Quienes viven en la frontera saben que en determinadas épocas del año, como Thanksgiving o Navidad, los cruces se vuelven extraordinariamente tardados. Cientos de miles de mexicanos abarrotan las garitas durante horas con el solo propósito de cruzar la línea o el río para hacer sus compras del otro lado.
En principio esto no parecería lógico. El Tratado de Libre Comercio de América del Norte eliminó los aranceles entre México y Estados Unidos por lo que los productos a ambos lados de la frontera deberían tener más o menos los mismos precios. La verdad, sin embargo, es muy distinta. En ropa, juguetes y electrónicos, que son los productos que más buscan los compradores mexicanos que cruzan la frontera, la diferencia es enorme.
Las razones son varias. Una es el mejor sistema de distribución y la mayor competencia en Estados Unidos, que hacen que incluso productos hechos en México puedan tener precios más bajos en la Unión Americana. El factor más importante, sin embargo, es el impuesto que México cobra a los productos hechos en China u otros países de Asia, que son la mayoría de los que buscan los mexicanos.
Recientemente el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto tomó la decisión de aplazar durante un año una disminución en los aranceles a productos de China y otros países con los que no tenemos tratados de libre comercio. La reducción, de 25 a 20 por ciento, estaba programada para el 1ro de enero de 2013. Ahora se ha postergado para 2014 como consecuencia de la presión de productores mexicanos de ropa y calzado.
Estados Unidos tiene una de las economías más abiertas del mundo. Su arancel promedio es de apenas 2 por ciento. La mitad de los productos industrializados entran sin pagar impuestos. Muchos de los productos textiles, juguetes y electrónicos que los mexicanos pueden comprar en tiendas estadounidenses han pagado aranceles muy bajos o cercanos al cero.
Los aranceles que México cobra a productos chinos han bajado en los últimos años. Nuestro país cobraba más del 100 por ciento, pese a lo cual los productos chinos seguían entrando de contrabando. Pero incluso ahora los aranceles siguen siendo mucho más altos que en Estados Unidos.
Los altos aranceles buscan proteger a los productores mexicanos, principalmente de ropa, calzado y juguetes. Tanto se nos ha dicho que estos impuestos evitan la pérdida de empleos que la mayoría de los mexicanos lo cree a pie juntillas. Las reacciones irracionales e incluso racistas a Dragon Mart, un proyecto de centro de exhibición de productos chinos en Puerto Morelos, Quintana Roo, nos revela qué tanto ha penetrado esta propaganda en nuestro país.
El proteccionismo, sin embargo, parece hacernos más daño que los supuestos males que previene. El primer mal es, por supuesto, obligar a los consumidores mexicanos a pagar precios más altos por productos de inferior calidad. Además, el que los mexicanos con posibilidad de hacerlo crucen la frontera para aprovechar los precios del otro lado se traduce en la pérdida de miles de empleos en el comercio mexicano. Es muy probable que los empleos que se pierden en el comercio sean más que los que se pretende conservar en las manufacturas.
Otra de las consecuencias del proteccionismo es acentuar las diferencias sociales entre una clase que puede cruzar al otro lado para hacer mejores compras y otra que, por no tener visados, debe limitarse a comprar en México productos más caros y de peor calidad. De una forma u otra, el proteccionismo termina siendo perjudicial para los mexicanos.
CENSURA
Human Rights Watch ha exigido a Venezuela que deje de censurar a los medios de comunicación y blogueros que han cuestionado la interpretación oficial sobre la falta de juramentación de Hugo Chávez a la presidencia. El gobierno de Venezuela no sólo ha violado la Constitución sino que persigue a cualquiera que lo señale.
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