Shoreditch. Londres, Inglaterra.
Algunas ciudades son sedes de barrios que rompen los esquemas de lo ordinario. La moda, lo bohemio, lo vintage y la defensa del medio ambiente; la libertad de expresión y el rescate de la Historia son algunos de sus rasgos de identidad. Hablamos de vecindarios que refulgen con brillo propio y tienen un cariz seductor que cautiva a quienes los conocen.
SHOREDITCH
LONDRES, INGLATERRA
Está ubicado al este de Londres, en el distrito de Hackney. Entre los siglos XII y XVI la zona era conocida porque ahí se encontraba Holywell Priory, uno de los conventos más ricos de Inglaterra. Convertida en un área residencial habitada principalmente por comerciantes, la proliferación de prostitutas y ladrones trajo una marcada decadencia que empezaría a dispersarse en los noventa, cuando los artistas londinenses se apropiaron del vecindario, sin imaginar que en apenas unos años se volvería uno de los sitios más atractivos para residir.
Sus calles han sido hogar de músicos como Jarvis Cocker, vocalista de Pulp. En algunas de sus galerías (como la célebre White Cube) se dieron a conocer Antony Gormley y Damien Hirst mucho antes de volverse celebridades; también el diseñador de moda Alexander McQueen surgió de aquí. Pero aun antes de ese auge de personalidades el arte ya estaba en las venas de Shoreditch. De hecho en el distintivo edificio de la iglesia de Saint Leonard fueron sepultados varios actores de la época isabelina, incluyendo a sir Richard Burbage, integrante de la compañía teatral de William Shakespeare (Lord Chamberlain’s Men) y el primero en encarnar a Romeo, Macbeth y Hamlet.
Hoy por hoy Shoreditch se distingue por ser un barrio de nutrida convivencia cultural. En él hay colonias de Pakistán, Bangladesh y Europa Oriental. Pero sobre todo se ha vuelto un punto de encuentro para hipsters, quienes se adueñan de sus calles seducidos por el contexto informal pero trendy que domina el sector, en gran medida influenciado por las decenas de galerías que hay en la zona, cuya presencia se ve reforzada por los grafitis (originales de Banksy incluidos). Parte del encanto radica en los bares y pubs que ofrecen música alternativa y buena cerveza. Hay además boutiques con propuestas de diseñadores emergentes y tiendas de ropa vintage. Caminar por Soreditch es como estar en las páginas de una revista de moda, especialmente los fines de semana, cuando se montan en los alrededores varios mercados como el Brick Lane Market, con arte, productos hechos a mano, flores y un sinfín de artículos nuevos y usados.
La oferta culinaria es profusa, al grado de mezclar la mejor calidad con una que otra sorpresa non grata. Uno de los establecimientos de mayor magnetismo es el restaurante Fifteen, del célebre chef-estrella de tv Jamie Oliver, quien seleccionó Shoreditch para asentar el resultado de su ‘proyecto de desarrollo social’ televisado: la conversión de un grupo de jóvenes sin futuro en cotizados chefs que hoy laboran ahí. Mención aparte merece Brick Lane, la calle donde hay más restaurantes de curry, extraoficialmente considerado el platillo nacional de Inglaterra.
NAKAMEGURO
TOKIO, JAPÓN
Entre los numerosos sitios que puede haber en el mundo para disfrutar la imagen de los cerezos en flor, el cauce del río Meguro en el barrio Nakameguro bien podría jactarse de ser el más espectacular. Cada primavera son muchos los tokiotas que se desplazan aquí con el fin de admirar un tupido arco de sakura (flores de este árbol); cuando el viento sopla con mayor intensidad provoca una lluvia de pétalos que sorprende a los peatones antes de formar una alfombra sobre el agua.
Resulta difícil creer que tal esplendor sea relativamente nuevo, pues el río se rescató apenas en los ochenta tras décadas de arrastrar desechos industriales. Cabe apuntar que los residentes de mayor edad aseguran que el agua está poblada de espíritus, ya que muchos se ahogaron en el río, acosados por los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial.
