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Los desafíos de la protesta social

ALBERTO AZIZ NASSIF

Cada vez que aparece una protesta callejera y se llenan las plazas de un país se ve un nuevo desafío a la democracia formal.

Ahora están los casos de Turquía y Brasil, dos realidades muy diferentes; ayer fue España, Estados Unidos, Chile y México, y antes fue Túnez y Egipto. Una nueva plaza ocupada de forma masiva, un movimiento sin claros liderazgos y con agendas diversas, movimientos por fuera de los partidos y los parlamentos. Unos luchan contra una dictadura, otros en contra de la crisis, unos más por ampliar derechos, libertades y bienestar. Los indignados son en su mayoría jóvenes que se mueven y organizan a través de las redes sociales. Vivimos los tiempos de un descontento contagioso.

La protesta social de los últimos años ha tenido diferentes resultados, en unos casos se ha logrado derrumbar dictaduras mediante transiciones complicadas (Túnez o Egipto) o se han desatado guerras civiles (Siria, Libia). En los países democráticos los movimientos sociales han logrado formas originales de organización y comunicación, pero no han podido mover de forma importante la política o el modelo económico. Los indignados españoles demandan democracia efectiva; los ocupa de EU quieren una mayor inclusión en un país en donde ha crecido la desigualdad en las últimas décadas. Los jóvenes chilenos están por reformas contra la mercantilización del modelo educativo; los del #Yosoy132 en México quieren democratizar la estructura de medios.

A pesar de las diferencias de contexto y sistema político la protesta se inicia por una pequeña expresión y luego crece hasta llegar a niveles enormes. El inicio puede ser la inmolación de un vendedor de verduras, la defensa de un parque o la oposición a un aumento de tarifas del transporte público. Son gotas que derraman vasos llenos, que antes no eran visibles, pero que ahí estaban a la espera de llenar las calles y tomar las plazas.

En Turquía fue la defensa del parque Gezi y la violenta represión del gobierno lo que llenó la plaza Taksim de Estambul, como el símbolo de una protesta que crece. El gobierno de Erdogan, exitoso para generar crecimiento económico y llevar al país a las puertas de la Unión Europea (UE), ahora se ha equivocado de forma radical e inventó el cuento del complot. En lugar de escuchar a la calle, decidió reprimir, detener y amenazar a los grupos que se rebelan ante un gobierno que ya pasó del islamismo suave a la represión, ya hay al menos 5 muertos, miles han resultado heridos y existen muchos detenidos.

En Brasil ya salió un millón de personas a las calles. Se han encendido las alarmas de un país que ha logrado importantes avances para bajar la desigualdad y la pobreza. Parece que ahora se ha abierto una nueva fase para atender muchos pendientes que quedan. La popular presidenta Dilma sufre rechiflas y tiene una caída en los indicadores de aprobación. Los manifestantes quieren más: mejor transporte público, una educación de mayor calidad, una salud que funcione bien, una política con menos corrupción y otros temas que aparecen en "La declaración de los 20 centavos". La protesta de los sin partido en Brasil está en contra de la corrupción de los políticos. Se piden mejores escuelas y hospitales y no estadios para el mundial de futbol o instalaciones olímpicas. A diferencia de Turquía, en Brasil hay mayor sensibilidad frente a esta crisis de una protesta que no había llenado las calles desde hace dos décadas. La densidad participativa logró ya sus primeros resultados: no habrá aumento al transporte público, pero es sólo el inicio de una larga lucha por reformas políticas y sociales. En Turquía la crisis anuncia más enfrentamientos, pero su ingreso a la UE se ha detenido a petición de Alemania y Holanda.

PD. Aquí en México hay razón para la denuncia. El caso de los vecinos de San Miguel Coatepec, en Veracruz, que se enfrentan a un proyecto depredador de vivienda que viola todas las normas legales y urbanas, es una expresión del país en donde la ley la pueden violar los que tienen poder y dinero. Sin embargo, los vecinos de San Miguel han movido los recursos de la legalidad y la denuncia social y van ganando en todas las instancias, pero los fraccionadores no quieren cumplir con la legalidad. David Velasco Chedraui, cabeza de proyecto depredador, expresidente municipal de Xalapa y actual candidato del PRI a diputado local, sigue con su intención de violar la ley. ¿Este es el nuevo PRI?

Para seguir el caso se puede ir a: http://www.change.org/sanmiguelcoatepec

Investigador del CIESAS

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