En las series jugadas en casa durante la semana del 15 al 21 de abril contra Diablos Rojos del México y Pericos de Puebla, los aficionados laguneros al beisbol vivieron dos electrizantes finales, llenos de dramatismo, con la emoción que sólo el rey de los deportes puede brindar.
En ambos casos, el miércoles 17 y el domingo 21, respectivamente, contra Diablos y Pericos, los Vaqueros llegaron abajo en la pizarra al cierre de la novena entrada. Por el desarrollo que habían tenido uno y otro encuentro hasta antes de llegar a la última oportunidad de batear, aparentemente los laguneros no tenían oportunidad alguna de triunfo.
Pero en el beisbol nada está escrito hasta que no cae el último out, el out 27, si el juego no se va a extrainnings.
Se trata de un deporte que no está sujeto al tiempo, si bien desafortunadamente en las últimas décadas se ha abusado de él, en detrimento del espectáculo. Pero éste es otro tema.
Fue notorio cómo, al terminar la penúltima entrada y concluir los Vaqueros su octava oportunidad al bat, no pocos aficionados abandonaron el parque, particularmente la noche del miércoles 17, pues ciertamente ya era tarde. Los de casa perdían 7 a 2 y parecía imposible que en el noveno episodio pudieran remontar el marcador.
¡Pero sucedió! Fue sensacional. Como el domingo 21, que en iguales circunstancias perdían 2 a 0. En ambos casos, como se dice en el argot beisbolero, dejaron “tendidos” en el terreno a Diablos y Pericos. Y qué regalazo para el buen aficionado, el que tuvo la paciencia de esperar hasta el final. El que sabe que en este juego, mientras no cae el out 27, todo puede suceder. ¡Y de verdad sucede!.
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