Para quienes viven aquí (mucha gente de 30 años o menos, japoneses e inmigrantes), aún resulta difícil de creer que en pleno Tokio haya una zona habitacional tan tranquila que por momentos pareciera estar en una villa lejana pero eso sí, rodeada de comodidades y lujos.
En la calles y en especial en la avenida Yamate Dori (una de las principales) se dan cita los devotos de la moda pues aquí confluye una rica selección de exquisitas boutiques. Por algo Nakameguro es considerado para muchos el destino clave para encontrar lo último en diseño de moda. Uno de los muchos inquilinos del sector es Arashi Yanagawa, el ex boxeador tras la chispeante marca John Lawrence Sullivan. Algunos locales se especializan en darle un nuevo aire a viejas modas: vintage chic y stylish retro son dos maneras de referirse a la forma de vestir que distingue a muchos de los colonos.
De las galerías resalta la Mizuma Art, que expone a notables artistas nipones. Hay varias librerías, por ejemplo la Cow Books, especializada en primeras ediciones y con un envidiable acervo de literatura Beat.
Entre las modernas construcciones de fachada discreta sobresalen edificios como el templo budista Yūtenji, erigido en 1718. Fieles a la ideología de ser amigables con el planeta, los vecinos se desplazan en bici e incluso cuentan con locales para su renta, especialmente de las llamadas mamachari, fáciles de distinguir por su gran canasto al frente.
Gente de todas partes de la ciudad suele llegar aquí al final de la jornada laboral para beber algo en uno de sus cafés; los hay muy sofisticados, con terrazas que ofrecen vista al río, y también pequeñísimos cafés-boutique, para quienes prefieren una atención más cálida. Otros prefieren las infaltables izakayas, especie de tabernas típicas de Japón que sirven comida y bebidas.
BELLEVILLE
PARÍS, FRANCIA
Es difícil imaginar un rincón de París que no esté saturado por hordas de turistas que aparecen cámara al cuello en cualquier parte que se voltee a ver. Afortunadamente sí existen algunos lugares de la Ciudad Luz que no han sido atestados y aun así ostentan un encanto tal que bien vale la pena cruzar un océano por conocerlos. Uno de ellos es Belleville.
El barrio se forma en un área que abarca parte de cuatro distintos distritos (arrondissements): el 10, el 11, el 19 y el 20. En cierta forma esa confluencia geográfica refuerza su carácter difícil de etiquetar, pues desde sus inicios se ha distinguido por ser un vecindario cosmopolita y hogar por excelencia de la clase trabajadora. Alguna vez fue una villa independiente dedicada a la vitivinicultura. A finales de 1800 se incorporó a París y armenios, griegos, africanos y chinos fueron los primeros en arribar. De hecho durante muchos años (y aun en su pasado reciente), Belleville era conocido por poseer uno de los dos barrios chinos de la capital francesa (el cual permanece mas ya no es el foco de atracción). Hoy además de ser un precioso espacio residencial, sirve de hogar y centro de exposición para muchos artistas que llegaron maravillados por las rentas asequibles y el encanto de las calles, instalando aquí talleres y galerías. Gran parte de los pobladores ronda por los 30 y tantos. El perfil del habitante de Belleville es el bobo, término universal para sintetizar la doble etiqueta ‘burgués-bohemio’.
Entre las atracciones locales es indispensable mencionar el parque homónimo, Parc de Belleville, el de mayor altura en París, ubicado sobre una colina que convierte su mirador en un sitio soberbio para contemplar la ciudad. Los vecinos aseguran que el panorama desde aquí rebasa por mucho el que ofrece el emblemático (y sobrevisitado) Montmartre desde la basílica del Sacré Coeur.
Los grafiteros acuden a la rue Dénoyez, donde hasta el más mínimo recuadro de pared está cubierto por dibujos en constante renovación. No hay día que no se vea ahí al menos a una persona haciendo su aportación a las escenas ya plasmadas, las cuales combinan lo estético y lo burdo.
