Lo que nos mata es la vida
Nunca he entendido por qué todo lo que me gusta es pecado o engorda.
Fidela Cabrera.
Tuve un abuelo gordo y comelón. El otro era flaco y bebelón. Los dos murieron a avanzada edad. A mí me gusta comer y beber. A veces con moderación, a veces sin ella. Aun así, puedo asegurar que hace ya tiempo perdí la oportunidad de morir joven.
En mi casa de niña muy antigua no se hablaba de dietas y fumar era una costumbre socialmente aceptada. “El agua es tan mala que hasta la bendicen”, bromeaba papá quien en toda su larga vida nunca bebió dos litros. Los niños de entonces no conocimos más deporte que brincar la cuerda, andar en bici y corretear a los vecinos de la calle hasta que golpeaban un muro gritando: “Uno dos tres por mí”. La única vacuna que recibimos fue la de la viruela. De lo único que nos protegieron científicamente fue de la polio; nos colgaron en el cuello una bolsita de tela con dientes de ajo y bolas de naftalina.
Aquello era terrible, morían los viejos, la gente de mediana edad y hasta los niños. Igual que ahora. Con todo y la atención que ponemos en el cuidado de la salud y la higiene. Con todo y las horas que nos machacamos en el gimnasio, los dos litros de agua y el Omega 13. Con todo y las vacunas contra la gripe, el cáncer uterino, la varicela, la tosferina y el neumococo, cuando llega la hora nos morimos.
Yo no tengo nada en contra la idea de cuidarse uno; pero ¡maldición!, lo de hoy es obsesivo. Cada calada al cigarro, cada galletita que uno se come, es pecado o engorda. Siempre he dicho que la prohibición provoca ansiedad, la prueba es que la obesidad va ganando la partida.
Con objeto de que arranque el año más relajado, transcribo para usted pacientísimo lector, una poesía de mi amiga Mariesther Nuez, tan lúcida, tan inteligente ella, mientras no se intoxica de amores. Vivir mata se llama la poesía y dice así:
Parece una contradicción / más no lo es / lo tengo comprobado / lo que nos hace vivir / es aquello que nos mata: / tabaco, alcohol, amor, locura, un libro, Mahler. / Bien sabemos que a veces no se puede / y entonces / un bastón / muletas / aspirina / Prozac / Botox / una mascota / gel antibacterial. / Por qué no enfermarme a mi manera / si en realidad no importa / la salud del agua / caminatas en el parque / sin azúcar / sin sal / sin gérmenes / cuando el cuerpo no puede dejar de avanzar / hacia la muerte. / Me gusta creer que tengo libertad / y decido mi morir / con el cielo interior de mis pulmones / en ventisca que se eleva por los aires / espirales blancas / espíritus / interrogación / magia. / Y entonces amaina mi tormenta interior / porque a veces la vida. / O el poema de amor que no me atrevo / a menos que un trago al hígado-cerebro / y entonces los amigos se vuelven más amigos / y la conversación navega hasta el sitio / donde no se puede llegar sobrios. / Dejo la cobardía por un rato / consolación / desahogo / y no importa el alcoholímetro / de la avenida Nuevo León. / Hago proyectos / logro escribir ese poema / que me abre los ojos / amorciego / amortorpe / amorpasión / y me siento más valiente / más linda / más señora. / Miro de frente mi locura / poseedora de todas mis verdades / cuando una bocanada / una copa de vino / el latigazo de la palabra exacta / gritando a medio libro / o el llanto / o el adagietto de la Quinta de Mahler/ colmándome de adrenalina / que me envalentona / y entonces mi cuerpo más cuerpo / y mi vida, Vida./ No quiero agruparme con los sanos / ni con los felices / ni con los hermosos. / ¿Para qué querría vivir cien años?
La energía vital es el plazo de tiempo limitado e irrecuperable del que disponemos, pero nadie sabe cuán largo o corto es ese plazo. Muere por muerte de cuna un bebé, un niño en un estúpido accidente y el musculoso corredor fondista, de un golpe de calor. La vida se acaba cuando se acaba. Lo que nos corresponde cuidar es el momento, la risa, los amores. Lo que nos mata es la vida, así que este 2013: ¡A VIVIR!
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