La clausura de la Jornada Mundial de la Juventud celebrada en Brasil, revela la existencia de dos viajes realizados por el Papa Francisco, el primero al interior del espíritu de los participantes y el segundo exterior de cara el mundo, a través de los medios de comunicación.
Como parte de los eventos del año de la Fe, con el que la Iglesia conmemora al Concilio Vaticano II a cincuenta años de su celebración, el Papa llega a Brasil precedido por la encíclica Luz de la Fe, publicada días antes, el pasado cinco de julio del año en curso.
La encíclica contiene un repaso sobre el origen de la fe en la revelación del Dios personal a los hombres, primero a través de los patriarcas y profetas del pueblo judío y en época posterior por medio de Jesucristo, a quien los cristianos aceptamos como verdadero Dios y verdadero Hombre, como regalo del Padre en su infinito amor por la humanidad.
La encíclica en comento, así como la doctrina dos veces milenaria de la Iglesia en que se inspira, muestran la intención de poner al día a la institución a la luz de la reafirmación de su identidad ancestral, que pasa por la Cruz que es entrega y sacrificio hacia la Resurrección de Cristo, erigido en piedra fundamental porque bien dice San Pablo, si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe.
La aceptación de estos misterios es incompatible con los criterios imperantes en el mundo moderno. En los años sesenta del siglo pasado, el diálogo entre creyentes y no creyentes se cimentaba en el sacrificio de la identidad doctrinal y de las posiciones de los interlocutores, pero el fracaso del método hizo que hoy día la tolerancia se finque en el la reafirmación de la propia identidad y el reconocimiento de las diferencias, como presupuesto de convivencia y diálogo.
La profesión de Fe de la Iglesia en el documento Papal cuyo comentario nos ocupa, pasa en esta ocasión de largo frente a los argumentos filosóficos para cimentarse en la Palabra revelada y hecha carne. A despecho del racionalismo imperante, la Fe se propone como virtud infusa, don gratuito de Dios y experiencia de vida.
En torno a esa luz existencial de la Fe, las multitudes se reúnen en torno del Pontífice y opera el descenso al interior profundo de cada persona bajo la guía de la Iglesia. El común denominador de los integrantes del Pueblo de Dios reunido en torno de Resucitado, es que todos nos reconocemos pecadores y acudimos movidos por la Esperanza, como condición salvífica que viene de fuera de la condición humana y proviene de lo alto, por encima de las expectativas insuficientes que ofrece el mundo.
A ello corresponde la presencia de quinientos mil peregrinos procedentes de distintas partes del mundo, y la multitud calculada en tres millones de almas congregada en torno a la Cruz de Cristo y su Vicario en la tierra, sin contar a quienes seguimos el evento en espíritu a la distancia.
El otro viaje del Papa, del que dan cuenta los medios de comunicación, concierte al evento espectacular que se festina con banalidad extrema y envidia evidente, por haber superado en audiencia a los RollingStones.
El cuestionamiento sobre temas como el aborto, el celibato, el sacerdocio de las mujeres, los sacerdotes pederastas o las uniones homosexuales, o los problemas financieros en el Vaticano, se erigen en los medios de comunicación en causa de morbo y piedra de escándalo, no con el fin de atender al estudio y solución de tan graves planteamientos, sino con el propósito de alimentar el rating, a despecho del drama personal y colectivo que tales temas implican.