Los martes y los viernes el bulevar de Belleville se ve atestado de puestos de flores, carne, vegetales y telas; este mercado es conocido no sólo por su mercancía sino por sus precios, bajos para los estándares de la vida parisina.
Hay distintos foros que toda la semana programan lecturas de poesía, sesiones de jazz y blues. Un recinto icónico es La Zèbre de Belleville; activo en las instalaciones art déco de un viejo cine es el cabaret más pequeño de París y ofrece conciertos y espectáculos de circo y teatro para niños y adultos.
WILLIAMSBURG
NUEVA YORK, ESTADOS UNIDOS
Williambsburg no es un barrio hipster; es ‘el’ barrio hipster, la autoproclamada capital de quienes aman lo alternativo y lo indie y más aún, lo han convertido en un estilo de vida. Se encuentra en el corazón de Brooklyn; en el pasado albergó astilleros, almacenes y fábricas de cerveza; también fue un sector de peligrosa reputación. Hoy la ideología de “vive y deja vivir” permea el entorno. Lo vintage y la cultura del reciclaje, la bicicleta como medio de transporte y los productos ‘verdes’ en cualquier supermercado son parte del día a día.
Esto es Nueva York y sí, hay rascacielos: pero sólo como parte del paisaje y con el río East de por medio. Aquí las construcciones son pequeñas, tres pisos en promedio, lo cual le da a la zona un aire de libertad en opinión de quienes viven o trabajan en Manhattan, porque no hay construcciones que bloqueen la vista hacia el cielo. En los muros callejeros se desborda el color; pero hablamos de arte, nada de grafiti improvisado. Las viejas factorías son hoy galerías con una agenda ininterrumpida de las más arriesgadas propuestas.
Y es que el arte es la moneda de cambio en Williamsburg; gran parte de sus habitantes (acaso la mayoría) son pintores, actores, músicos, escritores, diseñadores, fotógrafos... En parte el brillo actual del área es producto de la migración de muchos ex residentes de SoHo quienes llegaron en búsqueda de alquileres más accesibles (hoy cosa del pasado) para instalar sus estudios.
La música tiene un lugar privilegiado en este rincón de Brooklyn. Aparte de los conciertos que son parte de la agenda diaria en los bares, las calles son foro cotidiano para oír a quienes ensayan desde sus departamentos. Hay una serie de salas de conciertos, algunas ya legendarias como Knitting Factory, Public Assembly y Music Hall of Williamsburg. Durante el verano se llevan a cabo grandes conciertos en el East River State Park (que, dicho sea de paso, ofrece una envidiable vista de Manhattan y es ideal para comer al aire libre). Los vecinos no titubean en afirmar: si lo escuchaste en Williamsburg, es probable que en unos meses sea la canción del momento.
Parte de la identidad del vecindario se la da la convergencia de diferentes culturas; es especialmente marcada la presencia de la comunidad de judíos, además de italianos y latinoamericanos.
Williamsburg (donde nació y vivió Al Capone) es el orgulloso hogar de la Brooklyn Brewery, la pequeña pero prestigiosa fábrica de la cerveza predilecta de muchos neoyorquinos. Abundan las librerías e incluso hay venta de libros en las calles, tiendas de discos, así como los locales que ofrecen ropa chic de segunda mano o bien prendas únicas de jóvenes diseñadores.
BOEDO
BUENOS AIRES, ARGENTINA
Joven aún y semioculto en la siempre seductora Buenos Aires, el barrio de Boedo constituye el oasis perfecto para quienes desean adentrarse en la auténtica tradición argentina. Caminar por sus calles es como entrar en los compases del mejor tango porteño y literalmente es así, pues Boedo sirvió como inspiración para la melodía Sur, inmortalizada por Homero Manzi, casi un héroe para los vecinos. Por ello muchos se congregan en el café bautizado en su honor, el cual con el paso del tiempo se ha constituido en una suerte de museo o acaso templo dedicado al cantautor.
