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López Obrador. ¿El regreso?

PATRICIO DE LA FUENTE
"La terquedad es la fama del necio, cuando repite lo que intenta y no aprende de él".— Hersson Piratoba

A últimas fechas, mucho se habla en los medios del regreso de Andrés Manuel López Obrador, término que considero inexacto. No podemos llamarle regreso a la manifestación a la que Andrés Manuel ha convocado a sus seguidores para el ocho de septiembre, ya que lleva treinta años haciendo política, no sabe ni sabrá nunca dedicarse a otra cosa, jamás se ha planteado abandonarla y emprender nuevos horizontes.

En aras de impedir que se aprueben las "contrarreformas" -las llama- energética y fiscal y la "privatización" del petróleo, López Obrador conmina a los afiliados a MORENA y a quien se apunte, a protestar pacíficamente en el Zócalo de la Ciudad de México, su eterno coto de poder, en una fecha próxima a la celebración de las fiestas patrias. Hasta para convocar asambleas y agitar el caldo, parece, el cálculo político y el olfato no le fallan: durante septiembre los ánimos se enardecen, el nacionalismo aflora, y el mexicano iría muy lejos si de defender al lábaro patrio y a las ideas románticas de tiempos de "Tata" Cárdenas, se precisa.

En su caso, como en el de tantos otros, la afición y gusto por la grilla, el "servicio a los demás" y los reflectores, suponen una forma de existencia apasionante y bulliciosa, que sólo termina con la muerte. López Obrador no puede estarse quieto; el retiro está fuera de sus planes; cuerpo e intelecto le piden canalizar dicha energía y los millones de votos obtenidos en la pasada elección en lo que mejor le sale y él mismo interpreta como su principal legado: ser la voz crítica del gobierno en turno, férreo opositor así, sin medias tintas. Quizá no llegue a ser presidente de México, probablemente piensa, pero seré recordado por no haber cedido, ni un milímetro, en aquello que considero urgente para el país, así me tilden de necio, mesiánico y enfermo de poder.

No, a Andrés Manuel López Obrador no lo veremos firmando el "Pacto por México" ni reconociendo, aunque existan, los aciertos del Gobierno de la República. Tal como sucedió durante el sexenio de Felipe Calderón y ahora con Enrique Peña Nieto, a los ojos de Andrés Manuel la voluntad y decisiones de los votantes no son tal, y el resultado obedece a un afán conspiratorio orquestado desde la cúpula del poder político y empresarial, que cada seis años se replica y, misteriosamente, siempre opera en su contra. Lo cree con vehemencia, pero del mismo modo sabe que el discurso que apela al fraude y señala los errores y despropósitos de la administración en turno, serán la tabla de salvación que garantice su supervivencia, y el motivo para siempre regresar al campo de batalla.

Los fracasos del gobierno son los triunfos de López Obrador: en achacar culpas e inventando villanos, la espera rumbo a lo que sea que siga se le hace más corta, la puede soportar mejor desde el barullo que cuando cae el silencio al que tanto le temen los políticos, el del destierro y la ignominia, el del olvido y del despoder que llega cuando cesan las campañas, el aplauso y los vítores y la cercanía con la gente terminan.

Bienvenida toda voz crítica que sea capaz de decirle que no al presidente en turno, y señale los errores del gobierno. En cada uno de nosotros debe aflorar la conciencia y las ganas que a partir de las libertades y garantías que nos confiere la democracia, se torna en una obligación: el nunca callar. Por ello y a partir de tales derechos, Andrés Manuel López Obrador puede manifestarse las veces que quiera y considere necesarias.

Su problema, que a la vez es su éxito, pero por siempre será su cruz, es que López Obrador es un hombre que como político nunca pudo reinventarse, asumir posiciones flexibles y ceder. De cara a las nuevas generaciones y a sus contrapartes en la izquierda, su tiempo ya pasó y hoy suena a disco rayado que cada vez menos personas están dispuestas a escuchar.

Porque cualquier melodía, por maravillosa que sea, si se repite sin descanso termina por hartar. ¿O no?

Twitter @patoloquasto

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