Esta semana la humanidad mostró la peor de sus caras cuando los sentimientos se enardecieron hasta llegar al uso cobarde de la violencia contra personas inocentes. Los que acudieron a presenciar un evento deportivo en plena calle se convirtieron en víctimas inocentes de la barbarie, cuando repentinamente estallaron sendos artefactos que atronaron uno tras otro en la banqueta donde se arracimaban quienes asistían como espectadores. Aun al redactar esta colaboración no se tenia idea de quién o quiénes cometieron tamaña felonía, pero sin duda serán encontrados y castigados. No habrá rincón en el que puedan esconderse sin que tarde o temprano el largo brazo de la justicia los pesque refundiéndolos en una crujía del tamaño de su crimen. Ahi encontraran que no pueden cerrar sus ojos sin que de inmediato no se les aparezca la cara de un niño de apenas ocho años de edad que les preguntará ¿En qué mundo me toco nacer donde no hay quien se apiade de una nueva vida?
Qué castigo les impondrá el Supremo. Entrarán en uno de los círculos a que se refiere Dante Alighieri en el más apretado de los infiernos: quien entre aquí, deje afuera la esperanza. Es el letrero que leerán cuando menos se lo esperen estos hijos de la mala vida. El animal más fiero sólo mata para saciar su hambre. Estos criminales buscaban acaso agradar a Molohc, dios pagano de los fenicios que le gustaba de sacrificar a niños en su honor. Normalmente se dice que Nietzche, retoma el relato griego del hermano de Prometeo, de nombre epimeteo a quien los dioses dieron por esposa a Pandora y a ésta le entregaron una caja con la instrucción de no abrirla, en cuyo interior estaban todos los males. Al fondo de la caja estaba la esperanza, el peor de todos los males. El tormento consistía en que los hombres tendrían la esperanza de que algún día serían perdonados, imaginémoslos que nunca de los nuncas lo fueran, la condena se agudizaría así al paso del tiempo.
Era un día esplendoroso. Los niños corrían de un lado a otro sin alejarse mucho de sus progenitores. Habían comido un hot dog con mucha salsa de tomate. Los novios se abrazaban, los señores mayores platicaban de los días pasados, que siempre habían sido mejores, las madres sin quitarle los ojos de encima a sus hijos platicaban de sus maridos, los guardias con sus vistosos uniformes, sus gruesos cinturones, sus herrajes de latón, zapatos relucientes miraban satisfechos a la multitud. Nada habían olvidado. Sus chapas brillaban con los rayos del Sol. La gorra lucía una corta, pero reluciente visera, como los caballeros de armadura. Los de a caballo se movían por entre la gente con paso lento y pesado. No había francotiradores, pues no se consideraban necesarios, vigilarían una justa deportiva. La gente estaba alegre y confiada. Era una carrera pedestre de gran tradición mundial. Empezaban a llegar los primeros corredores, que produjeron la algarabía de los asistentes.
Un rato después se escuchó un estruendo y en rápida sucesión otro. La banqueta se cubrió de humo. La gente más próxima a los estallidos se quedó sorda. Hubo una gran conmoción. Los más cercanos cayeron al suelo. Un joven perdió las dos piernas, el espanto se apoderó de las personas, sorpresa, miedo, turbación, susto y pasmo. Hubo quienes corrieron sin otro motivo que algo les decía que había que alejarse del lugar. Ese es nuestro mundo; lleno de contrastes. Esa es la humanidad. Por obra y gracia de unos cuantos, padecemos los demás. Y aún esperemos más. La locura parece haberse apoderado del mundo, Los días tranquilos quedaron atrás. Esperemos con optimismo que retorne la calma. Que haya justicia y no venganza. Que los que la hicieron la paguen. ""En Dios confiamos" fue adoptada como la consigna oficial de Estados Unidos en 1956 apareciendo impresa en billetes y monedas de dólares. Que así sea.