Quienes saben del tema aseguran que no hay mejor lugar para disfrutarlo que Boedo, donde se mantiene la esencia tanguera sin padecer los estragos de la fama que satura Palermo o San Telmo. Los melómanos acuden a un comercio en la avenida San Juan que se precia de tener la mayor oferta discográfica del género, incluyendo LP originales.
Boedo nació oficialmente en los setenta, separándose de tres barrios colindantes. Posee una rica historia. Durante el siglo XIX proliferaban en él los hornos de ladrillos y era un sector meramente proletario. También se asentaron aquí los inmigrantes de origen europeo, de hecho la generalidad de la arquitectura se asocia precisamente a la usanza italiana de la época; predominan las ‘casas chorizo’ (con habitaciones interconectadas) tan distintivas de Buenos Aires, y como salpicados hay algunos edificios de exquisito acabado art nouveau. Las calles arboladas son ideales para un paseo.
Los habitantes de Boedo (siempre dispuestos a entablar una buena charla en algún café local) lo presumen como un semillero de cultura, pues siempre han proliferado las peñas intelectuales y la poesía. Con orgullo relatan que fue residencia de escritores como Álvaro Yunque o Nicolás Olivari, miembros del movimiento conocido justamente como el Grupo Boedo, hoy un referente para las letras argentinas.
La dramaturgia ostenta asimismo un sitio especial en la dinámica local; la gente permanece receptiva a las nuevas propuestas teatrales, por ello hay una serie de foros (algunos muy íntimos, apenas para un puñado de personas) que operan toda la semana.
En los últimos años han abierto algunas galerías que empiezan a cobrar público interesado en apostar por artistas emergentes.
El soccer, otro de los emblemas del país, late en Boedo, hogar del Club Atlético San Lorenzo de Almagro, fundado en 1908 por jóvenes que practicaban el ‘fútbol llanero’; y aunque hace años demolieron el estadio, la hinchada sigue ostentando los colores del San Lorenzo.
FITZROY
MELBOURNE, AUSTRALIA
Si vas a vivir en Melbourne, que sea en Fitzroy; al menos esa es la recomendación de quienes tienen la fortuna de habitar en este vibrante vecindario de la quinta ciudad más costosa del mundo. Aquí y allá se aprecian impresionantes murales (y otras geniales muestras de street art), cortesía de los creativos residentes e incluso de afamados artistas como Rone (australiano, reconocido a nivel mundial), quienes se han propuesto hacer de Fitzroy una galería abierta, transitable.
Fitzroy es el suburbio más antiguo fundado en Melbourne, y fue construido en terrenos que pertenecían a la tribu woiworung; en sus inicios era un municipio independiente. La arquitectura de la zona es en sí misma atractiva, al combinar casas de estilo victoriano con viejas fábricas remodeladas, acondicionadas como viviendas. En conjunto, le dan al vecindario un aire ‘retro’.
Cualquiera en este equivalente de Londres en Australia sabe que Fitzroy es el hogar de la bohemia y la cultura, la gente que ama la extravagancia en los outfits, el sector clave para encontrar el mejor surtido de libros especializados (en establecimientos como Polyester Books o Artisan Books) y sobre todo una amplia oferta de arte listo para llevar a casa. Cada sábado se congregan cientos de personas en el tradicional The Rose St. Artist’s Market, un mercado donde desde hace una década se congregan jóvenes artistas para vender fotografías, pinturas, artesanías; pero también joyería y ropa de diseños exclusivos. Desde 2010 el tercer sábado de cada mes se instala The Fitzroy Market, donde hay compra, venta y trueque de toda clase de artículos nuevos y usados.
En las anchas calles de Fitzroy se concentran muchas actividades del Fringe Festival, que lleva tres décadas celebrándose en septiembre con el fin de promover artistas emergentes y consagrados; todas las disciplinas están presentes, el programa abarca desde exposiciones hasta espectáculos de cabaret.
