Dícese de la orden de reptiles terrestres fósiles propios de la Era secundaria. Constituyen el grupo de animales de aspecto más espectacular que ha existido y de mayor tamaño que han poblado la Tierra, viviendo en amplias regiones del globo, desde el triásico hasta el final del cretácico. En eso irrumpió en la Tierra la era de los gigantes. Se habría creado una capa de polvo, cenizas y otras partículas que pudo haber cubierto la superficie entera de la Tierra durante varios años, posiblemente una década, creando un medio de vida difícil para los seres vivos.
En el año de 2010, expertos de Europa, Estados Unidos, México, Canadá y Japón confirmaron que fue un impacto de asteroide lo que acabó con el dominio de los dinosaurios en la Tierra y otras muchas especies. El tamaño del bólido era de unos diez kilómetros de diámetro hundiéndose en la corteza terrestre en menos de un segundo, después vendría otra avalancha de vida, distinta, pues los dioses del destino deben estar ensayando siempre.
En El Siglo de Torreón se publicaba un suplemento en que aparecía la recia figura de un cavernícola llamado Trucutú que empuñando un mazo montaba un gigantesco dinosaurio del género femenino al que cariñosamente llamaba Isaura. En las alturas, aprovechando la velocidad del viento se desplazaba con las alas abiertas, con una envergadura de alas de más de seis metros, tomando en cuenta toda su extensión, planeaba un pterodáctilo aprovechando las suaves brisas tropicales y las corrientes de aire termales. Es el ave de los tiempos de los dinosaurios, que existió durante la era mesozoica. Carecía de plumaje. Las alas eran unas membranas finas de piel, similares a las de los murciélagos, que se extendían a lo largo de los lados del cuerpo desde las rodillas hasta los brazos. Se sujetaban al cuarto dedo de cada mano, que era muy largo.
Era una belleza sublime verlo volar. Si usted es amante de lo cinegético habrá visto planear al guajolote silvestre cuando en su huida se lanza al vacío en una hondonada desplegando sus alas sólo para planear de una altura mayor a otra menor, sólo en descenso pues al igual que el pterodáctilo no usa sus alas para alzar un vuelo.
Es igual que las gallinas de corral que la naturaleza las proveyó de alas, pero no emprenden el ascenso, ¿será que es cobarde y sólo alharaquienta?, por eso los tachan de "gallinas" a los que rehúyen una pelea. Puede ser que sí, puede ser que no.
Dice el poeta que la rama cruje, pero el ave canta como que sabe lo que son sus alas. Pues no es el caso del reptil volador, que lo eran los pterodáctilos. Si arrancaban el vuelo, pero quizá eran como el albatros que necesita una pista larga, y zancada tras zancada agarra vuelo hasta surcar los aires,
Sea como sea, el pterodáctilo necesitaba una roca de cierta altura para "agarrar" vuelo. Es una belleza que no tiene desperdicio alguno. Lucía un pico largo con dientes, en su cabeza se mira una cresta que les da la apariencia de sacerdotes de una secta dedicada a observar al mundo desde las alturas.
Se desconoce cuáles eran sus habilidades en la caza, pero poseía garfios como ciertos hombres de la vida pública. Se encontraron especímenes con cien dientes a lo largo de su pico. En México ha habido avistamientos de pterodáctilos, esto es, se dice haberlos visto, pero no hay constancia fidedigna.