenas muy festivas, y las volvía a hacer, porque había algo, un conflicto debajo, una tensión sexual, esa sutileza que no dice nada. Me interesan mucho los personajes, y la película se va adecuando a eso: me gusta registrar en el movimiento de cámara esa manita que se levanta, ese ojito que se cierra", detalla.