A cualquier hora del día hay gente transitando en las avenidas del barrio, aunque eso sí, por fortuna nunca hay que lidiar con multitudes. Johnston Street alberga una comunidad española. En Brunswick Street hay las tiendas y galerías pero además es un imán para los australianos que frecuentan los pubs, los cuales se precian de ofrecer música en vivo de primer nivel y al final del día se llenan de jóvenes ejecutivos que trabajan en el muy cercano distrito de negocios. Son especialmente populares los rooftop venues, bares y cafés muy típicos de Melbourne, establecidos en azoteas que ofrecen grandiosas vistas del barrio y la ciudad.
HAIGHT-ASHBURY
SAN FRANCISCO, ESTADOS UNIDOS
Muchos coinciden: si tuviera que elegirse una cuna de la contracultura norteamericana, el título sería para Haight-Ashbury. Y es que esta área colindante con Castro, el célebre barrio gay de la siempre entrañable ciudad de San Francisco, fue escogido como refugio por los idealistas del movimiento beat durante los años cincuenta; pero sin duda la marca más honda la dejó la presencia de los hippies desde los sesenta y hasta la fecha. La espléndida arquitectura victoriana distintiva de algunas de las casas armoniza con murales psicodélicos que han quedado como testimonio del llamado ‘verano del amor’ (1967), los inspirados escaparates plenos de artesanías y batik confeccionados por gente del barrio. De hecho las pequeñas boutiques de piezas únicas son hoy una de las principales fuentes de ingresos para los residentes, junto a tiendas vintage y tiendas de discos de todos tamaños; resalta la mítica Amoeba Music, con un impresionante catálogo de CD y LP nuevos y usados que resulta un auténtico paraíso para los cazadores de álbumes difíciles de encontrar.
Haight-Ashbury fue llamado así por dos de sus calles principales, que llevan justamente esos nombres y se cruzan en una famosa esquina. Aunque hace tiempo es también hogar de jóvenes ejecutivos, empresarios, gente de imagen chic, punks y los infaltables homeless, sigue luciendo como un territorio mayormente hippie. Libertad de expresión en su máxima potencia, reflejada en indumentarias extravagantes y en las combis que aparecen estacionadas aquí y allá (algunas evidentemente utilizadas como hogar).
Haight-Ashbury es uno de los sitios predilectos de San Francisco; hay quienes pasan horas en los cafés y galerías de arte, o bien aprovechan el fin de semana para dar una vuelta por el barrio antes o después de pasear en el próximo Golden Gate Park (que nada tiene que ver con el puente). Entre la oferta local hay una gran demanda de tiendas de objetos de segunda mano, las de productos orgánicos y los salones de tatuaje. Las smoke shops recuerdan el vínculo de la ideología hippie con la marihuana y aunque no se consigue ahí tienen pipas (incluyendo las hookah), papel y toda clase de accesorios relacionados con su consumo, además de tabaco.
Con el bagaje histórico de Haight-Ashbury es comprensible que no falte en el paisaje un puñado de turistas que llegan guiados por el Flower Power Walking Tour, buscando las construcciones en donde alguna vez ensayaron grupos como Grateful Dead o Jefferson Airplane, o los departamentos donde vivieron un tiempo Janis Joplin o Jimi Hendrix. Aun así los vecinos y comerciantes del lugar han conseguido mantener un entorno relajado, más ad hoc para una apacible caminata vespertina que para maratónicas sesiones de fotos.
FRIEDRICHSHAIN
BERLÍN, ALEMANIA
Arquitectura memorable, áreas verdes y un semillero contracultural, son sólo algunas de las señas particulares de Friedrichshain en Berlín. Hay quienes lo describen como ‘vibrante’.
Friedrichshain se caracterizó en el pasado por ser un barrio obrero. Ha sido prácticamente en lo que va del presente siglo que empezó a renovarse, luego de que estudiantes y artistas comenzaran a instalarse en el zona, atraídos por las rentas flexibles.
