Más se merece por lambiscón, adulador, lisonjero y aprendiz de genuflexo me dijo al oído un vecino de ciudad Lerdo que parado en el pórtico de una casa aledaña al lugar donde se celebraba una ceremonia a la que asistía el subsecretario de Gobernación, Roberto Campa, para arrancar el programa federal de prevención del delito, acompañado por el ejecutivo estatal, Jorge Herrera Caldera, quien se llevó una fuerte reprimenda de los asistentes al acto a los que había preguntado: "¿Verdad que podemos andar más tranquilos en la calle?", el público ahí congregado rechazó el empalagoso halago con un abucheo que sacudió a la comunidad entera que no encuentra motivos para vivir con tranquilidad en una población que antaño constituía un refugio apacible para todos los laguneros donde solía imperar la seguridad y un silencio casi monástico.
De al tiro que el gobernador duranguense vive fuera de la realidad pues la comunidad no se explica cómo es que Herrera Caldera no es capaz de enterarse lo que sucede en la entidad que gobierna y de estar informado por sus achichincles, al parecer no le interesa, pues mientras presumía de placidez y calma, los incendios de las unidades que se han dado en camiones del servicio público que transporta a los laguneros de ciudad Lerdo a sus centros de trabajo lo desmentían.Algo le pasa al gobernador pues parece ignorar lo que ha todo mundo le consta o pensará que lo que ocurre en La Laguna no es de su incumbencia o le importa un carajo. Mientras al Gobierno federal, lo cubra de elogios se considera a salvo de cualquier medida que pudiera, a corto plazo, nublar su horizonte de bienestar personal.
Quizá Herrera Caldera tenga el olfato político para percatarse que los vientos cambian de rumbo a pasos agigantados. A distancia muy corta puede verse que hay la pretensión del Gobierno federal de poner un freno a los gobiernos locales para, por lo menos, meterlos en cintura evitando que algunos sigan dilapidando los recursos públicos. De lo que se ve no se necesitaron excusas para arremeter contra los mandatarios que habrían convertido sus entidades en cotos feudales. Dos comentaristas que publican sus artículos en El Siglo de Torreón en la edición del pasado sábado 21 de septiembre último, página 7A, se refieren al asunto con sus opiniones que titulan: ¿Reconcentrar el poder?, por Diego Petersen Farah, y el otro Regreso al centralismo, por René Delgado.
Ambos centran su glosa del quehacer público en aseverar sin tapujos que la gran mayoría de los gobiernos locales despilfarra los recursos económicos. En todo esto, apunta al final en su colaboración René Delgado, asombra el mutismo de los gobernadores, aunque de manera cáustica les reclama, "tan bravos que se veían, hoy parecen una especie susceptible de redomesticar". Y por último los encara consigo mismos, "¿No tienen nada que decir?" Por último le hace una admonición al gobierno federal: "desde esta perspectiva, un mal cálculo en el rediseño del poder nacional podría producir la luz que, a veces, los estallidos dejan ver antes de tronar". Debo decir, que esto no le preocupa al poder federal porque la mayoría está muy bien cebada como para que pudieran alebrestarse.