El barrio reúne parajes deslumbrantes. Su pasado comunista se hace patente en una de las calles más conocidas de Berlín, la Karl-Marx-Allee, un ‘bulevar monumental socialista’ que mide kilómetro y medio, data de los años cincuenta (el proyecto estuvo a cargo del Hermann Henselmann, el más famoso arquitecto alemán de la época) y cuyos edificios fueron originalmente viviendas de tipo económico pese a su lujoso acabado de tipo Zuckerbäckerstil o ‘pastel de bodas’. Hoy alberga varios espacios de entretenimiento y centros culturales.
Igualmente fascinante es la Knorrpromenade, una bella explanada con construcciones residenciales de 1911-1913 que lograron mantenerse en pie tras los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. Originalmente fueron hogar de la población adinerada. Los actuales pobladores las consideran uno de sus mayores orgullos, tanto así que llevan años trabajando en su completa restauración.
Muy cerca de ahí está la plaza Boxhgener o ‘Boxi’, como la llaman los locales, cimentada a principios del siglo XX. Los sábados se instala en él un mercado de productos orgánicos, pero lo más atractivo para muchos ocurre los domingos, cuando se monta un popular mercado de pulgas con puestos a cargo de los mismos vecinos que lo mismo ponen en venta objetos de segunda mano que verdaderas antigüedades, así como creaciones de jóvenes artistas que ofrecen joyería, ropa y flores.
Otro pulmón del barrio es el Friedrichshain Volkspark, un buen sitio para ir a correr o simplemente a relajarse un rato. Los residentes lo eligen para andar en bici y jugar voleibol de playa (posee instalaciones para tales deportes) o incluso hacer días de campo, aprovechando las maravillosas vistas de sus dos montes artificiales (de 48 y 78 metros de altura, erigidos a partir de escombros de la guerra). La visión de sus lagos y su playa (también artificiales) compite con la de la enorme fuente neobarroca de nombre Märchenbrunnen, construida en 1913 y decorada con más de 100 personajes de cuentos de hadas. Durante el verano entra en función un cine a cielo abierto que en su programación incluye las cintas de la Berlinale.
MILE-END
MONTRÉAL, CANADÁ
Québec es la mayor provincia francófona del continente y Montréal su ciudad más grande; desde ahí se aprecia el brillo de Mile-End, un barrio que late al ritmo del eclecticismo. Es probable que la abundancia de cafés con menús prometedores y precios bajos en la avenida Saint-Viateur propiciara que esta zona habitada por una nutrida comunidad judía se convirtiera en la nueva meca de artistas y estudiantes, quienes una vez aprendido el camino al barrio decidieron adueñarse de su código postal.
Mile-End es el tipo de lugar que invita a deambular por sus calles sin un trayecto fijo, viendo las hojas de los árboles de maple sobre la banqueta, pedaleando una bici de Bixi (sistema público de bicicletas compartidas) o curioseando en los establecimientos. Aquí se puede encontrar lo mismo una peluquería que parece extraída de los años treinta que una tienda de camisetas chic (Montréalité) o boutiques entre las que figura la de Katrin Leblond, quien ha diseñado vestuario para Cirque du Soleil.
Mile-End ha sido cuna de personalidades como el aclamado escritor y guionista Mordecai Richler y la banda de art rock Arcade Fire, cuyos miembros aún habitan aquí. Más aún, los bares garantizan foros con música indie de excelente manufactura. Hay recintos como Casa del Popolo, que ha recibido en su escenario a artistas como TV on the Radio y Thurston Moore.
En el bulevar Saint-Laurent (una vía principal de Montréal) hay varias galerías de renombre; algunas de ellas: Monastiraki, Espace, La Centrale y Simon Blais, esta última representa a algunos de los más prestigiosos artistas canadienses.
Igualmente, los talleres de artistas emergentes están en franca proliferación en el vecindario, que también acoge negocios como Drawn and Quarterly, editorial sello de cómics y novelas gráficas.
Hay tiendas de objetos restaurados o fabricados con material reciclado. Un grupo de comercios son el centro de atención por los alucinantes diseños de muebles y accesorios para el hogar. Es preciso mencionar que otro hit del barrio son las panaderías especializadas en bagels y las chocolaterías artesanales.
La oferta culinaria es vasta, pero hay propuestas que sobresalen más allá de su cocina, como el restaurante Robin des Bois (Robin Hood en francés), el cual opera sin fines de lucro: es atendido por voluntarios y las ganancias son para obras de caridad.
Una joya de la arquitectura bizantina se sitúa en Mile-End: la iglesia de St. Michel, con un soberbio domo y una torre en cuyo interior hay esplendorosos frescos; fue construida por exiliados irlandeses y hoy es frecuentada por la población polaca.
LA ROMA
DISTRITO FEDERAL, MÉXICO
La configuración de sus calles asemeja más un paisaje europeo que una sección del caótico Distrito Federal. En los años de la Colonia había aquí una hacienda, La Romita; en 1902 el empresario circense Walter Orrin adquirió los terrenos que habrían de convertirse en el actual barrio. Se establecieron familias adineradas, por ello la majestuosidad de las mansiones estilo art nouveau y art déco que hoy son viviendas, negocios o centros culturales como Casa Lamm, instalada en un auténtico palacio, o la Casa del Poeta Ramón López Velarde, que alberga las bibliotecas de Efraín Huerta y Salvador Novo.
En la Roma (concretamente en su parte norte) es posible respirar un aire que hace tiempo se perdió en la vecina Condesa, hoy saturada por cientos de personas que no abandonan de sus calles.
Aunque gente de otras colonias del DF acude a sus establecimientos, la mayoría aquí son residentes, entre ellos extranjeros. Prueba de la diversidad cultural del barrio es que la capilla del templo de la Sagrada Familia ofrece los domingos una misa en coreano.
La Roma es también sede de un puñado de vecindades con encanto. Sus avenidas han sido y son hogar de intelectuales, escritores, artistas, y de notables instituciones como el Colegio de México, ubicado aquí hasta finales de los setenta.
Hay tantos árboles que todo pareciera haber sido construido dentro de un inmenso jardín, ilusión que se refuerza con plazas como la Río de Janeiro, sitio de encuentro para los colonos y cuyo sello es la fuente central rematada por una reproducción del David de Miguel Ángel. En la unión de las calles Medellín, Oaxaca, Durango y el Oro hay una glorieta coronada por la réplica de la Fuente de Cibeles, exacta hasta en el más mínimo detalle. Algunos prefieren la plaza Luis Cabrera para caminar con sus perros (algo cotidiano en la Roma).
El carácter ecléctico del barrio ha atraído a varias de las más cotizadas galerías de arte y a una amplísima oferta culinaria; anafres y puestos callejeros conviven con restaurantes de primer nivel, respaldados por chefs de gran prestigio en el país como Richard Sandoval; algunos de ellos son Romita Comedor, Maximo Bistrot o Delirio, de la chef Mónica Patiño.
Aquí y allá pueden encontrarse boutiques de autor, innovadores hair salons, casas de té, cafés, bares, mezcalerías y pulquerías, tiendas de discos y lugares que merecen al menos una visita. Algo más bulliciosa pero con encanto es la avenida Álvaro Obregón, con su camellón arbolado. Los domingos se instala en él un bazar donde predominan las antigüedades y el arte.
Como si todo ese encanto no fuera suficiente razón para sentirse abrigado por el barrio, sus habitantes coinciden en que no podrían pedir mejor ubicación, pues la Roma está conectada con algunas de las vías más importantes del DF. No resulta extraño que cada vez se estén construyendo más complejos de departamentos, y que hoy por hoy se considere uno de los sectores más exclusivos para vivir.